La información es un derecho y a la vez una responsabilidad.

En diversos ámbitos, se trata además de un recurso de lujo al cual es cada vez menos probable acceder, porque es monopolizada, encarecida o fragmentada. Incluso su calidad se cuestiona cuando proviene de fuentes "libres".

Lo ideal sería que quien necesite la información pueda aprovecharla y a la vez que aporte haciendo posible que quienes se la proporcionaron, reciban una retribución suficiente y justa, que les permita continuar divulgando su conocimiento.

En cierta forma esto se logra en una biblioteca, si bien la cantidad de información requerida y su grado de especialidad supera su capacidad convencional.

Por tanto, no es infrecuente que sean necesarias varias suscripciones de pago para abarcar el conocimiento requerido por un profesional o que se recurra a medios "alternativos" para acceder a libros y publicaciones de las cuales con mucha frecuencia se necesita apenas unas pocas líneas o párrafos.