Historia de al-Ándalus

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En el siglo VII, los musulmanes habían comenzado una rápida conquista en la que ocuparon Oriente Medio y el norte de África, llegando a la península ibérica a principios del siglo siguiente, en el marco del último proceso expansionista del Califato Omeya de Damasco.

Alcance del Califato Omeya en la península ibérica hacia el año 718.

Antecedentes

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El reino visigodo

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Los investigadores modernos destacan que el reino visigodo arrastraba en el siglo  VIII una grave crisis social y económica-fiscal que afectaba a la estabilidad de sus estructuras en todos los ámbitos políticos, militares, jurídicos o eclesiásticos y lo situaba en un proceso de descomposición, con altas probabilidades de quedar escindido en diversos poderes o ser absorbido por una potencia mayor como finalmente ocurrió con los musulmanes, o ser anexionado dentro de un tiempo al imperio franco carolingio.[1]

La expansión musulmana

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Desde el año 622, que dio inicio a la era islámica con la marcha de Mahoma de La Meca, los musulmanes habían pasado en poco tiempo de ser un pequeño núcleo perseguido en su propia ciudad de origen a controlar un enorme imperio que ocupaba los territorios de Siria, el norte del actual Iraq, Egipto y el Magreb cuando llegaron a la península ibérica en el 711.[2]

Conquista musulmana y emirato dependiente (711-756)

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Invasión de la península ibérica por los ejércitos musulmanes.
 
La batalla de Guadalete, de Salvador Martínez Cubells. (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid)

En el 710, tropas del Califato Omeya, compuestas por árabes y bereberes, cruzaron el estrecho de Gibraltar dirigidos por Táriq ibn Ziyad, lugarteniente del gobernador del Norte de África, Musa ibn Nusayr. En principio Tariq se atrincheró en el peñón que recibiría después su nombre Chabal Tariq, (Gibraltar), a la espera de la llegada del grueso de sus tropas. Solo entonces inició su ofensiva con la toma de Carteia (Cádiz), después de lo cual se dirigió al oeste e instaló su base de operaciones en Al-Yazirat Al-Hadra, (en árabe: الجزيرة الخضراء) lo que hoy es Algeciras.

En el año 711, Tariq se enfrentó a los visigodos en la trascendental batalla de Guadalete, donde venció a Rodrigo, último rey visigodo, y tras dar remate a lo que quedaba del ejército rival en Écija emprendió una rápida conquista, primero en dirección a Toletum (Toledo) y posteriormente hacia Caesar Augusta (Zaragoza). Hacia el 718 la península ibérica, salvo las zonas montañosas del norte habitadas por vascones, galaicos, cántabros y astures, estaba en manos del Califato Omeya.

En el 712 Musa, acompañado por su hijo Abd al-Aziz ibn Musa y con un ejército de 18 000 hombres, cruzó el estrecho de Gibraltar y consolidó las conquistas realizadas.[3]​ Ocupó Medina Sidonia, Carmona y Sevilla y, seguidamente, atacó Mérida poniendo sitio a la ciudad que resistió un año (30 de junio del 713). Desde Mérida, Musa, se dirigió a Toledo, donde se encontró con Tariq.

Desde 716 la península fue dirigida desde Qurtuba, Córdoba, por un gobernador (wali) nombrado por el califa de Damasco. Los primeros gobernadores aparte de organizar el estado islámico y asentar a inmigrantes árabes, sirios y sobre todo bereberes, llevaron a cabo expediciones contra el reino franco hasta que después de la batalla de Poitiers en el 732, los francos emprendieron diversas campañas que expulsaron a los musulmanes de las tierras situadas al norte de los Pirineos hacia el 759.

En el territorio de al-Ándalus, los musulmanes respetaron a la población cristiana y judía a cambio de un tributo, por pertenecer a una de las religiones abrahámicas, que los dotaba de un estatus determinado, la dhimma. En el caso de los cristianos si no pagaban tributo eran condenados a muerte.[4]​ Este establecía que, aunque no formaran parte de la umma, comunidad islámica, quedarían protegidos, tendrían sus jueces y conservarían sus ritos. Estas circunstancias motivaron una política de pactos de capitulación donde muchos aristócratas visigodos pudieron conservar propiedades e incluso cierto grado de poder mediante nuevas fórmulas, como es el caso de Teodomiro (en árabe: تدمير Tūdmir), gobernador de la Provincia Carthaginense, que tras un acuerdo gobernó a título de rey un territorio cristiano visigodo autónomo dentro de al-Ándalus, denominado kora de Tudmir.

Este hecho, unido a que una parte de la población, cristianos unitarios y hebreos sobre todo, vieran con buenos ojos el nuevo poder musulmán que los libraba de la dura opresión que los visigodos habían ejercido contra ellos, podría explicar la rapidez de los moros

 
Dinar omeya de 716-717.

La composición social de al-Ándalus fue muy compleja y varió a lo largo de su historia; por un lado se encuentran los que pertenecían a la comunidad islámica, Umma, que se dividían en libres y esclavos y étnicamente en árabes, sirios, bereberes, muladíes (cristianos conversos al islam y sus descendientes) saqalibas (de origen eslavo y que podían ser esclavos o libres), y también esclavos provenientes de África, aunque estos nunca llegaron a constituirse como un grupo social diferenciado. Entre los que no pertenecían a la Umma estaban los judíos y los mozárabes (cristianos de al-Ándalus).

Musulmanes árabes
bereberes
sirios
saqalibas
muladíes
No musulmanes judíos
mozárabes

En el año 750, en Damasco, la familia de los abasídas desplaza a los omeyas del poder, matando a todos sus miembros excepto a Abderramán I, y trasladan el poder a Bagdad.

Emirato de Córdoba (756-929)

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En 756 Abderramán I huye a la península ibérica y consigue que esta se separe del poder de Bagdad, haciendo que Córdoba se convirtiera en un emirato independiente.

La creación de los reinos de Asturias y de Pamplona, y de diversos condados en la zona pirenaica por parte de los francos conocidos como la Marca Hispánica (Aragón, Ribargoza, Gerona, Barcelona, Osona, Ampurias, etc.), a finales del siglo VIII y primeros años del IX representó la primera reducción del territorio de al-Ándalus. Hasta el siglo XI, las fronteras entre al-Ándalus y los estados cristianos del norte experimentaron pocas variaciones, aunque la lucha entre ellos fue frecuente.

El estado andalusí estaba dirigido por visires (ministros) bajo la dirección del hayib el de más rango de ellos. También se formó un ejército profesional compuesto por mercenarios.

Califato de Córdoba (929-1031)

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Interior de la Mezquita de Córdoba.

A comienzos del año 929 (final del año 316 de la hégira), el emir Abd al-Rahman III proclama el califato de Córdoba, y se nombra a sí mismo Emir al-Muminin (príncipe de los creyentes), lo cual le otorga, además del poder terrenal, el poder espiritual sobre la umma (comunidad de creyentes), de este modo se convirtió en el primer califa independiente de la Península. Por otra parte, la naturaleza misma del poder dinástico cambió a causa de este acontecimiento, y el alcance histórico, reconocimiento y adhesión del pueblo a los califas de al-Ándalus fue inmenso.

Este importante acontecimiento histórico encuentra sus fundamentos en la victoria definitiva que el poder cordobés había logrado unos meses antes sobre la interminable revuelta de Omar Ben Hafsún con la toma de Bobastro en enero de 928. Así mismo, se logró el restablecimiento de la autoridad del poder central de Córdoba sobre la mayor parte del territorio y la rendición de las últimas disidencias como la de Badajoz y de Toledo.

Dentro del contexto general del mundo musulmán en los primeros decenios del siglo X, hay otra causa del acontecimiento que es la creación del califato fatimí proclamado en 910 en Qairawan, norte de África, opuesto al abbassí; sin duda esta fue una justificación implícita de la instauración del título califal en al-Ándalus.

La relación con los reinos vecinos fue tensa; por una parte se encontraba el califato fatimí en las fronteras cordobesas del norte de África; en el año 931, las tropas andalusíes entraron en Ceuta, donde se levantaron fortificaciones importantes. Desde entonces se establecieron tanto en Ceuta como en Melilla guarniciones andalusíes con carácter permanente. El califato omeya desplegó grandes esfuerzos para contener lo mejor posible el avance fatimí, siguiendo en su política de alianzas con las tribus Magrawa-Zanata del Magreb occidental, hostiles a los Sanhaya del centro que sostenían el poder fatimí.

Por el norte se encontraban los reinos cristianos que seguían con sus incursiones en territorio andalusí aprovechando cualquier debilidad del emirato cordobés. En el 932 Ramiro II atacó Madrid y derrotó a un ejército musulmán en Osma en el 933. Aliándose con el poderoso gobernador tuyibí de Zaragoza. Abd al-Rahman III intentó restablecer la situación del lado cristiano organizando una campaña contra el reino de León para restablecer la supremacía musulmana sobre la frontera del Duero. Abd-el-Rahman no alcanzó su objetivo y sufrió una derrota en la batalla de Simancas, seguida de otra en el barranco de Alhándega, aunque estas derrotas no tuvieron, de hecho, graves consecuencias territoriales porque igualmente se consiguieron otras victorias de importancia, los problemas internos paralizaron León y porque el poder cordobés, con su tenacidad, logró mantener una presión lo suficientemente fuerte sobre la frontera, y desplegó un gran esfuerzo para protegerla, edificando nuevas defensas y fortificando las ya existentes.

Abd al-Rahman III mandó edificar en el año 936 la ciudad palatina de Medina Azahara donde se trasladó con su gobierno y la corte.

Cuando llega al poder Al-Hakam II el Califato cordobés se encuentra consolidado tanto en el norte de la Península, con los reinos cristianos bajo vasallaje, como en el Magreb occidental, controlado por el Califato cordobés, bien mediante sus propias tropas, bien por medio de tribus aliadas o sometidas.

A su muerte, Al-Hakam II dejó el trono cordobés a un muchacho de once años sin ninguna experiencia política llamado Hisham, este joven califa contaba con el apoyo de su madre la concubina Subh de Navarra y el ministro Al-Musafi, además de la de un hombre llamado Abi Amir Muhammad, futuro al-Mansur (Almanzor para los cristianos), que mediante intrigas y movimientos políticos va ascendiendo en el poder hasta hacerse con el poder absoluto. Al-Mansur puso en marcha un programa de reformas en la administración civil y militar y supo atraerse a las clases populares con una política de intensa actividad militar contra los cristianos del norte.

Al-Mansur inició una serie de campañas o algaradas que se adentraron en territorio cristiano, llegando hasta Santiago, Pamplona, etc. Esta política provocó que los reinos cristianos crearan una coalición contra al-Ándalus.


Primeros reinos de taifas (1031-1090)

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Los reinos de taifas en 1037.
 
Los reinos de taifas en 1080.
Las Abel taifas fueron un conjunto de pequeños estados (en árabe: ملوك الطوائف‎) que fueron apareciendo entre la desintegración del califato de Córdoba a partir de la fitna o guerra civil que estalló en 1009 tras la muerte del último caudillo amirí Abd al-Malik al-Muzaffar y el derrocamiento del último califa omeya Hisham III, con la consiguiente abolición formal del califato en 1031. Los regímenes políticos autónomos de los reinos de taifas sucumbieron ante la instauración de gobiernos almorávides en al-Ándalus desde 1085.

Las taifas (palabra que en árabe significa "bando" o "facción") fueron hasta veinticinco pequeños reinos en que se dividió el califato de Córdoba después del derrocamiento del califa Hisham III (de la dinastía omeya) y la abolición del califato en 1031, como consecuencia de la guerra civil.

Almorávides (1086-1144)

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Máxima extensión territorial del imperio almorávide, a principios del siglo XII.

Se conoce como almorávides (en árabe: المرابطون‎ [al-murābiṭūn], y este del singular مرابط [murābiṭ], es decir, «el morabito», especie de ermitaño y soldado musulmán, 'Marabout' en francés) a unos monjes-soldados surgidos de grupos nómadas provenientes del Sáhara. Los almorávides abrazaron una interpretación rigorista del islam y sometieron a su autoridad grandes extensiones del occidente musulmán con las que formaron un imperio centrado en Marruecos, a caballo entre los siglos XI y XII, que llegó a extenderse principalmente por los actuales Mauritania, Argelia, Marruecos y la mitad sur de la península ibérica.

Con su llegada a la península ibérica en el 1086, comenzó un largo periodo de la historia andalusí caracterizado por la intervención de tres dinastías magrebíes (las de los almorávides, los almohades y los benimerines), entre cuyas hegemonías sucesivas hubo periodos de reacción peninsular (los reinos de taifas).[5]​ Los magrebíes, hasta entonces en posición de inferioridad frente a los andalusíes, pasaron a dominar la región, merced a su capacidad de formar un Estado centralizado que podía resistir las acometidas de los Estados cristianos del norte peninsular.[5]​ Estas intervenciones magrebíes en la península ibérica que comenzaron con los almorávides dieron lugar a casi un siglo y medio de unión del islam ibérico y magrebí.[6]

Segundos reinos de taifas (1144-1172)

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Quirate de plata acuñado por Hamdin e Ibn Wazir, aliados del rebelde Ibn Qasi.

Los primeros indicios del malestar andalusí contra los almorávides se produjeron en Córdoba en 1121, cuando la población se rebeló, solo la intervención de los alfaquíes pudo evitar un baño de sangre. Otras rebeliones se produjeron en distintas ciudades. A partir de 1140 el poder almorávide empieza a decaer en el norte de África por la presión almohade y a la península llegan esas noticias.

En 1144 un sufí, Ibn Qasi comenzó un movimiento antialmorávide y van apareciendo territorios musulmanes con gobiernos independientes que constituyen las llamadas segundas taifas. Todas fueron muy efímeras, y la mayor parte de ellas sucumbieron en menos de un lustro al Imperio almohade, salvo la Segunda taifa de Murcia, que regida por el Rey Lobo resistió al poder norteafricano hasta 1172 gracias al apoyo del Reino de Castilla. Caso distinto es la Taifa de Mallorca, que siguió en manos almorávides debido a su carácter insular.

En 1147, un ejército comandado por el líder almohade Abd Al-Mumin llegó a España y conquistó una gran parte del sur de España, incluidas las ciudades de Cádiz, Málaga y Sevilla. En 1172, su hijo Abu Yaqub Yusuf completó la conquista de Al-Ándalus con la toma de la taifa de Murcia y poner fin a la última taifa de este período en la península, todavía quedara la taifa de Mallorca, que finalmente caerá en 1203.

Imperio Almohade (1147-1229)

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Terceros reinos de taifas

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El tercer período taifas (o taifas post almohades) es un período en la historia de al-Ándalus situado entre la dominación almohade, y el establecimiento del Reino nazarí de Granada.

Taifas del siglo XIII
La península ibérica en 1224 y 1230. Se muestran algunas de las taifas surgidas durante el primer tercio del siglo.
Tras el fin del período almohade, marcado por la batalla de las Navas de Tolosa (1212), hubo un corto período denominado terceros reinos de Taifas, que terminó en la primera mitad del siglo XIII con las conquistas cristianas en el Xarq al-Ándalus de Jaime I de Aragón (Valencia, 1238 y Játiva 1244) y en Castilla de Fernando III el Santo (Baeza 1226, Úbeda 1233, Córdoba, 1236 y Sevilla, 1248) y perduró en Granada con la fundación del reino nazarí, que no capituló hasta el 2 de enero de 1492, fecha que puso fin a la Reconquista.

Entre los años 718 y 1230 se forman los principales núcleos cristianos en la península en los reinos de Castilla, Portugal, Navarra y la Corona de Aragón.

Reino nazarí de Granada (1238-1492)

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Reino nazarí en 1482, antes del comienzo de la guerra de Granada.

El Reino nazarí de Granada, también conocido como Emirato de Granada o Sultanato de Granada,[7]​ fue un Estado musulmán situado en el sur de la península ibérica, con capital en la ciudad de Granada, que existió durante la Edad Media.

El reino fue fundado en 1238 por el noble nazarí Mohamed-Ben-Nazar. Aunque originalmente tenía su centro de poder situado en Jaén, unos años después el monarca nazarí trasladó su corte a Granada, alrededor de la cual organizó su nuevo Estado. El reino sobrevivió en esta precaria situación gracias a su favorable ubicación geográfica, tanto para la defensa del territorio como para el mantenimiento del comercio con los reinos cristianos peninsulares, con los musulmanes del Magreb y con los genoveses a través del Mediterráneo, lo que hizo que tuviera una economía diversificada.

Sin embargo, fue perdiendo territorios paulatinamente frente a la Corona de Castilla hasta su definitiva desaparición tras la guerra de Granada, mantenida entre 1482 y 1492. El reino nazarí de Granada sería el último Estado musulmán de la península ibérica, la antigua al-Ándalus. Su último rey fue Muhámmad XII (conocido como Boabdil el Chico), derrocado por los Reyes Católicos, que se vio obligado a rendir Granada el 2 de enero de 1492. Tras esto fue definitivamente incorporado a la Corona de Castilla como reino de Granada.

Mientras la corona de Aragón inició una política de expansión por el Mediterráneo y se confirmó la unión de Castilla con León. La Reconquista finalizó en 1492 con la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos que lo anexionan a la Corona de Castilla. En este mismo año se produjo la expulsión de los judíos y el descubrimiento de América, en nombre de Castilla, por Cristóbal Colón.


Predecesor:
Hispania visigoda
 
Periodos de la Historia de España

Historia de al-Ándalus
Sucesor:
Reconquista

Véase también

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Referencias

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  1. Chalmeta, 1994, p. 72.
  2. Manzano Moreno, 1995, pp. 13-14.
  3. Robles, 1874, p. 101
  4. Esparza, José Javier (2017). Historia de la Yihad. La Esfera. ISBN 978-8490608821. 
  5. a b Viguera Molins, 2007, p. 155.
  6. Viguera Molins, 1997, p. 41.
  7. A partir del siglo xiv los monarcas nazaríes adoptaron el título de sultán, rompiendo con la tradición ya que hasta entonces habían ostentado el título de emires.

Bibliografía

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Fuentes primarias

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  • Fath al-Andalus (Historia de la conquista de España), códice arábigo del siglo XIII, ed. y tr. por Joaquín de González, Argel, 1899. Basado en el manuscrito Algiers 1143, ff. 62-92. Ficha de la obra en el CSIC.