Usuario:Larissæ/Taller/Batalla de la Hacienda Concepción de Ramírez
Larissæ/Taller/Batalla de la Hacienda Concepción de Ramírez | ||||
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Parte de Anexion Mexicana de El Salvador | ||||
Fecha | 8 - 10 de Abril de 1822 | |||
Lugar | Hacienda Concepción Ramírez, El Salvador | |||
Resultado | Victoria Salvadoreña | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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Bajas | ||||
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La Batalla de la Hacienda Concepción Ramírez fue un enfrentamiento librado entre tropas salvadoreñas dirigidas por el Comandante de Armas de San Vicente don Rafael Castillo, y las mexicanas dirigidas por el Comandante de Armas de San Miguel, don Julio Gómez.
Antecedentes
editarDias antes, el Coronel Manuel Arzú, al mando de tropas guatemaltecas imperialistas, ocupan militarmente Santa Ana y Sonsonate.< Los comandantes de ambos lados trataron de llegar a un acuerdo donde el Comandante Rafael Castillo trato de convencer al Comandante Julio Gómez de lo inútil de su arrogancia.
La batalla
editarEl 8 de abril llegan a San Miguel cincuenta hombres del Fijo de Granada, otros cincuenta el día 12, sin armas y muy insubordinados, y mal dispuestos, con lo que se auxilia la guerra contra El Salvador. Ambos ejércitos se lanzaron al combate el 8 de Abril.[1] Naturalmente el lector desea saber el resultado. Nada más fácil para conocer la verdad, aunque parezca contradictorio, que los propios informes que el Comandante de Armas Coronel Julio Gómez, envió a las autoridades supremas de México y Guatemala. De esos Informes tomamos textualmente lo siguiente: “por los documentos adjuntos se impondrá V. E. del cumplimiento que di a sus órdenes (se dirige al Capitán General de Guatemala Brigadier Gabino Gaínza) de marchar contra San Salvador, ocupando de paso la Villa de San Vicente. Este escuadrón se ha cubierto de gloria, y aunque se consiguió la finalidad de impedir fuesen enviados refuerzos a San Salvador, bien conozco que no se logró el principal objetivo; la ocupación de San Vicente. Dos causas lo impidieron: 1 el mal estado de la artillería y 2 que habiendo salido las divisiones del Fijo, el 19 o 20, de Granada con órdenes de estar aquí a marchas dobles, no aconteció así, pues la 1ra división compuesta de 50 hombres, sin pertrecho alguno y muy insubordinados, llegó el 8 y la segunda en el mismo modo, el 12. De suerte, que aún cuando hubiesen llegado a tiempo, su corto número, falto de municiones y la mala disposición de la gente que es la más, de los puntos dicidentes, quizá hubiera empeorado las cosas”. Y en el informe a las autoridades supremas de México, les dice el Comandante Gómez, en pormenorizado relatorio, firmado en San Miguel el 15 de abril de 1822, que cuando pasó el río Lempa yendo de San Miguel hacia San Vicente, pernoctó con su tropa en la Hacienda Concepción Ramírez, cuando fue atacado por las fuerzas de San Vicente, comandadas por los “sediciosos” Fray Tasajo, o sea un “italiano” llamado Rafael del Castillo y el Sargento Modesto Chicas. Que los vicentinos dice el informe, eran como 300 lanceros montados y 400 a pie; con un cañón de “fierro” y 2 de madera. Que al ser atacados, su fuerza repelió el ataque con ardor, pero a los cuatro tiros se inutilizaron sus cañones, quebrándose las cureñas. Al mismo tiempo lo abandonaron los 50 hombres que traía de Usulután, mientras tanto, el enemigo, es decir, la tropa vicentina, se desplazó hacia una loma, desde donde continuó un “fuego vivísimo”, pero que no le causó daño. El informe del Coronel Gómez es muy largo, pero confiesa, que debido a contratiempos, a mal funcionamiento de su armamento, a falta de cartuchos y a otras causas, hubo que reflexionar. La tropa no había comido más que media ración en 24 horas; y además de todo eso, un espía en su tropa, echó al río Lempa todos los víveres que traía de Usulután y Jiquilisco.[1] Para cerrar las dificultades, dice el Coronel Gómez, las mujeres no podían moler el maíz para las tortillas, debido al continuo fuego del enemigo. Fue preciso, concluye su informe, “tomar la resolución de retirarme dejando clavados y desmontados los cañones; y como a las nueve de la noche, salvando el poco dinero de la Caja Militar, los equipajes y la tropa de mi mando, llegué al amanecer a Jiquilisco distante unas 12 leguas del punto que ocupamos”.
De este informe se desprende con entera claridad, que el Comandante Gómez fue completamente derrotado por las fuerzas vicentinas que fueron comandadas por el Coronel Rafael del Castillo[1], y que tenían por Jefe Supremo al Gobernador político, el zacatecoluquense ilustre don Juan Vicente Villacorta. En esta acción de armas tuvo su bautizo de fuego otro hijo de Zacatecoluca, también muy ilustre por cierto, el General Nicolás Angulo. Don Manuel Jiménez, en un estudio biográfico referente al General Angulo, al referirse a los episodios que hemos narrado, dice: que cuando las tropas vicentinas resolvieron atacar, llamaron al soldado tambor, Nicolás Angulo, para que tocara carga, le facilitaron un caballo y al toque de guerra, se lanzaron sobre la caballería enemiga, la cual huyó abrigándose en los corrales de piedra de la hacienda “Ramírez”. La infantería atacaba mientras otros, incendiaban la casa con “manojos de zacate” ardiendo, que lanzaban con largas varas, para obligar a las fuerzas imperialistas a salir a campo raso.
Secuelas
editarDurante todo el tiempo que duró la batalla de Ramírez, don Juan Vicente Villacorta desde San Vicente, mandó refuerzos y víveres y con su patriotismo nunca desmentido, inyectó entusiasmo y valor cívico al pueblo de San Vicente.[1]
Después de la derrota, después de la huida de las fuerzas invasoras, el Comandante Castillo concedió ascensos militares a quienes más se distinguieron. El soldado Nicolás Angulo fue ascendido a Cabo Segundo, cuando apenas tenía 18 años. Tocando alegremente su tambor regresó con las tropas triunfantes a San Vicente. El día del regreso, desde muy temprano, todos los habitantes de San Vicente estaban en las calles, en las puertas y ventanas, esperando la entrada de la tropa vencedora. Marchaba la columna en dos filas separadas, llevando en su centro, en carretas tiradas por bueyes, los dos cañones, los fusiles, el “parque” y demás pertrechos militares tomados al enemigo. La tropa dio vuelta a la Plaza donde ahora se eleva esbelta la torre del reloj, en medio de las vivas, gritos y alegría popular.[1]