Usuario:Adriainna/Taller
Leyenda de "El Monasterio de San Juan de la Peña"
editarEl Monasterio de San Juan de la Peña se encuentra situado en Botaya, al suroeste de Jaca, Huesca, Aragón, fue el monasterio más importante de Aragón en la alta Edad Media y es considerado como el sacro recinto donde se asentaron las bases de lo que iba a ser Aragón. La construcción de este monasterio siempre ha sido un misterio pero la leyenda cuenta la que podría ser su historia real de cómo se creó.
Cuenta la leyenda que había un caballero cristiano de noble familia que vivía en Atarés llamado Don Juan de Atarés. Un día, a fines del siglo VII, sin más motivo que una enorme vocación religiosa, decidió renunciar a sus bienes, y abandonar su precioso palacio por una incómoda cueva del Monte Pano, en la Sierra de San Juan, cerca de Jaca.
Un día le sorprendió el ruido de pasos de alguien que entraba en la cueva, y al girar la cabeza se quedó asombrado al ver a un caballero, ricamente vestido, que amablemente le dijo:"¡Pobre don Juan! Tira esos harapos, vuelve a vestir de púrpura y oro, como te corresponde, sígueme y te mostraré el destino que te aguarda". El caballero bien hablado era el propio Lucifer, le cogió del brazo a Don Juan, y éste se dejó llevar hasta el exterior de la cueva. De pronto se oyó un estruendo, las piedras de la montaña comenzaron a moverse y ellas solas formaron columnas, arcos, bóvedas y muros, en tal forma que Atarés vio ante sus ojos un palacio. En este momento Satanás dijo a don Juan: "Ya ves de lo que soy capaz. Entrégate a mí y cuanto alcanza mi poder será tuyo. Renuncia desde ahora a ese Dios que consiente que vayas vestido como un mendigo". Atarés comenzó a rezar el Padrenuestro, y cayó hacia el suelo. Lucifer desapareció, y cuando Atarés despertó se encontró en presencia de un ángel. Inmediatamente oyó un estruendo, similar al que escuchó cuando estaba con el caballero. Todas las piedras del palacio se desmoronaron. Entonces el ángel le habló a Atarés y le dijo: "Ya ves lo que queda del poderío del enemigo de Dios que ha venido a tentarte. Ahora desciende al valle, trasládate al Monte Uruel, verás otra gran cueva, en la que por voluntad de Dios, que está contigo, labrarás un altar a San Juan Bautista, a quien encomendarás tu alma". Al momento desapareció el ángel. Atarés quedó desconcertado, y cuando volvió en sí se encaminó hacia el valle para cumplir la orden recibida del ángel. Atáres encontró la cueva indicada, donde existía una inmensa extensión capaz de albergar a cerca de quinientas personas; colocó una imagen de San Juan Bautista en un improvisado altar, y cuando presintió que iba a morir esculpió en una piedra esta inscripción:
"Yo, Juan, primer anacoreta de este lugar, habiendo despreciado el siglo por amor de Dios fabriqué, según alcanzaron mis fuerzas, esta iglesia en honor de San Juan, y aquí reposo".
Tiempo después, unos nobles habían construido una fortaleza en uno de los montes cercanos al lugar donde Don Juan había esculpido la frase. Estos nobles eran un padre y dos hijos llamados Félix y Voto. Una tarde de otoño, Voto salió de caza a caballo por los montes. Vio un ciervo y corrió tras él. El ciervo, en la huída, cayó a un abismo. Voto no podía controlar al caballo y creyó que iba a correr la misma suerte del ciervo y rezó a San Juan Bautista. Entonces el caballo se paró en seco, con las patas traseras en el mismo borde del precipicio.
Después de este suceso Voto clavó sus rodillas en el suelo y dio gracias a Dios por haberle salvado de caer en el abismo. Quiso entonces ver el lugar donde había caído el ciervo y llegó al umbral de una cueva. Entró en ella y se llenó de asombro al contemplar el cadáver de un ermitaño con la cabeza apoyada sobre una piedra, en la que aparecía la inscripción antes citada. El noble Voto le rezó al cuerpo y salió de la cueva, montó a caballo y se volvió al monte donde le estaba esperando su hermano Félix. Después de contarle lo que había ocurrido le contó que había pensado en ceder a los pobres sus bienes y quedarse en la cueva de Atarés para rezar. Su hermano Félix, dijo que él se marchaba también y ambos se instalaron en la cueva y allí vivieron apartados del mundo.
Pocos años después se les añadieron otras dos personas más, llamados Benedicto o Benito y Marcelo. Un día, entre los años 716 y 724, vieron con gran sorpresa que unos 300 cristianos entraban en la cueva para ponerse bajo los cuatro cenobitas Voto, Félix, Benedicto y Marcelo, porque iban huyendo de una nueva invasión de los musulmanes. Celebraron durante varios días oraciones y penitencias con ánimo de conseguir el auxilio divino y después, por consejo de los ermitaños, se acordó hacer frente a los enemigos y organizar una monarquía. En aquella inmensa gruta quedó proclamado primer rey de Sobrarbe Don García Jiménez, señor de Amezcoa y Abárzuza. Marcharon todos los guerreros bajo el mando de don García y conquistaron la población de Aínsa, que quedó designada como capital del nuevo reino. García Jiménez mandó construir en la cueva una iglesia en 732, y fundó un monasterio para monjes de San Benito.
Esta leyenda ha pasado de padres a hijos desde el pasado y nos deja una enseñanza . En la que da importancia a la fe y cuestiones religiosas , y renuncia al mal, donde el protagonista abandona su vida repleta de riquezas para pasar a vivir una vida basada en la religión. Por último esta historia no solo tiene valores religiosos , también cuenta cómo se produjo la formación del reino de Aragón y lo más importante, el Monasterio de San Juan.