Prosa victoriana

prosa del periodo victoriano

Las obras literarias en prosa del periodo victoriano (1837-1901) abarcan disciplinas y géneros literarios como la religión, la teología y la oratoria; el ensayo; la historiografía; la biografía; las ciencias sociales y las ciencias naturales; la economía o la crítica.

El conflicto entre los conocimientos nuevos y la opinión consagrada llenó la época victoriana con el alboroto del debate. Los viajeros ampliaban nuestro conocimiento del mundo objetivamente considerado; los teóricos de las ciencias estudiaban su estructura interna; los economistas políticos y los moralistas deducían conclusiones que escandalizaban al hombre corriente. Detrás de todo esto, el aumento de la riqueza y del poder material favorecía una interpretación materialista de la experiencia, tácitamente aceptada en casi todos los departamentos de ésta hasta por los ortodoxos. Este materialismo se apoyaba erróneamente en la autoridad de la ciencia, ya que los científicos se mantenían correctamente dentro de los límites que sus premisas les imponían.[1]

Dos ensayistas, o más bien tres, alzaron fuertemente sus voces contra las enseñanzas de los economistas, los utilitaristas y los materialistas:[2]Carlyle, Ruskin y Matthew Arnold. Los dos primeros se erigieron en dos profetas que acusaron con vehemencia a su época y de los cuales ha tomado la posteridad la irónica venganza de considerarlos victorianos típicos, haciéndolos objeto de excesivas reconvenciones.[3]

Carlyle pretendió que Inglaterra regresase a una vida más espiritual por medio de una doctrina autoconcebida. Se trataría del mismo impulso que, moviéndose por un canal muy diferente, llevaría a otros, a través del Movimiento de Oxford, a una tendencia nueva en la Iglesia de Inglaterra y, en algunos casos, al catolicismo.[4]

Religión, teología y oratoria

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Los primeros años del reinado de la reina Victoria presenciaron un segundo gran movimiento de reforma en la Iglesia inglesa. El primero, o sea el de John Wesley, había sido evangélico; esta segunda reforma fue doctrinal y sacramental. El primero había llevado a la separación de los wesleyanos o metodistas de la comunión nacional. El segundo escindió esa comunión en dos partes discordantes, la una católica y la otra protestante. El tema de la época fue el conflicto entre el racionalismo y la fe, tomados estos términos en un sentido profano tanto como religioso, y a esta luz el Movimiento tractariano puede considerarse como una afirmación de fe.[5]​ Los tractarianos o folletistas se diferenciaban de la confesión católica romana ―afirmaban― por su mayor fidelidad a la organización de la Iglesia primitiva, por estar libres de los "errores populares" debidos a la corrupción de los tiempos posteriores. En realidad, el Movimiento restauró la autoridad de la Iglesia, la precisión dogmática (entre los que aceptaron esas opiniones), la catolicidad, la reverencia a los sacramentos y cierto tipo de santidad.[5]

Los himnos de The Christian Year (El año cristiano), de John Keble, son parte del germen de dicho movimiento, pero su consecuencia literaria más notable fue la Apologia pro Vita Sua de Newman.[6]​ Newman fue la personalidad más atractiva del grupo y el más distinguido prosista.[7]

Por último, debe recordarse que la época victoriana fue la Edad de Plata de la oratoria inglesa. Había aún suficiente unidad en la política y la religión para imprimir un tipo a la retórica, aunque la homogeneidad ya era menor que en el siglo XVIII. El sermón de Keble sobre La apostasía nacional, predicado en Oxford, tuvo fuertes repercusiones. El deán Stanley alcanzó la perfección de la oratoria eclesiástica, y el disidente C. H. Spurgeon dio nueva vida a las raíces de la prosa de Latimer.[8]​ Hubo acuerdo en cuanto al estilo, en lo esencial; solo a fines del siglo desapareció el gran estilo bajo la granizada de golpes del estilo de Joseph Chamberlain, mucho más incisivo. No todos los discursos famosos sobreviven impresos, y los de la época victoriana hay que estudiarlos en antologías. Entonces se advierte que son homogéneos y diferentes.[8]

 
Retrato de John Henry Newman (1881), obra del pintor John Everett Millais (1829-1896).

En una trayectoria distinta ―y a menudo opuesta― a la tumultuosa corriente positivista, utilitaria, racionalista y tecnológica de los primeros tiempos de la era victoriana, encontramos a John Henry Newman (1801-1890), el eminente ministro anglicano[9]​ que acabaría convertido al catolicismo. Tras romper definitivamente con el evangelicalismo en el que se había criado[10]​ (1830), creó el Movimiento de Oxford (1833), cuyo propósito inicial era rescatar a la Iglesia anglicana del nivel de institución puramente humana en que parecía encontrarse, e infundirle el espíritu sacramental y sacerdotal derivado de Jesucristo. Newman fue durante años el principal motor del Movimiento,[9]​ hasta su renuncia (1842) y posterior conversión al catolicismo (1845). Newman es maestro de una prosa ágil, digna pero animada, y poseía una mente que, a pesar de actuar movida por la emoción, estaba disciplinada por una fina inteligencia.[7]​ Dentro de la comunión católica la posición de Newman era la de un "católico liberal".[11]​ Aparte su colaboración en Tracts for the Times,[Nota 1]​ escribió Alcance y naturaleza de la educación universitaria (1852) e Idea de universidad (1873), obras de gran valor formativo, y de una prosa excelente.[9]​ Una controversia con Kingsley, quien había escrito que Newman no consideraba la verdad como una virtud necesaria,[Nota 2]​ dio pie a la publicación de su Apologia pro vita sua (1864), uno de los libros de autobiografía religiosa más notables que se han escrito,[10]​ cuyo sencillo tono confidencial "revolucionó la estimación popular de su autor", consolidando la pujanza y la sinceridad de las convicciones que lo habían llevado a la Iglesia Católica.[14]​ La manifiesta sinceridad y espiritualidad de la Apologia lo vindicaron a los ojos de todos los lectores de buena fe; pero esas cualidades solas no hubieran bastado para poner tan alto la obra entre las grandes confesiones de la cristiandad.[6]

Newman era un escéptico ávido de dogma. Su análisis de la historia y el contenido del dogma fue corrosivo, pero lo compensaba una sumisión apasionada a la autoridad.[6]

Además de las obras mencionadas escribió, entre otras: Los arrianos del siglo IV (1833), Doce conferencias (1850), Conferencias sobre la postura actual de los católicos (1851), El romanismo y el protestantismo popular y Disquisición sobre el canon bíblico.[10]​ Newman publicó también en 1870 The Grammar of Assent, en el que examinó la naturaleza de las creencias a la manera del Aids to Reflection de Coleridge.[7]​ Poseedor de uno de los intelectos más agudos y sutiles de su tiempo, Newman fue también maestro de un estilo de belleza y poder maravillosos. A juicio de muchos, sin embargo, su sutileza en no pocas ocasiones daba la sensación de pasarse a la sofística; y su actitud hacia las escuelas de pensamiento diametralmente opuestas a la suya propia fue en ocasiones dura y antipática. Por otra parte, se encontraba en condiciones de ejercer una notable influencia sobre los hombres que en lo eclesiástico y en ciertos aspectos en lo religioso, más fuertemente se opusieron a él.[10]​ Newman y sus compañeros del Movimiento de Oxford proporcionaron a la Iglesia anglicana del siglo XIX un considerable impulso de fervor y espiritualidad.[9]

Bibliografía

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  • Cousin, John William. A Short Biographical Dictionary of English Literature. Londres: J.M. Dent & Sons, 1910. No presenta ISBN.
  • Entwistle, William James. «Los clásicos ingleses» en Historia de la literatura inglesa: de los orígenes a la actualidad. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1965. No presenta ISBN.
  • Evans, Ifor. Breve historia de la literatura inglesa. Barcelona: Ariel, 1985. ISBN 978-84-3448-383-1.
  • Pujals Fontrodona, Esteban. Historia de la literatura inglesa. Madrid: Editorial Gredos, 1984. ISBN 978-84-2490-952-6.
  1. Los Tracts for the Times (1833-41), por los que el Movimiento sería con posterioridad denominado "tractariano",[12]​ fueron escritos por diversos autores cuyo propósito era garantizar para la Iglesia de Inglaterra un fundamento definido de doctrina y disciplina, en caso de desestabilización o determinación de los eclesiásticos de la High Church de abandonar la organización, una eventualidad que se figuraba no imposible en vista de los recientes tratos de Estado arbitrarios con la hermana Iglesia de Irlanda.[12]​ El Tract XC, que contenía un examen de los treinta y nueve artículos, escrito por Newman, apareció en 1841. Daba a los artículos, indeterminados en sí mismos, una interpretación católica muy consecuente.[13]
  2. «Reseñando la Historia de Inglaterra de Froude en el Macmillan's Magazine, [Kingsley] afirmó incidentalmente que "el padre Newman nos informa de que la verdad por sí misma no tiene por qué ser, y en conjunto no debería ser, una virtud del clero romano".[12]

Véase también

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Referencias

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  1. Entwistle (1965), p. 215.
  2. Entwistle (1965), p. 227.
  3. Entwistle (1965), p. 228.
  4. Evans (1985), pp. 309-310.
  5. a b Entwistle (1965), p. 212.
  6. a b c Entwistle (1965), p. 213.
  7. a b c Evans (1985), p. 310.
  8. a b Entwistle (1965), p. 238.
  9. a b c d Pujals Fontrodona (1984), p. 538.
  10. a b c d Cousin (1910), p. 286.
  11. Entwistle (1965), p. 214.
  12. a b c Hutton, Arthur Wollaston (1911). Hugh Chisholm, ed. "Newman, John Henry (1801-1890)" en «Encyclopædia Britannica, Eleventh Edition» (vol. XIX) (en inglés). Cambridge: Cambridge University Press. p. 518. Consultado el 27 de mayo de 2015. 
  13. Entwistle (1965), p. 213 (nota 1).
  14. Hutton, Arthur Wollaston (1911). Hugh Chisholm, ed. "Newman, John Henry (1801-1890)" en «Encyclopædia Britannica, Eleventh Edition» (vol. XIX) (en inglés). Cambridge: Cambridge University Press. p. 519. Consultado el 20 de julio de 2015.