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El sitio arqueológico del Puig de la Nau proporciona una perspectiva detallada de la disposición urbana de un antiguo poblado íbero fortificado. Los vestigios encontrados permiten desentrañar la vida cotidiana de los habitantes, así como comprender su actividad económica y la estructura de poder tanto social como política.

Historia

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Desde el final de la Edad de Bronce, aproximadamente alrededor del 700 a.C., el Puig de la Nau ha sido un lugar habitado. En sus primeras etapas, los residentes iniciales se dedicaron probablemente a la pastoreo y erigieron cabañas circulares en la meseta. Todo indica que este asentamiento se utilizó de manera temporal, relacionado con el desplazamiento de los rebaños y la explotación de pastizales, y esta fase se extendió aproximadamente durante medio siglo.[1]

En la Edad del Hierro, la segunda fase de ocupación transformó el lugar en una residencia estable que perduró alrededor de tres cuartos de siglo. Los edificios construidos en esta etapa adoptaron una forma rectangular. Las excavaciones revelan que los habitantes fabricaban cerámica de forma manual y establecían contactos con otros pueblos mediterráneos que se acercaban a la costa, como los fenicios, evidenciado por el hallazgo de ánforas, ollas y platos trípodes de esa procedencia.[1]

A lo largo del siglo VI a.C., el lugar evoluciona hacia un poblado íbero, una cultura que ya empleaba el torno para la fabricación de cerámica. Aunque en esta fase persisten elementos de cerámica fenicia y posteriormente griega, particularmente de figuras negras.[1]

En el siglo V a.C., se da la expansión más significativa de este asentamiento, marcando la fase más espectacular del yacimiento con un excelente estado de conservación, y que es lo que se observa de forma más evidente en la actualidad.[1]

Durante este período se erige un poblado fortificado, protegido por una muralla y torres correspondientes. Sin embargo, la explotación de una cantera en el siglo pasado ha causado la destrucción casi total del lugar, quedando solo la parte ubicada en el extremo oeste. Aunque su extensión exacta es difícil de determinar, se estima que podría haber abarcado alrededor de 7000 metros cuadrados. La ubicación del poblado en la ladera aprovechó áreas más planas, escalonando artificialmente las zonas con pendientes pronunciadas.

Organización de la ciudad

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La planificación del asentamiento comenzó con la delimitación del perímetro mediante la construcción de la muralla. Una vez establecido este contorno, se trazaron los ejes viales principales, utilizando como referencia las esquinas de la muralla o los centros de las torres.

La disposición de las calles revela un enfoque urbanístico premeditado con el objetivo de racionalizar el espacio. Estas calles dividían las distintas islas donde se agrupaban las edificaciones, las cuales seguían un diseño rectangular. La construcción del poblado se llevó a cabo de una sola vez, y a lo largo de los aproximadamente cincuenta años en los que estuvo activo, apenas experimentó cambios en su configuración.

Dentro del perímetro cerrado por la muralla, se trazó una red de calles estrechas y, en algunos casos, con escalones, lo que impedía la circulación de animales o carros. En consecuencia, todo el desplazamiento se realizaba a pie. El firme de las calles estaba compuesto por roca natural o tierra apisonada. Además de servir como vías de circulación y comunicación entre las distintas partes del poblado y sus edificios, estas calles también cumplían la función de drenar en caso de lluvia. No está claro si el agua resultante se evacuaba fuera de las murallas mediante desagües, como se ha observado en algunos poblados ibéricos, o si se canalizaba hacia una cisterna, tal como se documenta en la arqueología ibérica.

Arquitectura

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Las residencias fueron edificadas empleando mampostería, utilizando las piedras disponibles en las cercanías del poblado. Muchos de los muros fueron construidos exclusivamente con esta técnica, aunque en ciertas instancias, la mampostería se utilizó como cimiento para continuar el muro con adobe o barro. Es digno de mencionar la notable preservación de las paredes de las viviendas, las cuales alcanzan una altura de hasta dos metros, así como la excelente conservación de la estructura defensiva, incluyendo las murallas, la puerta de acceso al asentamiento y las torres, que en algunas áreas superan los dos metros y medio de altura. [2]

Lo más sobresaliente en la arquitectura del Puig de la Nau es la presencia de viviendas de dos niveles, conectadas por escaleras de mampostería o madera, o con acceso a la parte superior aprovechando los desniveles del terreno. Las paredes se decorarían o blanquearían, y en ocasiones se pintarían con colores rojos o amarillos, formando franjas. El techo de las edificaciones se confeccionaría mediante la colocación de viguetas de madera sobre las cuales se colocaba un entramado, finalizando con una capa de barro que proporcionaba impermeabilización y aislamiento contra las inclemencias del tiempo. El techo sería plano, ligeramente inclinado para dirigir el agua de lluvia hacia la calle. En el interior de las casas, habría una división en diferentes estancias, algunas de las cuales albergarían fogones en el centro. Existen distintos diseños de distribución, incluyendo edificios de una sola habitación, otros de dos, otros de tres o más. En algunas situaciones, las habitaciones se ubicarían en diferentes niveles, mientras que en otras, la comunicación entre las habitaciones se daría solo a través del pasillo.

La información proporcionada por los utensilios descubiertos, la distribución de los hallazgos dentro de las construcciones, y los datos arqueológicos ofrecen detalles sobre la funcionalidad de estas edificaciones. Algunas viviendas presentan habitaciones con usos específicos, hay estructuras destinadas al almacenamiento y la producción, otras para el culto religioso, así como edificaciones designadas para la residencia del jerarca y la administración del poblado.

Espacio defensivo

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La estructura defensiva del Puig de la Nau se caracteriza por su complejidad y gran interés, destacando especialmente la muralla construida con mampostería y los parapetos elaborados con la misma técnica. Las esquinas y los puntos estratégicos de la muralla se refuerzan con torres. Justo delante de esta estructura, se encuentra otro muro que conforma la antemuralla, cuya función es evitar el acercamiento de maquinaria de guerra durante un asalto, aunque el terreno podría dificultar este desplazamiento con grandes artefactos. La antemuralla también crea un pasadizo que obliga al asaltante o a quien ingresa al poblado a seguir un camino estrecho, fácil de vigilar y donde sería complicado llevar a cabo un ataque.

Enfrente de la puerta de acceso al poblado, hay una abertura estrecha de 0,90 metros de ancho ubicada en una curva de la muralla. En este lugar se situaría el cuerpo de guardia, un espacio especial dedicado a la vigilancia y defensa, ya que detrás de él se encuentra la vivienda principal del habitante, presumiblemente la residencia del jerarca.[1]

Bibliografía

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OLIVER FOIX, Arturo; PEREA CAVEDA, Alicia. "El deposito ritual del Puig de la Nau (Benicarló, Castellón)". Quad. Preh. Arq. Cast. 20, 1999.

OLIVER FOIX, Arturo. El puig de la nau : Un hábitat fortificado ibérico en el ámbito mediterráneo peninsular. Núm.4 (Monografies de Prehistòria i Arqueologia Castellonenques). Castellón: Servicio de Publicaciones Diputación de Castellón; N.º 1 edición, 1995.

Referencias

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  1. a b c d e «Yacimiento arqueológico del Puig de la Nau, Benicarló, Castellón, España, Europa». www.castellonarqueologico.es. Consultado el 18 de diciembre de 2023. 
  2. «Poblado ibero Puig de la Nau». Benicarló Travel. Consultado el 18 de diciembre de 2023.