Literatura LGBT de Venezuela

subgénero de la literatura venezolana centrada en temáticas LGBT

La literatura LGBT de Venezuela comprende las obras literarias escritas por autores venezolanos que involucren tramas, temáticas o personajes que formen parte o estén relacionados con la diversidad sexual. Históricamente, la literatura venezonala ha tenido entre sus obsesiones centrales la idea de la construcción de nación y la violencia, ambas temáticas abordadas desde un punto de vista tradicional masculino,[1]​ por lo que la sexualidad, y en particular la diversidad sexual, han recibido poco interés académico como temas literarios.[2]

Isaac Chocrón, considerado uno de los mayores representates de la narrativa LGBT venezolana.

Las primeras referencias a la homosexualidad o a interacciones homoeróticas en la literatura venezolana ocurrieron a finales del siglo XIX, en obras como Débora (1884), de Tomás Michelena,[3]​ o algunas novelas de Manuel Vicente Romero García, aunque en estos casos se trató de referencias menores en tono de mofa.[4]​ De las primeras décadas del siglo XX destaca la figura de Teresa de la Parra, escritora lesbiana que, aunque nunca reconoció públicamente su homosexualidad, escribió obras en que académicos contemporáneos han identificado elementos homoeróticos femeninos, como la novela Ifigenia (1924).[5]

Primeras representaciones

editar

Las primeras representaciones de homosexualidad u homoerotismo en la literatura venezolana tienen su origen en la narrativa de finales del siglo XIX. Un ejemplo temprano es Débora (1884), novela de Tomás Michelena de carácter moralista que aborda el adulterio y que contiene escenas de tono homoerótico entre los personajes masculinos que buscan la atención de la protagonista.[6][3]​ Personajes explícitamente homosexuales, por su lado, aparecen retratados en algunas obras de Manuel Vicente Romero García de la época. Marcelo, novela escrita por Romero en 1890, presenta a un mesero homosexual que atiende entre ademanes amanerados al protagonista, en una escena que otorga al personaje un carácter ridículo y donde es descrito como «fámulo de voz mujeril y voluptuoso sandungueo».[7]​ Otra novela de Romero que incluye un personaje homosexual es Peonía (1890).[4]

El abordaje de la diversidad sexual con la intención de generar mofa también está presente en La barba no más (1922), pieza teatral de Leopoldo Ayala Michelena. En la obra, Ayala incluye un peluquero homosexual llamado Serapio con características femeninas exageradas que busca crear un nuevo peinado y que solo atiende a mujeres. El protagonista, un peluquero heterosexual de nombre Caralampio, expresa en la obra su odio contra este amaneramiento, de este modo ejemplificando la mirada de la época hacia la homosexualidad, que era vista con rechazo o como motivo de burla.[7]

 
Teresa de la Parra, autora de la novela Ifigenia (1924).

En 1924, Teresa de la Parra publicó la novela Ifigenia, que catedráticos han señalado por su posible contenido homoerótico.[8]​ La sexualidad de la propia De la Parra empezó a ser revaluada décadas después de su fallecimiento por personalidades como Sylvia Molloy, en particular su relación con Lydia Cabrera, quien vivió con ella hasta su muerte y quien habría sido su pareja sentimental. Entre las pruebas de ello, se encuentran los propios diarios originales de De la Parra, en los que contaba que ella y Cabrera dormían en la misma cama.[9]

En Ifigenia, investigadores como Dolores Alcaide Ramírez han señalado elementos de la relación de amistad de María Eugenia, la protagonista de la novela, con los personajes de Cristina y Mercedes que pueden ser leídos como pistas de un amor romántico platónico. En el caso de Cristina, a quien la protagonista conoce durante la adolescencia, las descripciones que realiza la autora están constantemente cargadas de descripciones detalladas sobre su físico e intelecto, que cautivan a María Eugenia y la convierten en ferviente admiradora de su amiga. Esta posible lectura se ve respaldada con la reacción de María Eugenia a la carta en que Cristina le anuncia su matrimonio, que la protagonista toma como una traición y el fin de la intimidad entre ambas.[8]

En el caso de Mercedes, la admiración que ella despierta en María Eugenia es mucho más marcada y explícita, con descripciones que se centran en el efecto que le provoca su perfume, su voz y su físico, que la protagonista describe como «gentil y radiante, como la de una reina».[8]​ La intensidad de esta reacción puede percibirse en el siguiente fragmento:[10]

Cuando, al salir por fin de la penumbra me fui a saludarla, llevaba preparada mentalmente una frase muy expresiva, en la cual pensaba demostrarle mi exaltada admiración. Pero no bien me miró con sus ojos brillantes y curiosos de crítica finísima, y no bien aspiré yo el perfume sutil que como una flor exhalaba de su persona, cuando me sentí invadida por la parálisis absoluta de la timidez. Por lo tanto, después de haberme acogido y abrazado con esa naturalidad y soltura que son su principal atractivo, a mí, en correspondencia, sólo me fue dado el murmurar unas cuantas frases breves y corteses. (...) Yo, entonces, (...) comprendí al punto, que más grande aún que su belleza, era su encanto, es decir, que llevaba a lo supremo de la perfección el arte de interpretarse a sí misma; porque mientras hablaba, la boca, las manos, los ojos, la cabeza, la voz, la sonrisa, todo, iba completando sutil y armoniosamente, con mil matices deliciosos, el sentido que expresaban las palabras.

El escritor maracaibero Andrés Mariño Palacio fue otro de los autores que incluyó personajes homosexuales durante la primera mitad del siglo, como por ejemplo en la novela Los alegres desahuciados (1948).[4]

Segunda mitad del siglo XX

editar

Siglo XX

editar

Véase también

editar

Referencias

editar
  1. Kozak, 2008, pp. 1000-1001.
  2. Varderi, 2006, p. 1.
  3. a b Bouzaglo, Nathalie (19 de mayo de 2021). «El secuestro de la voz. Sylvia Molloy, venezolana». Chuy. Revista de Estudios Literarios Latinoamericanos: 45. ISSN 2422-5932. Consultado el 28 de septiembre de 2024. 
  4. a b c Hernández, 2013, p. 241.
  5. Kozak, 2008, pp. 1008-1009.
  6. Bouzaglo, Nathalie (2009). Por entregas: Patologías sexuales y censura del entre siècle venezolano. pp. 343, 346. Archivado desde el original el 19 de junio de 2022. Consultado el 28 de septiembre de 2024. 
  7. a b Hernández, 2013, p. 221.
  8. a b c Alcaide Ramírez, Dolores (2011). «Una lectura perversa de "Ifigenia" de Teresa de la Parra: el placer del espejo». Letras Femeninas 37 (2): 25-39. ISSN 0277-4356. Consultado el 22 de septiembre de 2024. 
  9. Lennard, Patricio (25 de septiembre de 2009). «La palabra en la boca». Página/12. Archivado desde el original el 15 de julio de 2023. Consultado el 22 de septiembre de 2024. 
  10. Kozak, 2008, p. 1009.

Bibliografía

editar