La 67ª edición del Giro de Italia se disputó entre el 17 de mayo y el 8 de junio de 1984, con un recorrido de 22 etapas y 3808 km, que se recorrieron a una velocidad media de 38,681 km/h.
Marino Lejarreta, que estuvo a punto de subir al podio final de Verona, fue el mejor español clasificado, cuarto, y el único que consiguió un triunfo parcial. Por detrás de él, Faustino Rupérez finalizó 13.º y Alberto Fernández 19.º.
Sólo dos corredores vistieron la maglia rosa: Francesco Moser y Laurent Fignon. El italiano se hizo con ella en el prólogo, aunque el francés se la arrebató en la contrarreloj por equipos. En la primera etapa con final en alto, Moser recuperaba el liderato. Sus tiempos no difirieron demasiado durante las etapas siguientes, hasta la contrarreloj de Milán, en la que Moser consiguió poner un minuto de por medio. Sin embargo, en la 20.ª etapa, el ciclista francés lograba el triunfo parcial y recuperaba el liderato, con poco más de un minuto sobre Moser.
Así, el Giro se decidió en la última etapa, una contrarreloj de 42 kilómetros, en la cual se impuso con autoridad Francesco Moser, relegando a Laurent Fignon a la segunda posición. En el podio, les acompañó el italiano Moreno Argentin.
Este Giro del 84 estuvo marcado por la polémica ya que Fignon denunció un claro apoyo de las autoridades, televisión pública, organización de la prueba y el público italiano, se pueden leer con detalle estos pasajes en la autobiografía de Laurent Fignon. Como bien recoge en el Periódico "EL MUNDO" del 17 de septiembre de 2010
Cita textual de Fignon: "En circunstancias normales, si todas las etapas hubieran respetado un mínimo de reglas morales, esa contrarreloj [de 42 km, ganada por [Francesco] Moser con 2:24 de ventaja sobre el francés] no habría tenido más que una importancia secundaria, las diferencias habría mucho menores. Y habría ganado mi primer Giro de Itala de la forma más lógica del mundo. En lugar de eso, un dolor hervia mi pecho: el de la injusticia".
Esa era la conclusión. Vayamos a los hechos. "La mañana de las 18ª etapa, tenía todo particularmente marcado en mi calendario, en el que habíamos estudiado escrupulosamente los menores detalles con Guimard (sabía dónde debía lanzar el ataque) [...] se produjo una farsa escandalosa. En el programa de esta etapa de montaña dantesca figuraba la escalada al mítico Stelvio (2.757 metros), donde el gran Coppi firmó una de sus más bellas proezas y donde los italianos devotos del ciclismo estaban convencidos de que nadie más iba a ser capaz de hazañas tan suntuosas... Aprovechando el frío y la altitud, con el apoyo político de las autoridades, inventaron eventuales peligros que no existían. La agencia nacional de carreteras habló de "riesgos de nieve" e incluso de "avalanchas". Ya lo habían hecho con algunos puertos menos célebres: las etapas se modelaban día a día en función de sus intereses. Era surrealista. Cyrille Guimard protestó todo lo que pudo. En vano. Vincenzo Torriani borró el Stelvio de la etapa y ofreció un recorrido alternativo indigno. A la llegada, a Val Gardena, había terminado segundo y recortado algo de tiempo a Moser, muy contento del golpe 'político' que nos había impuesto a todos. Nuestro plan de gran ofensiva había quedado arruinado por la doble moral de organizadores poco respetuosos con las reglas deportivas".
"Al día siguiente", continúa Fignon su narración con la siguiente jornada, Val Gardena-Araba, "exactamente en el lugar previsto, salí en solitario en el frío y la niebla que tanto detestaba... Al ganar esta etapa en solitario, le di un vuelco a la clasificación y me vestí de rosa. Pero Moser, ahora a 1:30 de mí, no había sido eliminado, contrariamente a lo que habría sucedido en el Stelvio muy por encima de los 2.000 metros de altitud... Todo el pelotón había hecho lo posible por protegerlo, por impedir que perdiera demasiado tiempo... Cadenas de aficionados se turnaban para empujarlo en los puertos. Los comisarios, también ellos, aportaron lo suyo al cargarme ¡20 segundos de penalización por un presunto avituallamiento indebido! Era imprescindible que Moser ganara".
Y, finalmente, la contrarreloj: "Moser: 42 km a casi 51 km/h de media. Yo, segundo, a 2'24". Un minuto y tres segundos de pasivo en la general. Yo me hundía en el caos. Era bastante más difícil de aceptar que durante una gran parte de mi crono, el piloto del helicóptero de la televisión, presa de su pasión devoradora por su trabajo sin duda, se divirtió filmándome tan de cerca que habría podido planchar mi dorsal con su aparato. Inútil decir que las turbulencias así provocadas me enviaron bastante viento para ralentizar mi progresión. Dos o tres veces, al borde de la caída, me vi obligado a blandir el puño para quejarme. Todo para que Moser pudiera ganar. Guimard estaba ebrio de cólera. Y yo".