Usuario:Miriamclaribel/Taller

Mujeres paceñas en la Independencia

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“Mujeres tenéis que temer que complican esta revolución” “Mujeres hay entre las paceñas que excedieron a las espartanas” Estas fueron algunas de las frases expresadas por Felix Reyes Ortiz en 1885 en un folleto titulado “Las Lanzas” (Wexler, 2000); frases que, sin duda, describen la admirable participación que tuvieron las mujeres paceñas durante la Independencia (1809-1825).

En el movimiento revolucionario paceño se desarrolló tanto en el área urbana y rural, dejando de lado toda estratificación social al haber contado con la participación de hombres y mujeres criollas, cholas, indias, comerciantes, artesanos. Es de resaltar las conspiraciones estratégicas paralelas que se suscitaron en el área rural, aspecto que no solo corrobora la participación indígena, sino también que fue un elemento clave para la victoria revolucionaria (Soux, 2011).

La mujer en el proceso Independentista

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Desde 1809 hasta 1825, los movimientos independentistas sembrarían los albores de Bolivia y se caracterizarían por ser detonantes de otros movimientos en Sudamérica; sin embargo, este proceso revolucionario no se limitó a la participación de quienes fueron conocidos como héroes de la Patria.

La mujer - en este contexto - fue relegada a la custodia y tutela de su esposo o padre, prohibiéndole su participación en contiendas bélicas y limitándolas al trabajo doméstico; sin embargo, gran parte del proceso independentista fue acompañado por mujeres, que desde su posición asignada supieron acompañar de cerca todo el proceso, muchas ejerciendo roles de informantes, espías y estrategas; otras, ejerciendo roles de enfermería; otras, como financiadoras de la revolución (empeñando sus joyas e incluso implementando fábricas de municiones en sus propiedades); hechos que, sin duda fueron importantes para la consolidación de Bolivia.

Vicenta Juaristi eguino

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“¡Ah! la Azurduy de Padilla peleaba en los campos de batalla por la patria, era la Débora del patriotismo; pero la Eguino era la madama Roland de los Girondinos de La Paz. Ella les inspiraba su entusiasmo, su amor a la libertad, su patriotismo por la gloria republicana. No era docta como la baronesa de Stael, pero tenía el corazón de Judhit o de Carlota Corday” (Urquidi, 1919).

Nació en La Paz, un 3 de abril de 1785. Durante la revolución del 16 de Julio de 1809 se dice que Vicenta Juaristi fue la primera en organizar reuniones conspirativas secretas, tras el denominativo de tertulias, en sus inmuebles. Esto se debió a que los varones eran férreamente vigilados por la guardia española, mientras que veían la organización de la mujer como insignificante. La casa ubicada en la calle chirinos (De la Torre, 1977) fue cede principal de dichas reuniones. Además, puso a disposición sus casas para la fabricación de municiones, como la ubicada en Alto de Santa Barbara (Seoane, 1997), en la que trabajaban muchas mujeres del pueblo y a través de ellas se llegaba a otras mujeres, invitándolas a participar y apoyar la revolución. En este proceso conocería a quien seria su compañera inseparable, Úrsula Goyzueta, y a otras mujeres comprometidas con la causa libertaria como Simona Manzaneda; con quienes prepararon muchos complots, y desarrollando también la actividad de espías e informantes llevando instrucciones escondidas en sus presillas y penetrando cuarteles infiltradas como si fueran vendedoras.


Simona Josefa Manzaneda

Ursula Goyzueta:

María Josefa Pacheco y Muñoz, propietaria de varias casas en el barrio “Comercio”, en las cuales se armaron complots contra el ejército realista. Se dice que ella que fue una de las primeras mujeres que desafió la ira de los españoles (De la Torre, 1977). Estuvo casada con el protomártir Gregorio Pérez García. Petrona Torrez y Duran, de quien se recuerda como una de sus hazañas el enfrentamiento que sostuvo con el gobernador Antonio Bungunyo. Este mandó a capturar a Romualdo Herrera —esposo de la revolucionaria— a su domicilio, respondiendo ella con una furia desafiante, voz sonora y llena de orgullo: “idle a buscar a Sorata donde ha ido a juntar tropas y yo le he dado 500$ de mi gasto para que compre armas” (De la Torre, 1977). La reacción del bando realista no se dejó esperar, sufriendo embargos de bienes y represalias, sin embargo, la causa libertaria la llevo a participar activamente en la revolución de 1809 y otras insurgencias. Ramona Sinosaín, junto a Úrsula Goyzueta, protagonizó la toma de la plaza principal de la ciudad en 1814, al disparar fuegos desde un cañón (Aranzaes, 1915) contra las tropas realistas. Tras esto el ejército patriota se anotó una victoria parcial. Se dice que, el 28 de septiembre de aquel año, actuó en la derrota y linchamiento del gobernador de La Paz Valde hoyos. Ramona fue una mujer que sacrificó mucho por la causa libertaria, su fortuna, incluso su bienestar personal.

María de los Dolores Linares, es recordada por promover a su esposo, Melchor Terrazas, y a sus cuatro hijos a formar parte de la revolución, siendo confinada a Pelechuco por sus actos revolucionarios. Alcanzada la libertad solo dos de sus hijos sobrevivieron, enfrentó el dolor con total entereza y orgullo. María Manuela Sagarnaga, es recordada por las negociaciones que entabló con el entonces brigadier realista José Manuel de Goyeneche para la liberación de su hermano, Juan Bautista Sagarnaga, y de su esposo, José María Valdez. Ella ofreció una suma de dinero a cambio de sus vidas, a lo que Goyeneche aceptó, sin embargo, faltando a su palabra el brigadier decapitó a su hermano. Por sus actos revolucionarios, como la toma de la plaza principal de La Paz en 1814 y participar en la derrota y linchamiento del gobernador Valde Hoyos, María sufrió espionaje, mortificaciones, destierro y fue obligada al pago de multas por el delito de “ser patriota”. María Manuela Campos y Seminario y María Dolores Mantilla, fueron otras dos mujeres que debido a sus actos revolucionarios sufrieron la expropiación de sus bienes y la pérdida de sus esposos y otros familiares, al ser sentenciados a la horca tras su captura en 1809. Tras la captura de sus esposos, Gregorio García Lanza y Manuel Victorio García Lanza, respectivamente, solicitaron audiencias para rogar por sus vidas, mismas que no fueron atendidas por Goyeneche. Se cuenta que, tras la negativa, María Manuela exclamó: “Sobre la frente de Goyeneche caiga la sangre de Gregorio García Lanza” (De la Torre, 1977). Las historias heroicas de las mujeres paceñas, en muchos casos, tuvieron desenlaces manchados por la expropiación de bienes (Pinto, 1909), luto de familias, tortura, orfandad, destierro, incluso pobreza. Homenaje perpetuo a: Vicenta Juariste Eguino, Úrsula Goyzueta, Simona Josefa Manzaneda, María Manuela Campos y Seminario, María Dolores Mantilla, María Manuela Sagarnaga, Ramona Sinosaín, Isabel Calderón, Juana Manuela de la Sota y Parada, María de los dolores Linares, Manuela Iriarte, Manuela Pagadora de Graneros, Petrona Francisca Blacader Cañisares, María Carmen Rodríguez de Jaén, María Mercedes Cabrera de Jiménez, Marcela Catacora y Heredia, María Josefa Pacheco y Muñoz, Petrona Torrez y Duran, Manuela Josefa de la Concha Olmedo, Manuela Durán, Tomasa Murillo Durán, María Teresa Arduz Zelaya, María Vicenta Valdivia, Manuela Gutiérrez, María Manuela Rocha, Rosalía Cortez, Magdalena Rocha y a todas las heroínas anónimas paceñas.