Relaciones Chile-Francia

Relaciones bilaterales entre Chile y Francia

Las relaciones Chile-Francia son las relaciones internacionales entre la República de Chile y la República Francesa. Estas relaciones se formalizaron diplomáticamente en 1831, pero la presencia francesa en Chile comenzó con el paso por sus costas de filibusteros en el siglo XVII, aunque comenzó a ser notoria en el siglo XVIII, mediante la actividad de exploradores ycontrabandistas franceses que burlaban las leyes coloniales españolas. El siglo XIX fue un período de gran influencia cultural, científica, militar y política francesa sobre las élites chilenas y en la independencia del país. Esta influencia fue desarrollada a través de una migración de técnicos, comerciantes, militares, educadores y artistas franceses a Chile. Pero, simultáneamente, también el siglo XIX fue un período de roces, por los planes del expansionismo francés del Segundo Imperio en Magallanes, la intervención francesa en México (que provocó un profundo rechazo en las élites liberales chilenas) y la frustrada aventura del Reino de Nueva Francia (Araucanía y Patagonia), una iniciativa financiada inicialmente por élites francesas para crear un estado satélite en territorios indígenas que Chile (y Argentina) consideraban propios. El siglo XX fue marcado por una gran presencia y aportes de artistas, intelectuales y exiliados chilenos en Francia, la reducción drástica de la influencia francesa en Chile en materia militar (reemplazada por la influencia prusiana y, después, estadounidense), así como de su gradual disminución en términos culturales, frente a la hegemonía estadounidense que se desplegó a lo largo de esa centuria. Aunque persisten y se desarrollan hasta la actualidad numerosos lazos educacionales, económicos, políticos, científicos, artísticos y migratorios entre ambos países.

Relaciones Chile-Francia
Bandera de Chile
Bandera de Francia
     Chile
     Francia
Misión diplomática
Embajada chilena en París Embajada francesa en Santiago
Embajador

Historia

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Temores de incursión francesa en tiempos de Pedro de Valdivia

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Las primeras relaciones históricas conocidas entre Chile y Francia son indirectas. En 1544 por ejemplo, el gobernador del Perú, Vaca de Castro, envió a Chile al navegante Juan Bautista Pastene al mando de un navío para que estuviera disponible para defender el territorio en caso de una incursión en el Pacífico de los franceses, que en tiempos de Francisco I se encontraban en largas guerra con la monarquía española encabezada por Carlos V. Ante estas preocupaciones, el conquistador español de Chile, Pedro de Valdivia, respondió, al decir del historiador Barros Arana, de manera "sobradamente arrogante": "Podemos vivir bien seguros de franceses en estas partes, porque mientras más viniesen más se perderán".[1]​ Esta comisión de Vaca de Castro dio ocasión a que Pastene hiciera, por orden de Valdivia, la primera exploración europea por mar de la costa poblada por el pueblo mapuche, hasta los 41°S de latitud.

Aunque en la hordas conquistadora de Chile hubo alemanes, griegos, portugueses, lombardos, napolitanos y genoveses (como el propio Pastene), además de -por supuesto- españoles, esclavos africanos e indígenas yanaconas de otras regiones (como Perú), no se tiene noticias de franceses en el país en el siglo XVI.

Se sabe que en 1561 Francisco de Villagra, durante su entrada solemne en Santiago como gobernador, en habría vestido "una ropa francesa de terciopelo negro aforrada de martas", según Gongora Marmolejo, [2]​lo que constituye un registro temprano de uso de bienes de lujo franceses en Chile.

Siglo XVII: Primeros franceses (filibusteros, un soldado y un herbolario)

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El filibustero francés Raveneau de Lussan, que, a fines de la década de 1680, usó como base Juan Fernández, naufragó en Magallanes (Isla Santa Inés) y, con sus compañeros, logró volver a Francia en un pequeño bergatín hecho con los restos de su anterior buque. La imagen es una representación idealizada impresa en una caja de cigarrillos de la década de 1880.

Entre los primeros hechos históricos que directamente ubican a franceses en Chile, o en el actual territorio de Chile, está la aparición de bucaneros de dicha nación en las costas hacia la segunda mitad del siglo XVII. El filibustero Jean Baptiste de la Feuillade sería el primero, en 1667, quien naufragó en el Estrecho de Magallanes.[3]

Simultáneamente, cuando una cédula de la corona española del mismo año, 1667, ordenó empadronar a los extranjeros presentes en las colonias, la gobernación de Chile respondió que entonces "no hay mas francés que un pobre soldado que vino de España en la tropa que trajo por Buenos Aires el gobernador don Francisco de Meneses",[4]​ el anterior capitán general de Chile entre 1664 y 1667, aunque no se puede descartar casos anteriores de residentes en el país de esa nacionalidad.

En 1674 Diego de Rosales, en su Historia General del Reino de Chile da también testimonio de que, en fecha que no menciona, estuvo en Santiago de Chile un "médico francés, grande herbolario y docto en su facultad", cuyo nombre tampoco proporciona. Éste médico, en la versión de Rosales, elogiaba la variedad de plantas chilenas de uso medicinal: "Se admiraba de ver a cada paso tantas y tan excelentes yerbas medicinales, y decia: que no habían menester los que habitaban en esta tierra boticas ni medicinas, porque en las yerbas, si las conocieran, tenían cuanto pudieran desear".[5]​Algún autor, pese a la vaguedad del dato, y sin hacer crítica o mención a las noticias anteriores sobre el filibustero Feuillade y el "pobre soldado" anónimo, señala a este herbolario desconocido como el "primer francés del que hay memoria en Chile".[6]

 
Iglesia del convento de Sto. Domingo en La Serena donde se guarecieron en 1686 los hombres del filibustero Davis (entre ellos veinte franceses), mientras se enfrentaban con los milicianos locales quienes finalmente expulsaron a los piratas de la ciudad propinándoles fuertes bajas.

El historiador Mateo Martinic[3]​ señala que más bucaneros franceses (junto con piratas ingleses, como John Eaton y Basil Ringrose, que antes tomaron el mismo rumbo, en 1684) operaron entre 1687-1694 apoyándose en el archipiélago de Juan Fernández, frente a Chile continental. Allí se llegaron a concentrar 5 buques de antiguos piratas del Caribe, franceses e ingleses, que habían cambiado su zona de pillaje debido a la mayor represión de la actividad por parte de las autoridades británicas de Jamaica. Así fue como pasaron al Pacífico por tierra a través de Istmo de Panamá, para luego obtener grandes botines en lugares como Acapulco y Guayaquil. Un grupo de piratas franceses establecidos en Juan Fernández, cuando se dispersó la flotilla filibustera, intentó su vuelta a Francia por la vía del Estrecho de Magallanes en un buque de 200 toneladas, que contaba entre sus tripulantes a "unos tales Massertie (Macerty o Mac Carthy), de la Marre y Jouhan de la Guilbaudière",[3]​ junto a Ravenau de Lussan, quien publicó en 1689 un relato de su odisea, que con el tiempo sería reeditado varias veces en Francia. En Magallanes la nave de los filibusteros franceses resultó seriamente averiada, al ser arrojada contra rocas marinas en la Isla Santa Inés. Allí los piratas franceses vivieron un tiempo de privaciones como náufragos, conviviendo con los indígenas kawéskar, para luego lograr construir un pequeño bergantín de unas doce toneladas con los restos del naufragio y reempreder su accidentada travesía exitosamente hasta su país natal.[3]​La aventura de los filibusteros narrada por De Lussan incluso llegaría a ser comentada elogiosamente por Voltaire, quien afirmó que:[7]

“...La retirada de los diez mil siempre será más célebre, pero no se puede comparar con ella (la aventura del bucanero Ravenau de Lussan y sus compañeros)”.
Voltaire

En cambio, el historiador chileno Barros Arana, quien creía que el bucanero "no llegó a las costas de Chile", describe a De Lussan como un: [4]

"... aventurero ignorante y supersticioso, que parece creer en todo género de patrañas, incluso, el trato de los indios con el demonio que les servía para conocer el ponvenir, católico devoto, pero de la más dudosa moralidad, (... quien) refiere esas campañas con un estilo fácil y agradable, y no disimula sus horrores, contra los cuaIes no tiene, sin embargo, esos arranques de indignación que habría debido producir el recuerdo de tales piraterías".
Diego Barros Arana

Un grupo de once franceses formaban parte de la tripulación del pirata William Knifgt (que en su mayoría eran ingleses). Estos asolaron la costa de Limarí y Tongoy, en 1686, donde fueron sorprendidos por tropas despachadas a batirlos en la playa. Allí murieron tres ingleses y un francés fue herido y tomado prisionero. El grupo de Knifgt, tras estos reveses, decidió volver desde Juan Fernández a las Antillas siguiendo la ruta del Cabo de Hornos.[4]

Otro partida de estos piratas que incluía franceses fue la de Edward Davies (sesenta ingleses y veinte franceses), quienes intentaron tomar La Serena en septiembre de 1686. Pero, tras vencer la resistencia de las milicias y trincheras de los locales, acosados por disparos desde todas direcciones, se debieron encerrar en un convento, de que salieron huyendo finalmente, mientras eran perseguidos y acosados por la población local, perdiendo 9 hombres en la frustrada incursión.[4]​Aunque al año siguiente los de Davies obtendría cuantiosos botines en Arica (entonces bajo jurisdicción directa del Virreinato del Perú) y Guayaquil.

1695-1700: Primeras tentativas de colonización francesa en Magallanes

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Puerto Gallant (Port Galant en francés) un lugar considerado por las autoridades del gobierno de Luis XIV como ubicación tentativa para establecer una colonia francesa en Magallanes que no llegó a concretarse.[3]​ El grabado corresponde a las publicaciones de la posterior expedición de Julio César Dumont d'Urvill, quien volvería a sugerir al almirantazgo francés establecer una posesión en la zona magallánica en el siglo XIX.

Tras los relatos de los filibusteros, la corona francesa envió dos expediciones estatales al Estrecho de Magallanes, la de Jean Baptiste de Gennes (1695-1697) y la de Jacques Gouin de Beauchêne (1698-1700), que exploraron la costa, aunque fallaron en el objetivo inicial que las guiaba, según Mateo Martinic, instalar un establecimiento colonial en Puerto Gallant (Port Galant en francés) o algún sitio de las inmediaciones que les sirviera de base en la región.[3]

 
Portadilla de la crónica de la gran expedición de De Gennes, que falló en su empeño de establecer un asentamiento francés en el Pacífico patagónico, al no poder trasponer el Estrecho de Magallanes.

La primera de ellas, la de De Gennes, se organizó a partir del cabildeo del bucanero Macerty, compañero de la aventura de Raveneau de Lussan, quien sugirió a las autoridades francesas establecer una colonia en el extremos sur de América. Se reclutaron 720 hombres y existió gran apoyo de Luis XIV, quien le ofreció al comandante De Gennes los buques que requiriera.[4]​Pero la expedición perdió tiempo en incursiones en la costa africana y una larga recalada en Río de Janeiro,[4]​ llegando a Magallanes cuando el verano terminaba. Así que, como los vientos contrarios no les permitían trasponer el Estrecho, finalmente decidieron, acosados por el hambre, regresar a su patria a mediados de abril de 1696. Barros Arana señala que:[4]

"Este resultado tan poco satisfactorio, y que los expedicionarios atribuían a efecto de la estación y de los vientos, revelaba que ellos no poseían las dotes de carácter ni la pericia de marinos de los que con recursos mucho más modestos habían ejecutado en aquellos mares proezas verdaderamente maravillosas"
Diego Barros Arana

Siglo XVIII: Contrabando francés en el Concepción colonial

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Diagramas detalladados de las defensas militares de Valparaíso, difundidos en Francia por el explorador Frézier. Su expedición de 1712 también participó en el contrabando francés en las costas de Chile: "...La esperanza de comerciar no debía retenernos en Concepción, porque, además de que los dos navíos (franceses) que acabo de nombrar habían abastecido la ciudad de las pocas mercancías que necesitaba, Champloret le Brun, capitán del Assomption, se encontraba allí desde el 24 de junio, tratando, como nosotros, de vender para pagar sus víveres, de modo que decidimos ponernos en marcha para ir a negociar al Perú". [8]

La presencia de franceses en Chile comenzó a ser más notoria en medio de las alianzas dinásticas entre Francia y España y los llamados Pactos de Familia, en el siglo XVIII, cuando ambas coronas estaban en manos de los borbones. Esto dio pie a mayores actividades legales e ilegales, como el contrabando, por parte de franceses, principalmente en la zona de Concepción, que aprovechaban el permiso dado por el gobierno español para que buques franceses recalaran en puerto para hacer, en teoría, sólo reaprovisionamiento y reparaciones. Así, con la connivencia o complicidad de gobernadores y corregidores locales, como Juan Andrés de Ustáriz y Juan Corral Calvo de la Torre, "el contrabando francés que se extendió por el Pacífico, tuvo en Concepción su puerto de 'abrigo y provisión universal', como lo expresara el oidor José de Santiago Concha".[9]

En este contexto, entre 1701 y 1725, unos 152 buques franceses entraron al Pacífico por el extremo austral de Sudamérica, con un máximo de 20 embarcaciones en 1714.[10]

En el marco de este contrabando, algunos marinos franceses de Saint Maló terminaron afincándose en Chile, como Jean Francois Briand de la Morigandais (o Morandais, castellanizado Morandé), a quién, según la versión del historiador Vicuña Mackenna, "el amor retuvo en Concepción y el orgullo trasladó a Santiago".[11]​ Este marino, aparente miembro de la baja nobleza francesa, se casó a los 34 años con una criolla de 16 en la catedral de Concepción (1716), obtuvo nacionalidad española invocando falsos antecedentes (el apellido apócrifo "Urra de Briand")[12]​ y acumuló cierta fortuna para (y por) hacerse con el cargo de Tesorero General de la Santa Cruzada en Santiago (1725).[12]​Se sabe que esta persona introdujo desde Cádiz la única viola de la que hasta ahora se tienen registros en Chile para esos años.[13]

Adicionalmente, durante el siglo XVIII pasaron por Chile diversas expediciones científicas y de exploración francesas, que también ejercían el contrabando en sus recaladas en puertos, como las de Louis Feuillée (1709), Amadée Francois Frezier (1712), Louis Antoine Bougainville (1767) y Jean Francois de Galaup, Conde de la Pérouse (1786). Pero también hicieron investigaciones y publicaron descripciones sociales y naturales del actual territorio de Chile, [14]​que han sido citadas y consideradas muy útiles por la historiadores chilenos desde el siglo XIX. Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, los informes de estas expediciones abundan en detalles acerca de las defensas militares españolas en Chile. En esos años en Inglaterra, en esferas de alto nivel político y naval, existió la versión registrada de que La Pérouse había sido despachado al Nuevo Mundo por Luis XVIpara examinar qué puertos o estaciones de Hispanoamérica serían más convenientes para Francia y más deseables para ocupar”.[15]

Cualquiera fuera el caso, los exploradores franceses se mostraron muy interesados en sus textos acerca de la capacidad de los españoles para defender sus colonias, como atestiguan los comentarios del propio Frezier sobre Chile:[4]

"Lo que se puede decir en general de las fuerzas de los españoles en este país, es que su milicia es compuesta de hombres muy dispersados, nada aguerridos y mal armados; que la parte del norte de Chile está casi desierta, y que los indios conquistados en la parte del sur, son poco afectos a esta nación que miran como sus tiranos, cuyo yugo querrían sacudir, y que, en fin, los españoles no tienen fortificaciones en sus tierras en que puedan ponerse en seguridad, a menos de ganar las montañas; y contra las fuerzas de mar, no tienen más que las de Valdivia y de Valparaíso, la una llena de presidiarios, y la otra mal construida y en mal estado. No cuento aquí el fuerte de Chacao en Chiloé, que no merece este nombre ni por su construcción ni por sus municiones".
Amadeo Frézier

Por ejemplo, de las fortificaciones de Valparaíso, que consideraba defectuosa, Frezier dejó detallados diagramas y explicaciones de sus debilidades (véase imagen).

Influencia francesa en la Independencia de Chile

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La obra de los enciclopedistas y autores ilustrados franceses como Voltaire, Rousseau, Diderot y D'Alambert, y luego la Revolución Francesa, estuvieron entre algunas de las inspiraciones, aunque no fueron las únicas, que influenciaron a los independentistas de Hispanoamérica, que en el caso de la Chile, establecieron la Primera Junta Nacional de Gobierno en 1810 y protagonizaron los sucesos posteriores que llevaron a la emancipación definitiva de España en 1818.

De hecho, la influencia de la ilustración francesa en Chile se había manifestado ya antes de la Revolución, durante la Conspiración de los Tres Antonios (1780), en la que participaron dos súbditos franceses, Antonio Berney y Antonio Gramusset, junto al chileno José Antonio de Rojas, en un frustrado intento de convertir la gobernación de Chile en una república independiente, en tiempos en que la propia Francia era todavía una monarquía.

Napoleón frente a la independencia: Un agente napoleónico enviado a Chile para "sublevarlo"

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Tras el inicio de la intervención francesa en España hubo una pasajera política de Napoleón que apuntó a mantener la unidad del Imperio Español, bajo el reinado de su hermano, José I, incorporando algunas pretenciones de las clases altas blancas americanas en la Constitución de Bayona de 1808, que en su plan sellaría el inicio de una monarquía constitucional. Pero ante las dificultades que tuvo para controlar España, y, en segundo plano, las poseciones de la corona hispana en América, el emperador cambió de pensamiento. Así, en 1809 Napoleón fomentaría en lo posible la independencia de las posesiones de la corona española, intentando una alianza sobre el particular con Estados Unidos, país por el que sentía admiración, y buscando evitar que las posesiones hispanas cayeran en la esfera británica.

Con este fin se habrían enviado, a través de gestiones de la corte de José Bonaparte, agentes confidenciales con la misión de "sublevar" las posesiones de la corona española a principios de 1810. Uno de ellos, Remigio Aparicio, un peninsular de Vitoria, habría sido enviado a Chile, aunque su actuación concreta en el país no ha trascendido en otro registro que la lista de supuestos agentes, y las que serían las instrucciones para ellos, que se conocen por una copia que habría caído en conocimiento de las autoridades británicas en Caracas:

1) Manifestar a los criollos que S. M. I. (Napoleón) desea libertarlos de larga esclavitud. 2) Ofrece para este sus auxilios, sobre lo que esta de acuerdo con los Estados Unidos para facilitarlos. 3) Cada agente estudiando el terreno propagaran estas ideas. 4) Suspensión de remesas de dinero de las colonias a la metrópoli, libertad de comercio y de agricultura por lo cual se podrá sembrar libremente cáñamo, lino, azafrán, cultivar las viñas y el olivo. 5) Abolicion de los estancos de pólvora, tabaco y papel. 6) Los agentes deberán hacerse estimar de los funcionarios y sobre todo de los sacerdotes para que en sus confesiones persuadan al pueblo que Napoleón es enviado de Dios para castigar el orgullo y tiranía de los monarcas. 7) Recordaran los maltratos que dieron los conquistadores al indígena, robándoles la libertad y esclavizando a los señores naturales de America. 8) Compararán el talento del criollo excluido de los empleos públicos con el del funcionario peninsular siempre preferido. 9) Pondrán de manifiesto la felicidad de los Estados Unidos de Norte America con un gobierno patriótico y electivo. 10.) Se apuntarán los nombres de los adeptos y las listas se enviaran a los comisionados en A, quienes a su vez las harán llegar a Estados Unidos para las recompensas. 11.) Se abstendrán los delegados de hablar en contra de la Inquisición y de los eclesiásticos antes por el contrario abogaran por su necesidad. 12.) En los estandartes de revuelta ira escrito el mote: "Viva la Religion Católica Apostólica Romana, muera el mal gobierno". 13.) Manifestar a los indios que serán dueños de su tierra sin pagar tributo a un monarca que no existe por estar en poder de Napoleón Bonaparte, restaurador de la libertad universal. 14.) Teniendo ya todo preparado para la revolución esperar el momento para que sea el mismo en todas partes. 15.) Se tendrá cuidado de disponer de los familiares de los gobernadores, recurriendo hasta el veneno en caso necesario. 16) Estallada la revolución se procurara impedir la salida de caudales, no dejando zarpar buques. 17) Los subalternos darán parte de los progresos de la revolución a Estados Unidos por los buques preparados con ese objeto.
Resumen (de Juan Luis Espejo, 1915) de las instrucciones a los agentes napoleónicos enviados a América, según documento del archivo británico.

Las ideas finales de Napoleón sobre el colonialismo, o al menos sobre el colonialismo tradicional, fueron recogidas de él en el Memorial de Santa Elena por el conde Emmanuel de Les Cases, que tienen la curiosidad de ser venir de quien fuera personalmente el implacable conquistador colonial de Egipto y parte de Palestina:

"El sistema colonial que hemos conocido se ha acabado para nosotros, y lo está para todo el continente europeo; debemos renunciar a él y desde ahora volver nuestros ojos a la libre navegación de los mares y la entera libertad del intercambio universal".

Medidas, relaciones personales y reclutamientos

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El general de brigada Michel Sylvestre Brayer, veterano de Austerlitz, Hohenlinden, Friedland y Ocaña entre otras batallas y el oficial francés de mayor graduación que llegó a Chile. Fue enrolado por Carrera en Estados Unidos para luchar por la independencia de Chile, se incorporó como jefe de Estado Mayor al Ejército de los Andes. Al poco tiempo fue dado de baja de manera deshonrosa por San Martín. Esta medidas fue posterior motivo de debate historiográfico, con Francisco Antonio Encina afirmando que fue un chivo expiatorio de los errores de la campaña.

Durante la Reconquista de Chile por los realistas, Carrera tuvo relaciones en Estados Unidos con franceses notables del período, como el antiguo rey impuesto por Napoleón a España, José Bonaparte, o los mariscales Dauxión Lavaisse, Bertrand Clauzel y Emmanuel Grouchy. Este último incluso le entregó por escrito una evaluación y somero plan de acción para una expedición a Chile, en la que tenía intenciones de participar), el que, después de algunas consideraciones generales, sobre todo hacía hincapié en exigencias económicas, como el depósito de una gran garantía en un banco estadounidense, para el caso de que la participación de los oficiales napoleónicos en Chile acarreara represalias contra sus patrimonios en Europa. Los oficiales secretamente habrían considerado el plan de rescatar a Napoleón y otorgarle un nuevo reino en Sudamérica.

Tampoco faltaron medidas que se inspiraron directamente en antecedentes franceses, como la creación de la Legión de Mérito de Chile por O'Higgins, inspirada en la Legión de Honor creada por Napoleón.

 
George (Jorge) Beauchef, coronel de los ejércitos napoleónicos, veterano de Austerlitz y Jena, también reclutado en Estados Unidos para la causa chilena. Alcanzó la celebridad militar en Chile por su participación en la toma de Valdivia comandada por el británico Cochrane.

Pero la influencia francesa más concreta en la emancipación chilena fue la incorporación de diversos oficiales franceses, veteranos de los ejércitos napoleónicos, que terminaron luchando como mercenarios en la última fase de las guerras (desde el Cruce de los Andes de 1817 en adelante) y en la expedición libertadora al Perú embarcada en Valparaíso. Se estima que de los 2 mil militares napoleónicos que participaron en las luchas independentistas latinoamericanas, 300 lucharon y pasaron por Chile. Entre ellos estuvo el general napoleónico Michel Brayer, a quien San Martín relevó del cargo con una baja deshonrosa (según Encina,[16]​ Brayer había servido de chivo expiatorio para que la derrota de Talcahuano no afectara a O'Higgins y San Martín); pero muchos otros tuvieron participaciones laureadas, como George Beauchef (que consiguió la celebridad militar al mando de tropas desembarcadas en la Toma de Valdivia), Benjamín Viel, Ambrosio Cramer o Jean Joseph Tortel. Muchos de estos militares, que habían abandonado Francia durante la restauración borbónica y la consiguiente persecución a generales y oficiales del Imperio, adscribían a ideas republicanas y liberales por lo que les hizo sentido enrolarse como mercenarios en las luchas americanas. Estos soldados napoleónicos, en muchos casos, primero pasaron por un período de exilio en Estados Unidos, una de las pocas repúblicas que subsistían en el mundo tras la restauración absolutista en Europa (donde muchos de ellos fueron inicialmente reclutados por Carrera), para finalmente llegar a Chile vía Buenos Aires, y unirse a las tropas comandadas por San Martín. Varios terminarían ligados a acontecimientos posteriores en Chile, como Viel, que llegó a general tras participar en la derrota del bando liberal en la Batalla de Lircay, pasar un exilio en Perú y posteriormente retornar para realizar un servicio final en Chile.

En el contexto de las relaciones de Chile y Francia para este período existe, así mismo, la persistente versión de que Cochrane, el díscolo almirante británico al mando la primera escuadra chilena, habría tenido el plan de rescatar a Napoleón de Santa Elena para ponerlo al mando de las tropas independentistas en las batallas finales y decisivas del proceso en Sudamérica. Pero, a partir de la investigación de Barros Arana, basado en el testimonio de Beauchef transmitido a él por Lorenzo Sazié, se explica que la especie se basa en una mera conversación que a bordo de la escuadra, camino de la toma de Valdivia, sostuvieron Cochrane y Beauchef, en la que el segundo añoraba y el primero aprobaba (ya decepcionado del mando de San Martín) la posibilidad de un plan semejante. En la conversación Cochrane, conocido por su audacia, habría llegado a señalar que estaba dispuesto a tomar el mando de una pequeña escuadra para rescatar al depuesto emperador francés “y traerlo a esta América para que, al mando de las fuerzas independientes, concluyera de una vez, en una o varias batallas, con el poder español", lo que no habría pasado de una simple idea de sobremesa en la cámara de oficiales.[17]

Límites de la influencia francesa en el proceso de independencia

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Se deben notar dos matices respecto a los límites de la influencia francesa en el proceso independentista chileno:

1) Napoleón como enemigo

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El Catecismo Político Christiano, circulado en Chile en 1810 entre los independentistas locales, caracteriza a Napoleón como un tirano y usa expresiones como "los perversos franceses".

En primer lugar, el movimiento de los patriotas chilenos, como el resto de los movimientos latinoamericanos, surgió, al menos inicialmente, revestido de un fuerte discurso antifrancés y contrario a Napoleón, deplorando su invasión de España y el destronamiento de Fernando VII. El movimiento argumentaba la necesidad de establecer juntas locales de gobierno en la vacancia producida por la usurpación francesa y en la urgencia de defender el territorio de Chile de cualquier intervención extranjera, que enventualmente podría ser de Francia, como ocurría en esos momentos en la propia España.

Este rechazo a Francia ya existía en 1808, según el reporte del agente británico Federico Dowling al almirante William Sidney Smith, jefe de las fuerzas navales inglesas en Sudamérica, instalado en la corte real portuguesa refugiada en Brasil. El agente, intentaba entonces, en interés británico, que las colonias españolas reconocieran la regencia de la hermana del cautivo Fernando VII, Carlota Joaquina de Borbón, esposa del príncipe Juan de Portugal, por lo que sostuvo reuniones con las autoridades locales buscando este objetivo. Dowling señaló en su informe, que se conservó en el archivo del Foreing Office, que entonces existía "gran aversión a los franceses" en Santiago, lo que contrastaba con la hospitalidad hacia los ingleses.

Una proclama posterior de Camilo Henríquez, uno de los principales propagandistas de la independencia en los primeros momentos, señalaba en enero de 1811 que la invación napoleónica de España "nos pone en estado ó de gozar una paz profunda ó de repeler con gloria los asaltos de la ambición, aunque un nuevo César se apodere de Europa, de toda la fuerza y recursos del continente".[18]

Mientras que el manuscrito que constituye el primer documento de agitación del movimiento independentista chileno de 1810, el Catecismo Político Christiano, refuta el derecho divino de los reyes citando como contra-ejemplo el caso del mismo Napoleón:[19]

"Dios, justo y misericordioso, no ha podido conceder a Bonaparte la autoridad usurpada con la fuerza en todos los Reinos de Europa; pero la ha permitido como causa universal y primera, y como a sus altos juicios permite otras cosas malas. Bonaparte tiene su autoridad en los Reinos que ha robado, oprimido y usurpado, no de Dios que la permite: la tiene de la fuerza de la usurpacion y del crimen: la tiene de los viles esclavos que lo han ayudado a emprender y consumar sus delitos: la tiene en fin de los mismos Pueblos que de grado o fuerza han convenido en que los mande y oprima, pues de la misma fuente dimana, de los mismos principios procede la autoridad de los demas Reyes".
Catecismo Político Christiano

El mismo Catecismo Político Christiano también incluye afirmaciones como que "los franceses asesinan a sus enemigos", habla de "perversos franceses", presenta el dilema de "o ser rebelde o ser francés", y, para desligitimar al representante de la Junta Suprema de Sevilla, órgano que tenía aspiraciones de gobernar América en ausencia del rey, se pone de relieve la anterior relación de ese delagado, José Manuel de Goyeneche, con el general napoleónico, Joaquín Murat: "Goyeneche, digno Diputado de Murat, traidor infame a vuestra patria, vil executor de las tiranías; huid para siempre de esta tierra que habeis manchado con la sangre de vuestros compatriotas (se refiere al ahorcamiento de Pedro Domingo Murillo y otros partidarios de la Junta Tuitiva de La Paz)".[19]

"...Ni Reyes intrusos, ni franceses, ni ingleses, ni Carlota, ni portugueses, ni dominacion alguna estranjera; morir todos primero antes que sufrir o cargar el yugo de nadie".

2) La influencia directa de Inglaterra y Estados Unidos

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En segundo lugar, se debe notar que las mayores figuras independentistas del proceso chileno, que tuvieron viajes iniciáticos o residencias importantes en el extranjero, fueron influidos en sus ideas políticas por contactos principalmente con otros dos países: Reino Unido y Estados Unidos. Y que las referencias a cualquier otro modelo distinto del francés fue común en los discursos y mensajes del movimiento independentista chileno. Así, por ejemplo, la Proclama de Quirino Lemáchez (pseudónimo de Camilo Henríquez), citaba como antecedentes de pueblos libres a los antiguos griegos, venecianos y holandeses (que habían tenido repúblicas), a los que sumaba un solo ejemplo reciente, los estadounidenses, que el texto contrasta con todos los otras naciones contemporáneas (lo que incluye a la Francia de Napoleón), que señala como gobernadas por el despotismo:[18]

"Cuando gime el resto del mundo bajo el peso insoportable de los Gobiernos despóticos, aparecen los colonos ingleses, gozando de la dicha incompatible con nuestra debilidad y triste suerte. Estos colonos, ó digamos mejor esta nación grande y admirable, existe para el ejemplo y la consolación de todos los pueblos".
Camilo Henríquez, Proclama de Quirino Lemáchez

Así fue como José Miguel Carrera, quien era un partidario abierto del sistema republicano (a diferencia de O'Higgins y San Martín), mantuvo relaciones estrechas con estadounidenses. Carrera, como también San Martín, había combatido inicialmente contra las tropas napoleónicas en España. Luego, al llegar a Chile, tuvo uno de los mayores aliados de su gobierno en el cónsul o "agente especial" estadounidense Joel Robert Poinsett. Implementó su política de propaganda montando el primer periódico chileno, La Aurora de Chile, con una imprenta y tipógrafos estadounidenses (Samuel Burr Johnston, Simon Garrison y William H. Burbidge), al tiempo que la fiesta patriótica de Estados Unidos, el 4 de julio, se celebraba públicamente en 1812, con asistencia de Carrera, en el Palacio del Consulado de Santiago, mientras la ciudad era embanderada con la primera bandera chilena y la de las barras y estrellas. Tras los reveses del movimiento independentista y el Desastre de Rancagua de 1814, Carrera terminó por viajar a EEUU, siendo iniciado en la masonería local en 1816, convirtiéndose en testigo del funcionamiento del sistema republicano en ese país y logrando reembarcar a Sudamérica un cuantioso cargamento de armas, oficiales y uniformes suministrados allí bajo crédito, llegando a tener reuniones con el entonces presidente James Madison, además de contactos con John Quincy Adams y James Monroe.

Por su parte, Bernardo O'Higgins, quien vivió y estudió en Inglaterra entre 1795 a 1798 en un ambiente altamente refractario a la experiencia revolucionaria francesa, estuvo más impresionado por la monarquía constitucional y las logias inglesas (de hecho participó en "La gran reunión americana" de Londres) que por el sistema republicano y los revolucionarios franceses, incluso intentando infructuosamente heredar el título nobiliario de su padre biológico tras la muerte de éste en 1801. Ya durante el proceso de independencia y en puestos de poder mantuvo relaciones de proverbial cercanía con numerosos británicos, como su hombre de confianza y tutor en materia militar, el coronel Juan Mackenna; o el comodoro de la flotilla del Pacífico americano de la Royal Navy, James Hillyar, que medió en el Tratado de Lircay firmado por O'Higgins (que significó el cese temporal de las hostilidades entre realistas y patriotas, que volvieron a usar la bandera realista, al tiempo que el texto proscribía a José Miguel Carrera); el contralmirante de su escuadra, Thomas Cochrane, o la escritora María Graham. De hecho, cuando O'Higgins le comentó a Mackenna su deseo de establecer un parlamento aristocrático a la británica (cámara de los lores), éste le felicitó y le señaló que si Sudamérica hubiese sido una colonia francesa se opondría a implementar allí a un órgano representativo, “porque nunca puedo olvidar la conducta de la Convención Nacional de Francia, su locura y la atrocidad de sus procedimientos”.[20]

José de San Martín, en tanto, tuvo una breve estadía en Inglaterra antes de incorporarse a la lucha independentista, pero fue significativa pues, tras participar en la sede de Cádiz de la logia "La gran reunión americana" , sucursal de la de Londres, departir y ser subordinado de oficiales británicos en España (como el general William Carr Beresford) en el marco de la lucha y alianza contra la invasión francesa, fue embarcado en suelo inglés junto a otros oficiales independentistas en un buque de la Royal Navy, el HMS George Canning, rumbo a Buenos Aires, para que participara de los sucesos sudamericanos, lo que era de interés para las autoridades en Londres.[21]​ Así, diversos autores ubican a San Martín como una figura pro-británica (algunos, como Antonio Calabrese[22]​ y Juan Bautista de Sejean,[23]​ llegan al extremo de sospechar que fuera una especie de agente inglés). Se ha señalado también que su plan continental, pasar desde Buenos Aires a Mendoza, cruzar los Andes a Chile y finalmente llegar vía marítima a Perú para acabar con el dominio español en esas regiones, estaba basado en un plan inglés anterior, el Plan Maitland, destinado a establecer dominios británicos y emancipar colonias en Sudamérica, para abrirlas al comercio de manufacturas inglesas.[24]​ Sin contar que, hasta su salida definitiva de Sudamérica y su exilio final en Francia, la mayor parte de los extranjeros que rodearon a San Martín y lograron mayor familiaridad con él eran británicos: Peter Haywood, James Paroissien, Guillermo Miller, el comodoro William Bowles, el comodoro Home Riggs Popham, el general William Carr Beresford y el comerciante Juan Parrish Robertson.[21]

En febrero de 1818, el mencionado comodoro William Bowles envió desde Chile una carta "muy secreta" al Foreing Office, en la que describe a San Martín:

"...Cada dia le era mas necesaria a San Martin la respuesta de Su Majestad Británica para guiar su conducta." (...San Martín es un) "gran amante de Inglaterra: solo la necesidad le ha hecho admitir oficiales franceses y americanos, algunos de los cuales le han correspondido atentando contra su vida".
William Bowles, resumen de Espejo

Bowles señalaba que íntimamente San Martin "hablo de dividir la America entre las potencias europeas, dejando solo México a Espana y dándole a éste la indemnizacion correspondiente". Y agrega que se había enterado:

"...de labios del general (San Martín) que don Antonio José de Irisarri llevaba poderes ante el Gobierno inglés para ofrecerle las ventajas siguientes en cambio de su ayuda: 1) Cesion de Chiloe y puerto de Valdivia (entonces en poder de los realistas aún), 2) Reduccion del 10 al 15% los importes y a 4% los derechos de exportacion de todos los buques británicos por 30 años y 3) La aceptación de un principe de la casa de Hanover (gobernante de Reino Unido), si este establecia una monarquia constitucional".
William Bowles, resumen de Espejo.

Relaciones diplomáticas

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En 1821 el agente de Francia en Buenos Aires envió una nota al representante chileno Manuel Zañartu informándole que su estado "no desconocería la legitimidad de los gobiernos que se halla afianzada en la obediencia de los pueblos".[25]​ Esta expresiones vagas no constituyeron un reconocimiento explícito a Chile como un país independiente, pero representan un primer intercambio diplomático que apuntó a esa posibilidad, bajo la iniciativa de un funcionario diplomático menor. Pero recién en 1831, 13 años después de la declaración de independencia de Chile, se concretó el establecimiento de relaciones entre los dos países, durante el segundo año del reinado de Luis Felipe I de Francia.[26]

Nuevos planes expansionistas franceses en Magallanes

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El ministro de Marina de Francia, Almirante Mackau, en 1845, dos años después del establecimiento de Fuerte Bulnes, aún despachaba en misión secreta a la corbeta Gassendi, a buscar un lugar para una colonia y presidio francés en el Estrecho de Magallanes o las costas patagónicas circundantes, animado por informes que le narraban las dificultades del establecimiento chileno en la zona.

Las nuevas relaciones tropezaron al poco tiempo con el intención expansionista de Francia en el Estrecho de Magallanes, en años en que eran recientes otras acciones de agresión e intervencionismo francés en América Latina, el bloqueo francés al Río de la Plata (1838-1840) y la primera intervención francesa en México, también conocida como guerra de los Pasteles (1838-1839). Tras sus exploraciones de 1837, el navegante francés Julio César Dumont d'Urville, al volver a su metrópolis imperial, propuso el establecimiento de una colonia francesa en la zona magallánica. De manera que la toma de posesión del Estrecho de Magallanes realizada por Chile en 1843 ocurrió cuando Francia había enviado un barco, el Phaeton, que rumbo a las Islas Marquesas debía explorar la zona con vistas a un posterior implementación del proyecto imperialista de Dumont d'Urville, lo que llevó a un incidente o desencuentro, que no pasó a mayores pues el capitán del vapor Phaeton, Louis Maissin, que tenía orden ubicar el lugar para un futuro establecimiento galo, evitó caer en abiertos reclamos de soberanía sobre el territorio magallánicos frente a los enviado chilenos en el terreno, mandados por el oficial de la armada chilena Juan Guillermos (Williams), quienes efectivamente fundaron su propia colonia, Fuerte Bulnes, lo que frustró y postergó en lo inmediato el plan francés.[27]

Pero Francia, animada por informes de sus diplomáticos en Chile, que hablaban de la extrema precariedad del establecimiento chileno en Magallanes, continuó contemplando el proyecto de establecer su propia colonia o posesión en la región. El cónsul francés en Santiago, Henri de Cazzote, animaba a que se optara por la vía de los hechos consumados, pues en su opinión Chile simplemente no podría oponerse o siquiera desarrollar su propia colonización en la zona: "Continúo manteniendo la opinión que había concebido al respecto, es decir, creo que todo se limitará a un comienzo de ejecución, pues Chile no se encuentra todavía bastante avanzado en desarrollo, ni posee la suficiente población como para ocuparse de una empresa que presentaría numerosas dificultades, incluso para una gran potencia marítima". Coincidía también el cónsul en Valparaíso, Blanche, en la oportunidad de ocupar el Estrecho, sugiriendo establecer una ruta de vapores franceses entre Río de Janeiro y Valparaíso.[27]

 
Restos reconstruidos del Fuerte Bulnes, el establecimiento chileno que, con su fundación en 1843, se interpuso en los plantes del Ministerio de Marina de Francia de tomar el Estrecho de Magallanes o instalar una colonia en sus inmediaciones.

En ese contexto se despachó en 1845 un nuevo barco, la corbeta Gassendi bajo el mando del capitán Jules Janvier, que de camino a las Islas Marquesas francesas debía cerciorarse del estado del establecimiento chileno en el Estrecho, recoger informaciones sobre el probable futuro de Fuerte Bulnes y sobre los recursos de carbón en la zona para un eventual proyecto de remolcadores en el estrecho.[27]​ El almirante Ange René Armand de Mackau, ministro de Marina de Francia (quien tenía experiencia el Cono Sur, pues había comandado el bloqueo del Río de la Plata que terminó en el Tratado Mackau-Arana en 1840), adjuntó las siguientes instrucciones:[27]

"He dado a vuestra misión en esos parajes un fin de interés más directo y que me he reservado transmitírselo en este mensaje especial y absolutamente confidencial. (...) En el curso de los últimos años, con frecuencia se ha puesto la atención en la utilidad que podría tener para la Francia el fundar un establecimiento en el interior o en las costas del Estrecho de Magallanes. Dos documentos, que le remito adjuntos a este mensaje, y que consisten en una nota impresa del contralmirante Rigodit y en una memoria no publicada del señor Vincendon Dumoulin, ingeniero hidrógrafo de la marina, desarrollan diversas proposiciones sobre este asunto. Estos documentos parecen estar de acuerdo con la proposición de crear, en esas regiones, un establecimiento que ofrecería condiciones muy favorables ya sea como complemento comercial y político de los establecimientos franceses de Oceanía, o como lugar de deportación para satisfacer las próximas exigencias de la penitenciaría".
Almirante Mackau

Mackau, que también urgía a explorar otras locaciones alternativas para la base o presidio (como Guafo y Madre de Dios), recomendaba explícitamente prudencia y disimulo, evitando cualquier acto de ocupación que levantara sospechas, dando instrucciones perentorias sobre el secreto del asunto y para que las comunicaciones que se enviaran al ministerio en doble sobre.[27]

Los archivos franceses tratan este proyecto hasta 1847, cuando se intercambian informaciones sobre el traslado de Fuerte Bulnes a Punta Arenas, en las que se renuevan una y otra vez la opinión de que los esfuerzos chilenos estaban condenados al fracaso.[27]​De manera que, desde la expedición de Jean Baptiste de Gennes (1695),[3]​al menos hasta 1847, Francia contempló el plan y llevó a cabo accionesa buscando una anexión expancionista en el extremo del Cono Sur. Algo que si se concretó sólo brevemente entre 1684 y 1687 en las vecinas Islas Malvinas, con el establecimiento de Port Saint Louis por Louis Antoine de Bougainville, que en el marco de las relaciones dinásticas terminó traspasado a España (y luego a Argentina) como Puerto Soledad.

Otros territorios chilenos estuvieron en la mira del gobierno francés en la década de 1840 para desarrollar una empresa expansionista, que sirviera de base a sus comunicaciones y carboneo de sus buques en las navegaciones a la recientemente adquirida Polinesia Francesa. Estos fueron: la Isla Quiriquina, que fue propuesta para ser tomada y emplazar una base francesa por el cónsul en Valdivia, Auguste Bardel; elegir un punto de la costa de la Patagonia Oriental (entonces reclamada por Chile) era lo recomendado por el marino Auguste Lucas desde Papeete; la Isla Guafo (al sur de Chiloé) y la Isla Madre de Dios (en la costa occidental de la Patagonia), fueron sugeridas por el contraalmirante Claude Caprais Rigodit.[27]

Chile frente a la intervención francesa en México

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Manuel Antonio Matta, uno de los principales líderes de la Sociedad Unión Americana de Santiago, creada para denunciar la Segunda Intervención Francesa en México, apoyar el gobierno mexicano de Benito Juárez y abogar por la confederación de las repúblicas americanas con miras a defenderse del expansionismo monárquico francés y europeo en el continente.

A pesar de la fuerza de la influencia cultural francesa y el afrancesamiento de las elites chilenas, a raíz de la intervención monárquica francesa en México (1861), tanto el gobierno chileno como amplio sectores de la sociedad chilena realizaron gestiones de distinta magnitud para oponerse al plan del gobierno de Napoleón III de establecer una administración títere, encabezada por el emperador Maximiliano, que usurpara las funciones del gobierno mexicano de Benito Juárez. Así, en marzo de 1862, hubo reuniones entre el agente diplomático chileno en Washington, Francisco Solano Astaburuaga, y el secretario de estado de Abraham Lincoln, William H. Seward, que coincidían en el deseo de defender el sistema republicano y oponerse a la agresión de las potencias europeas en el continente, y en particular de Francia, cuando Chile y EEUU superaran los efectos de sus respectivas guerras civiles. En estas comunicaciones el representante chileno hablaba, según sus reportes a la cancillería de Santiago, de una "segunda Santa Alianza" [28]​que amenazaba la independencia americana, pues en sus momentos iniciales la intervención de Francia había contado con el apoyo de España e Inglaterra al desembarcar en Veracruz, mientras que poco antes España había reconquistado República Dominicana, sin contar que faltaban cuatro años para que se desatara la guerra de agresión española contra las repúblicas sudamericanas del Pacífico a raíz de las indemnizaciones exigidas a Perú por la monarquía española, que en esos momentos estaba en excelentes relaciones con el Segundo Imperio Francés, en una secuencia que terminaría en el bombardeo del principal puerto chileno, Valparaíso, por una escuadra española en marzo de 1866, cuando todavía faltaba más de un año para que fuese finalmente fusilado el emperador entronizado por Francia.

Luego fructificaron las gestiones de Solano Astaburuaga para que se designara un representante ante la administración de Juárez. Se le designó a él y después a otros con instrucciones de presentarse ante el gobierno de Juárez, que no pudieron cumplir la misión en un primer momento viajando desde Estados Unidos, por el control francés del puerto de Veracruz, aunque luego el represente chileno Ramón Sotomayor Valdés se apersonó ante el gobierno mexicano constitucional por otras vías. Así el gobierno conservador chileno reconoció a la administración de la república mexicana y desconoció la monarquía digitada por Francia, aunque más allá de esa acción mantuvo una actitud relativamente expectante, pragmática y aislacionista, sobre todo si se le compara con la acción cívica de los sectores liberales chilenos, cuyo influjo estaban en alza en la sociedad local, pero todavía no lograban participar del gobierno.[28]

 
La entronización en México de Maximiliano (representado en el grabado desembarcando en Veracruz), por intervención militar de Napoleón III de Francia, fue considerada en Chile, al igual que en muchos otros países del continente, una amenaza existencial contra la independencia y el sistema republicano de los países americanos.

Estos liberales sentían verdadera identificación con el movimiento de Reforma mexicana encabezado por Juárez y solidaridad contra la intervención francesa. Así se formó en mayo de 1862 la Sociedad Unión Americana (SUA) en Santiago, con organizaciones similares instaladas en La Serena, Vicuña y Andacollo, donde las secciones se llamaron Sociedad de Defensa de la Independencia Americana, así como en Valparaíso, Quillota, San Felipe, Talca y Concepción.[28]​ En esta organización contraria al imperialismo francés y favorable a la independencia mexicana participaron algunos de los mayores políticos e intelectuales del Chile de la segunda mitad del siglo XIX, la mayoría de ellos profundamente influidos a su vez por lecturas, autores e ideales republicanos franceses. Entre los socios se encontraban Manuel Antonio Matta, Guillermo Matta, Benjamin Vicuña Mackenna, José Victorino Lastarria, Miguel Luis Amunategui, Isidoro Errázuriz, Domingo Santa María, Álvaro Covarrubias, Pedro León Gallo, Marcial Martínez y Manuel Antonio Tocornal, entre otros.[28]​La primera de estas asociaciones creadas en Chile, la de Valparaíso era, a su vez presidida por el anciano general argentino Juan Gregorio Las Heras, veterano de las guerras de independencia, destacado en las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú, quien a la sazón estaba exiliado en Chile por su oposición a Juan Manuel de Rosas[29]​, mientras participaba también en la agrupación del puerto el escritor e historiador peruano Ricardo Palma. En este ambiente jóvenes intentaban recibir fondos de la Sociedad para lograr trasladarse a luchar como voluntarios contra los franceses en México, mientras la oficialidad y clases y tropa de unidades del Ejército de Chile, como el Batallón N°2 de Línea, entregaban voluntariamente fondos para la atención de los heridos, viudas y huérfanos del bando republicano mexicano.[28]

La SUA de Santiago editó también un periódico, La Voz de Chile, que agitaba la causa de la independencia de México, Cuba y Puerto Rico, una confederación defensiva de las repúblicas del continente, así como de oposición a la intervención francesa y europea en general. Se sabe que ejemplares de la publicación lograron ser remitidos a Benito Juárez. La Sociedad organizó también conciertos y colectas para enviar fondos para financiar los hospitales de sangre mexicanos, que fueron agradecidos por el gobierno de México mediante una carta de Sebastián Lerdo de Tejada.[28]​La sociedad publicó además un libro de dos volúmenes: Colección de ensayos i documentos relativos a la unión i confederación de los pueblos hispano-americanos, que abogaba por una acción concertada de estas naciones para oponerse al imperialismo francés y de otras naciones europeas, con textos de los miembros chilenos de la SUA como de otros autores del continente, como Juan Bautista Alberdi, Francisco de Paula González Vigil y Bernardo Monteagudo.[28]​ En tanto, el pensador chileno Francisco Bilbao, en introductor de la expresión América Latina unos años antes, al igual que lo hacía su antiguo maestro francés Quinet en suelo europeo con sus propios escritos, publicaba en Argentina La América en peligro, un largo ensayo sobre el resurgimiento del despotismo y el expansionismo en Francia y Europa, como una amenaza para las repúblicas americanas a partir de la situación sufrida por México.[28]

Tensiones por el "Reino de Nueva Francia" o "Reino de la Araucanía y la Patagonia"

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O. Antoine de Tounens se hizo fotografiar con vestimentas tradicionales mapuches en el marco de su campaña para proclamarse rey de "Nueva Francia" o "Araucanía y Patagonia".
 
El mapa muestra la extensión aproximada del territorio reclamado por Tounens para su Reino de Nueva Francia o Reino de la Araucanía y la Patagonia, en referencia a las actuales fronteras de las repúblicas del Cono Sur.

Simultáneamente a la intervención francesa en México, en enero de 1862 el ejército chileno, bajo el mando del coronel Cornelio Saavedra, apresó en la frontera con el territorio mapuche al súbdito francés Orélie Antoine de Tounens (también bajo las grafías Oréllie y Orllie, conocido como "rey Aurelio"). Éste era un antiguo funcionario judicial del estado francés que recibió en su país aportes monetarios de círculos políticos y empresariales (25.000 francos de la época) para llevar adelante el proyecto de implementar una monarquía constitucional (como la del propio Napoleón III y la que éste impuso por la fuerza en México con el emperador Maximiliano) en tierras mapuches y patagónicas: el "Reino de Nueva Francia" o "Reino de la Araucanía y la Patagonia". Tounens llegó a Chile con caudales y numerosa papelería impresa, consistente en proclamas y documentos sellos de su proyecto de monarquía. Con ayuda de algunos franceses y locales, en Chile logró introducirse en el territorio mapuche, presentarse ante algunas autoridades tradicionales de ese pueblo, recibir algún nivel de protección por parte de ellas y, aparentemente, incluso ser proclamado según sus deseos por algunos loncos (caciques) como rey. Aunque entre los mapuches generaba dudas por presentarse solo con esas pretenciones, según testimonios posteriores de Juan Calfucura, pues no se sabía si era un verdadero rey, un loco o un brujo, siendo a ojos del pueblo un hombre de vida retirada que rehuía las fiestas y prefería la conversación de los ancianos.[30]

El gobierno chileno, por su parte eligió considerar a Tounens como un demente y "aunque fue el primero en tratar de loco al francés, (el coronel) Saavedra sabía que un tipo de invasión de cualquier tipo era un peligro latente, sobre todo de Gran Bretaña, que fundó por entonces protectorados y colonias en las islas del Caribe y en Oceanía, y de Napoleón III en Francia, que invadió México en 1861".[30]​ De hecho, en sus comunicaciones con el Ministerio de Guerra, Saavedra describía a Tounens como un sujeto peligroso que efectivamente tenía influencia sobre algunos sectores mapuches. Así mismo, Saavedra describió las especies incautadas al prisionero, que permitían deducir algún grado de preparación racional y apoyo externo: "se han encontrado dos de las banderas que llevó, i de las cuales hay algunas de las que repartió entre los caciques; hay muchos papeles, entre los que hay proclamas, proyectos de organización del nuevo reino, cartas i solicitudes mandadas desde Francia para obtener destinos en la Nueva Francia, como la titula en sus papeles".[31]​ De manera que fue entregado a la justicia civil, que lo remitió a la Casa de Orates de Santiago, de la que salió por gestión del cónsul francés en Santiago, que consiguió sustraerlo de mayores condenas e investigaciones, al embarcarlo en Valparaíso en un navío de línea de 100 cañones de la marina de guerra francesa, el Duguay-Trouin.[32]

 
Un buque de guerra de marina francesa, el D'entrescateaux, aviso de segunda clase del tipo Adonis (como el de la fotografía), en 1869 desembarcó subrepticiamente a O. Antoine Tounens en costas que Chile consideraba propias, permaneciendo largo tiempo en la costa, a la expectativa, mientras el francés realizaba su segunda incursión en tierras mapuches, hacía gestiones ante los líderes locales, intentando conseguir validarse y establecerse como rey de "Nueva Francia" (o de "Araucanía y Patagonia").

De vuelta en Francia, Tounens siguió inmediatamente con una campaña de propaganda, publicando profusamente en la prensa francesa y europea sus reivindicaciones, mientras que en la prensa chilena se vertían acusaciones de connivencia del régimen francés con su proyecto. Así, por ejemplo, en El Correo del Sur de Concepción se publicaba en 1863 que Orélie es agente de Napoleón III para posesionarse de la Araucanía, y si el gobierno no toma medidas preventivas necesarias (…) antes de seis meses la veremos poblada de franceses y entonces ¡ay de la nación chilena!.[32]

 
El conde Louis Decazes, el canciller de Francia que recibió en 1873 la nota de protesta del gobierno chileno por la transacción pública en el mercado francés de papeles especulativos para financiar la tercera expedición del "rey Aurelio" para instalar su proyectado Reino de Nueva Francia en territorio reclamado por Chile (foto de Nadar).
 
Alberto Blest Gana en uniforme de embajador de Chile. Este diplomático remitió en 1873 una nota de protesta ante Francia e Inglaterra por el asunto del "Reino de Nueva Francia".

En 1869 Tounens, aunque fracasó en conseguir un cuantioso préstamo de varios millones de francos que pidió a Napoleón III,[32]​ consiguió un renovado apoyo de círculos monárquicos, empresariales y militares franceses, que querían algún logro resonante en ultramar que aminorara la reciente derrota y fusilamiento de Maximiliano en México.[32]​ Así que a mediados de año se embarcó y fue regresado a costas chilenas por un buque de guerra de la marina francesa, el aviso D'Entrecasteaux, que quedó largo tiempo a la expectativa en la zona "lo que refuerza la teoría del apoyo oficial" del gobierno francés.[32]​En esta segunda incursión se encontró con el levantamiento de Quilapán en desarrollo, pero, ante una sucesión de victorias chilenas y el conocimiento de que su cabeza tenía precio, abandonó nuevamente el territorio a través de las pampas, embarcándose finalmente en Montevideo.[32]​ Aunque sólo para iniciar una nueva campaña de recolección de fondos para su reivindicación, asociado con el diplomático y escritor monarquista francés Eugène Mahon de Monaghan (autor de un texto panegírico sobre Tounens) y el banquero inglés Jacobo Michaels, con los que creó una compañía denominada Sociedad Nueva Francia, que entre sus planes proclamaba el deseo de armar una expedición de 20 mil hombres y repartir tierras sudamericanas entre franceses, mientras en la prensa francesa se ponderaba que la seriedad del proyecto de Tounens solo podría ser valorada en virtud de que consiguiera el éxito o el fracaso en crear su reino.[32]

Ante esta situación el gobierno de Chile en 1874 presentó una nota de protesta ante los gobiernos de Francia y Reino Unido a través de su embajador en París, Alberto Blest Gana, por el consentimiento de las autoridades galas e inglesas a que se especulara y transara públicamente en el mercado (se emitían títulos de empréstito, se fletaron dos barcos y se emitían títulos nobiliarios), amenazando lo que se entendía en Santiago como la integridad de un estado soberano. Aunque la acogida al reclamo chileno en la cancillería francesa habría sido inicialmente comprensiva por parte del duque Louis Decazes, posteriores respuestas evasivas y ambiguas llevaron a Blest a advertir que Chile "estaba dispuesto a considerar como filibustero a todo expedicionario que, procedente de Inglaterra o Francia y cualquiera que fuese su nacionalidad, se presentara en actitud hostil en nuestras costas en flagrante violación de nuestras leyes".[33]​ El tono elevado desbarató una tercera expedición, pues alertó a las autoridades argentinas, que también reivindicaban buena parte de los terrenos que Tounens pretendían como parte de su Reino de Nueva Francia. Por lo que fue detenido por el comandante de la frontera argentina luego de desembarcar en Bahía Blanca.[32]​ Aunque Tounens después insistiría en una cuarta expedición, que finalmente abandonó por enfermedad.

Para el historiador Ricardo Méndez Barozzi "la proclamación de la monarquía por parte de Tounens fue un acto que estuvo avalado, si no públicamente por el Imperio Francés de Napoleón III, por grupos de poder que secretamente apoyaron al procurador y lo ayudaron a perseguir su objetivo, resultando importante el apoyo de las redes masónicas. Sin embargo, (...) frente a la falta de éxito de sus viajes, Tounens habría perdido al final todo apoyo financiero y político".[32]​Si se sigue esta interpretación, que se apoya también en el hecho de que al menos en uno de sus viajes el aventurero fue introducido subrepticiamente en el Cono Sur por la marina de guerra francesa, ésta habría sido la segunda intentona intervencionista de Francia contra Chile, junto con el anterior proyecto de colonización francesa en Magallanes, que había tensionado las relaciones unos veinte años antes, en 1843.

Migración francesa y afrancesamiento de las elites chilenas

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Las relaciones entre Chile y Francia ya establecidas formalmente, se vieron estrechadas con la numerosa inmigración francesa en Chile del siglo XIX, aunque tenía antecedentes en algunos migrantes relacionados al contrabando colonial. produjo una descendencia actual estimada de más de medio millón de chilenos con ascendencia francesa. Esta migración ocurrió en el marco de un afrancesamiento de las elites locales, expresado en los gustos y costumbres aristocráticos chilenos decimonónicos, producto de la expansión de la influencia cultural francesa en el mundo. Esto llevó a numerosos casos de familias adineradas chilenas que abandonaron largamente sus fundos y fuentes de renta minera o comercial en Chile, para pasar temporadas y estadías de años en París entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. En este período la moda, el sentido de la elegancia, la gastronomía de las clases altas, la enología, la educación, la literatura, la filosofía y las ciencias estuvieron en Chile fuertemente influenciados por Francia. Así, muchas artes y oficios asociados al estilo de vida de las clases altas eran concentradas por franceses, que ejercían como sastres, sombrereros, peluqueros, arquitectos, técnicos, viñateros, músicos, profesores, preceptores privados, institutrices, o como productores e importadores de artículos manufacturados y de lujo. Mientras que otro grupo menor de franceses se convertía, junto a inmigrantes de otras procedencias, en beneficiarios de la repartición de tierras mapuches despojadas a los indígenas en La Frontera. De manera que a fines del siglo XIX habían unos 30.000 residentes franceses en Chile, según la estimación de las autoridades consulares galas de entonces, siendo la mayoría de ellos provenientes de los departamentos de Pyrénées Atlantique (País Vasco Francés) y Hautes-Pyrénées.[34]

Así mismo, el modelo militar francés fue utilizado en Chile para la organización de su ejército hasta 1891, cuando esa influencia empezó a ser reemplazada por la prusiana.

Dentro de las actuaciones realizados por franceses en, o relativas a, Chile entre la independencia y principios del siglo XX destacan la investigación y publicación de una extensa obra sobre Chile por encargo del gobierno de Santiago por parte del naturalista e historiador Claudio Gay; la estafa del falso sistema para beneficiar oro a partir de escorias mineras de Alfred Paraf; la enseñanza de geografía, matemáticas y agrimensura en la década de 1820 por Carlos Lozier; la formación de una sociedad de profesores franceses y el impulso a la pedagogía por Pedro Chapuis; la enseñanza universitaria de economía por el académico de corte liberal Jean Gustave Courcelle-Seneuil; el frustrado intento del aventurero Orélie Antoine de Tounens de convertirse en rey del autoproclamado Reino de la Araucanía y la Patagonia (o Nueva Francia) en 1860; la pintura de retratos de miembros de la elite chilena y escenas históricas por Raymond Monvoisin; la relación humana, intelectual y epistolar de Quinet, Lemannais y Michelet con Francisco Bilbao; la introducción de un primer procedimiento fotográfico -el daguerrotipo- por Philogone Daviette; la influencia en enseñanza universitaria de medicina por el primer decano de la disciplina en la Universidad de Chile, Laurent Sazie; la obra de numerosos arquitectos franceses que borraron en buena parte la impronta arquitectónica colonial española a la ciudad de Santiago: como François Brunet de Baines, Lucien Hénault o Emilio Doyère; las obras de estructura metálica diseñadas y exportadas a Chile desde Francia por, entre otras, la oficina de Gustave Eiffel; los robos y asesinatos en serie de Émile Dubois, célebres entre los habitantes de Valparaíso en la primera década del siglo XX; la profusión de piezas piezas artísticas producidas en serie por la Fundición Val d'Osne en la ornamentación y estatuaria pública de las ciudades chilenas; la instalación en 1872 del monumento ecuestre a O'Higgins en Santiago por Albert-Ernest Carrier-Belleuse; y la gira de la afamada actriz Sarah Bernhardt en 1886, entre muchas otras.

 
Indígenas selknam (llamados onas en esta tarjeta postal de la época) expuestos en un zoológico humano de París, en 1889, por un tal Maurice Maitre, que hizo fortuna con esta forma de trata de personas.

En la década de 1880 fueron capturados y traficados, desde Chile a París, indígenas mapuches, kawéskar, aoinkenk y selknam en diversas ocasiones, para ser exhibidos en zoológicos humanos como rarezas. Por ejemplo, en el Jardin de Aclimatación (un caso documentado por el registro en un álbum fotográfico de Roland Napoleón Bonaparte)[35]​ como en la Exposición Universal de 1889 de esa ciudad. Muchos de los cautivos no sobrevivían al viaje o fallecían al poco tiempo de llegar a Europa, mientras que los empresarios de estas atracciones, como Mauruce Maitre hicieron fortunas con esta trata de personas.[36]

Chile ha tenido tres gobernantes con apellido francés: El general Bartolomé Blanche (presidente provisional en 1932) y el dictador militar Augusto Pinochet (de origen vasco francés), además de Michelle Bachelet, la primera mujer presidente en la historia de Chile, electa democráticamente en dos ocasiones.

Siglo XX

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Visita oficial de Charles de Gaulle a Chile en el Congreso Nacional (septiembre de 1964)
 
Uno de los aviones de combate Mirage 50 vendidos por Francia a la dictadura de Pinochet en 1980.
 
Placa en la casa de los sacerdotes franceses André Jarlan y Pierre Dubois, conservada como monumento nacional en La Victoria.

Las actuaciones notorias de franceses relativas a Chile continuaron posteriormente a lo largo del siglo XX, con, por ejemplo, el primer vuelo femenino que cruzó la Cordillera de los Andes en 1921 por Adrienne Bolland; el servicio la Compañía General Aeropostal que estableció vuelos regulares sobre los Andes con aviadores como Mermoz, Guillaumet y Saint-Exupéry, quien legó el libro Vuelo Nocturno sobre esas navegaciones aéreas; la fundación del Centro de Estudios para la Sociología del Trabajo de la Universidad de Chile en 1956 por Alain Touraine; la creación del Centro de Investigaciones de Glaciología en la misma universidad y década por uno de los padres de la dísciplina, Louis Lliboutry; la participación de numerosos franceses en el andinismo y deportes de montaña; la estrecha relación intelectual y política entre el filósofo Regis Debray y el presidente chileno Salvador Allende; la realización de la película Missing (1982) por el director franco-griego Costa-Gavras que ganó un Oscar presentando el tema de los desaparición forzada de personas en Chile; la acción de los sacerdotes Pierre Dubois y André Jarlan, este último asesinado en 1984 en La Victoria; la masiva "estafa de los quesitos" llevada a cabo en Chile y Perú en 2006 por Gilberte Van Erpe, conocida como Madame Gil, entre muchas otras.

Entre el 29 de septiembre y el 2 de octubre de 1964, el presidente francés Charles de Gaulle realizó una visita oficial a Chile que lo llevó a Arica, Valparaíso y Santiago. Durante dicha visita se entrevisto con el presidente Jorge Alessandri y el presidente electo Eduardo Frei Montalva.[37]

Luego del golpe de Estado en Chile de 1973 liderado por Augusto Pinochet, Francia bajo el mandato de Georges Pompidou congeló las relaciones diplomáticas con Chile hasta el retorno a la democracia en 1990, siguiendo su política internacional en favor de la democracia y los derechos humanos. Asimismo, el gobierno francés otorgó asilo político a exiliados chilenos del Régimen Militar.[38]​Aunque, simultáneamente, por otros conductos, Francia vendió armas a la dictadura de Pinochet, como 16 aviones de combate supersónico Mirage 50, llegados a Chile entre 1980 y 1983,[39]​ durante las presidencias del derechista Valéry Giscard d'Estaing y el socialista Francois Mitterand. Así también, la venta de misiles antibuque Exocet, realizada en 1973, se mantuvo a firme por la administración Pompidou tras el golpe de Estado, cuando oficiales navales chilenos ya estaban recibiendo adiestramiento preliminar sobre el sistema en Chatillón, Francia.[40]​En 1980 el gobierno de Giscard d'Estaing, aprovechando el embargo estadounidense de armas a Chile, también firmó la venta de 50 tanques AMX-30, en modelo de combate y recuperador, que quedó reducida a 19 unidades cuando el gobierno de Mitterand detuvo la operación y estableció su propio embargo.[41]

Siglo XXI

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Visita oficial del presidente Emmanuel Macron a Chile en noviembre de 2024

En 2024, durante la visita de Estado del presidente Emmanuel Macron a Chile, junto a su par Gabriel Boric encabezaron la firma del Acuerdo Estratégico para la creación del Centro Binacional Franco-Chileno sobre inteligencia artificial entre el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Chile y el Institut National de Recherche en Informatique et en Automatique (INRIA) de Francia.[42]

Presencia chilena en Francia

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En tanto los inmigrantes chilenos en Francia son en la actualidad la tercera colonia más numerosa de la diáspora chilena en Europa y la novena a nivel mundial.

 
El poeta chileno Vicente Huidobro, que publicó parte de su obra escrita originalmente en francés como parte de la vanguardia literaria parisina, aquí a fines de abril de 1945 como corresponsal del diario uruguayo La Razón, con el general Jean de Lattre de Tassigny, días antes que éste representara a Francia en la firma de la capitulación del Tercer Reich.

Entre los chilenos que sostuvieron residencias, exilios o trabajos notorios en Francia se han contado los poetas Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Armando Uribe,Teresa Wilms Montt, Alberto Rojas Jiménez y Manuel Magallanes Moure; los narradores Alberto Blest Gana, María Luisa Bombal, Juan Emar, Jorge Edwards y Roberto Bolaños; la cantante, folcklorista y artista visual Violeta Parra; el escritor, guionista de cómic, director de cine y tarortista Alejandro Jorodowsky; el cineasta Raúl Ruiz; los artistas visuales Rebeca Matte, Roberto Matta, Nemesio Antúnez, Virginio Arias, Pedro Lira, Juan Francisco González, Sara Malvar, Henriette Petit y Camilo Mori; el pensador, político y ensayista Francisco Bilbao; la inmunóloga y el bioquímico del Instituto Curie, Ana María Lennon-Duménil y Fernando Sepúlveda; la cantante Anita Tijoux; el biólogo y filósofo Francisco Varela, quien murió siendo director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) en el Laboratorio de Neurociencias Cognitivas e Imágenes Cerebrales (abreviado LENA en francés); el coreógrafo, socialité y empresario del ballet Jorge Cuevas Bartholín, conocido como "Marqués de Cuevas"; el frentista Ricardo Palma Salamanca, al que Francia concedió asilo político; los presidentes Manuel Blanco Encalada, Ramón Barros Luco y Gabriel González Videla, que cumplieron misiones diplomáticas en París en diferentes momentos de sus vidas; así como de Arturo Alessandri, que a fines de los 20 y principios de los 30 vivió exiliado en París; los actores Óscar Castro Ramírez y Leonor Varela; el director teatral Andrés Pérez; los matemáticos Ramón Picarte Mujica, quien vivió en Francia gracias a la patente de su Tablas de Logaritmos de 12 decimales, y Carlos Conca; además de futbolistas como Fernando Riera, Ignacio Prieto y Alexis Sánchez; entre muchos otros.

Producto de esto, se han establecido diversas instituciones socioculturales, artísticas y educativas francesas en Chile, al igual que asociaciones chilenas en Francia.

Relaciones económicas

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La presidenta chilena, Michelle Bachelet, junto a su par francés, François Hollande, en la firma de convenios bilaterales (París, junio de 2015)

Chile es el tercer socio comercial de Francia en Latinoamérica, detrás de Brasil y México, tanto en número de empresas instaladas como en intercambios comerciales.[43]​ Existen múltiples acuerdos y convenios bilaterales de cooperación económica, científica, cultural, entre otros aspectos. Ambos países son miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Las relaciones comerciales entre estos dos países se rigen por el Acuerdo de Asociación Económica (AAE) que Chile suscribió con la Unión Europea, que entró en vigencia el 1 de febrero de 2003.

En términos macroeconómicos, Chile exporta a Francia productos y subproductos derivados del cobre y la madera, vino chileno, frutas (manzanas y frambuesas) y productos del mar (salmones, mejillones y algas); de las exportaciones de Francia hacia Chile destacan los automóviles de turismo y otros vehículos terrestres, partes y piezas de repuesto mecánicas para vehículos y maquinarias, perfumes y medicamentos para uso humano.[44]

En 2023, el intercambio comercial entre ambos países ascendió a los 2 174,8 millones de dólares estadounidenses, lo que supuso un -2,5% de crecimiento promedio anual en los últimos cinco años. Los principales productos exportados por Chile fueron cátodos de cobre, vinos, salmones y mejillones, mientras que Francia exportó mayoritariamente automóviles, furgones y perfumes.[45]​Por otra parte, Francia posee un stock de inversión en Chile de USD 1.739 millones (2023), que representa 1,8% de la inversión de Europa en Chile. Paralelamente, el stock de inversión de Chile en Francia es de 262 millones (2023).[43]

En turismo, tanto los ciudadanos chilenos como franceses se encuentran liberados del requisito de visado para estadías temporales por un plazo máximo de 90 días. Chile se suscribió al convenio para ingresos al espacio de Schengen, por el cual Francia rige su política de visados; Chile, por su parte, aplicando el principio de reciprocidad otorga la misma exención para los franceses. La aerolínea de bandera francesa, Air France, opera vuelos regulares directos entre Santiago de Chile y París.[46]​ Asimismo, en Oceanía existen rutas marítimas entre la Isla de Pascua y la Polinesia Francesa (colectividad de ultramar), especialmente de cruceros turísticos que también pueden hacer escala en Valparaíso.[47]

Misiones diplomáticas

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Véase también

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Referencias

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  1. Barros Arana, Diego (1999-2005). Historia general de Chile (tomo II). Universitaria-Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. p. 208. 
  2. de Góngora Marmolejo, Alonso (1862). «Capítulo 33». Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año de 1575. Imprenta del Ferrocarril. 
  3. a b c d e f g Martinic B., Mateo (2016). «Bucaneros en el estrecho de Magallanes durante la segunda mitad del siglo XVII, nuevos antecedentes.». Magallania (Punta Arenas), 44(1), 5-14. 
  4. a b c d e f g h Barros Arana, Diego (2000). Historia general de Chile (tomo V). Universitario/Centro de Investigaciones Históricas Barros Arana. 
  5. De Rosales, Diego (1877). Benjamín Vicuña Mackenna, ed. Historia General del Reyno de Chile: Flandes Indiano (tomo I). Valparaíso: Imprenta del Mercurio. p. 231. 
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  7. D. Appleton, ed. (1900). «LUSSAN, Raveneau de». Appletons' Cyclopædia of American Biography. New York. 
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  9. Mazzei de Grazia, Leonardo (1995). Historia de Concepción: Conquista y Colonia (Cuadernos del Bio Bio). Universidad de Concepción y Municipalidad de Concepción. pp. 39-40. ISBN 956-227-114-5. 
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  11. Vicuña Mackenna, Benjamín (1938). Historia de Santiago (tomo II). Universidad de Chile. p. 387. 
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Enlaces externos

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