Necrófago (mitología)

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En mitología, los necrófagos son seres que se alimentan de cadáveres de seres humanos, que frecuentemente matan a sus víctimas, las cuales nunca se dan cuenta de que están frente a un necrófago ya que éstos cambian de forma. Forman parte de muchas leyendas de Europa y Medio Oriente.

Los necrófagos tienen su sitio en el folclore occidental y de hecho aparecieron aquí primero en leyendas y mitos de las culturas antiguas europeas (muy anteriores a las del mundo árabe) representados por ejemplo por el Kelpie de la mitología celta, el ojáncanu de la mitología Cantabra o el lamiñus de la mitología vasca etc, luego aparecen una especie de necrofagos en las leyendas del mundo árabe islámico, según las cuales pertenecían a una raza rebelde de espíritus malignos. Habitan diversos lugares como cuevas, bosques, desiertos y fisgan en los sitios donde han muerto humanos recientemente. Los necrófagos, con su conducta caníbal y su gusto por saquear tumbas, han sido temidos en todo el norte de África, Oriente Medio e India. Además, aunque consumen a placer cualquier tipo de cadáver que encuentran a su paso, la mayoría no se queda realmente satisfecha, hasta matar ellos mismos a alguien.

No se puede describir con precisión a estos necrófagos. Algunas historias dicen que parecen camellos, bueyes, caballos o avestruces de un solo ojo. Otras hablan de una criatura con una pelambrera abundante y revuelta que le cubre los ojos. De todos modos, su aspecto "real" importa poco, dado que el necrófago se transforma constantemente y es capaz de convertirse en lo que sea con tal de atraer la atención de un humano. A veces adopta la forma de un viajero solitario que afirma conocer un atajo, para convencer al auténtico viajero de ir hacia el desierto, donde puede matarlo sin dificultad y luego comérselo. No obstante, el truco favorito de todo necrófago es presentarse como una hermosa mujer, atracción ideal para cualquier varón que ande por ahí.

Un viajero que esté muy alerta puede protegerse si descubre el único rasgo que el necrófago no puede disimular: sus pies. Cualquiera sea la forma que adopte la criatura, siempre conservará sus pezuñas de cabra, camello o asno. Por desgracia, si la víctima se encuentra lo suficientemente cerca del necrófago para notar ese rasgo, ya no podrá escapar.

Véase también

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