Corrales de comedias de Madrid

espacio escénico donde se desarrolló la dramaturgia española del Siglo de Oro

Los corrales de comedias de Madrid fueron el marco teatral donde se desarrolló la dramaturgia española del Siglo de Oro. Funcionaron entre la segunda mitad del siglo xvi y el primer cuarto del siglo xviii, siendo algunos de ellos convertidos en teatros. En sus tablas se representaron obras de autores fundamentales de la literatura española del Barroco, desde precursores como Lope de Rueda, actor y dramaturgo, a genios como Lope de Vega o Calderón de la Barca. En sus instalaciones disfrutó el pueblo de Madrid junto a reyes, nobles y prelados.[1]

Localización aproximada de los antiguos corrales de comedias de Madrid en el plano de Frederic de Wit y Antonio Marcelli, hacia 1622-1635.

En el último cuarto del siglo xvi había seis corrales abiertos en la capital española, los más reconocidos: el corral de comedias de la Pacheca, el de la Cruz y el del Príncipe.[2]​ Todos dependientes de sus cofradías, instituciones de beneficencia pública que obtenían sus fondos de las representaciones teatrales en los corrales.[3]

Placa del Ayuntamiento de Madrid en recuerdo del Corral de comedias de La Cruz, colocada en calle de la Cruz cerca de su confluencia con la plazuela del Ángel.

Historia

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Del espacio medieval al renacentista

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El propio Lope de Rueda muestra con su vida la evolución de los espacios teatrales durante la primera mitad del siglo xvi. El sevillano, a la zaga de otros autores como Juan del Encina, Gil Vicente, Juan de Timoneda o Bartolomé de Torres Naharro, llegó a Madrid al frente de una compañía de teatro de tipo ambulante y no muy lejana de las experiencias de los cómico de la legua.

La herencia del teatro medieval, recluido en los templos o viajando de un pueblo a otro y de ciudad en ciudad, cambió su suerte cuando la Iglesia católica consideró la posibilidad de usar el fenómeno teatral para reforzar sus influencias y enseñanzas.[4]​ De paso se atajaban las libertades y excesos propios del teatro callejero que tendía a mezclar en el repertorio la seriedad de los autos o la popularidad de farsas y entremeses con piezas más atrevidas y una colección de bailes (graves y serios como el turdión o picantes como el polvillo y la zarabanda, además de otros como la pavana la chacona, la gambeta, la capona, o el popular zapateado) que solían provocar la ira de los eclesiásticos y algunos nobles.

Finalmente, y con el apoyo del gobierno, se encontró un medio de control contando con la colaboración de un nuevo gremio: las cofradías. Los corrales madrileños fueron consecuencia —al menos en su aspecto administrativo— de la autorización decretada por Felipe II en 1565 para establecer con carácter permanente en Madrid unas cofradías que dispusiesen de edificios para la representación de comedias.[5]

Cofradías de autores y representantes

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Hay noticia de dos cofradías (hermandades religiosas de inspiración gremial) controlando la explotación de los primeros corrales: la de la Pasión o Santa Pasión, constituida en 1565,[nota 1]​ y la Cofradía de la Soledad, establecida el 21 de mayo de 1567.[6]

La cofradía de la Pasión puso en marcha tres corrales habilitados para el teatro, dos de ellos en la calle del Príncipe (el corral de la Pacheca y el Corral de Burguillos) y otro en la calle del Sol.[7][nota 2]

Por su parte la hermandad de la Soledad gestionó otros tres corrales: el corral de la Cruz y otros dos en ubicación desconocida.[nota 3]

En un principio, los corrales no fueron un gran negocio, de ahí que ya en 1574 se uniesen las dos grandes cofradías con permiso real, Pasión y Soledad, para la explotación comercial de varios corrales de comedias en diferentes corralas de la ciudad con cierta tradición dramática.

Un rosario de desgracias en el seno de las familias reales de Felipe II y Felipe III paralizaron la actividad de los corrales en sucesivas ocasiones entre 1595 y los primeros años del siglo xvii. Con fecha de 5 de mayo de 1598, Felipe II, un año antes de morir, ordenó al Consejo de Castilla que expidiese una orden prohibiendo las comedias "para siempre", no solo en los corrales, calles y plazas, sino aún más en iglesias y conventos.[8][9][nota 4]​ Por esas fechas, además, la explotación de los corrales dejó de ser privilegio de las Cofradías, y de ahí quizá que los dos más importantes, el del Príncipe y el de la Cruz, se vendiesen al Ayuntamiento de la Villa.

Gestión y organización

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Hasta la reforma administrativa de 1623, los corrales fueron gestionados por las cofradías. En 1615, las recaudaciones no cubrían las necesidades del creciente número de hospitales creados y acogidos a los fondos de aquellas. El rey ordenó que el ayuntamiento de la villa se hiciese cargo de los corrales, les asignara una subvención fija y los arrendase en subasta pública.

La quiebra del arrendador Francisco Garro de Alegría y la morosidad de los nobles en el pago de sus aposentos privados, provocó una reforma importante en la administración de los corrales. En 1623 se formó una nueva comisión que excluía a los hospitales de beneficencia (que pasaron a ser subvencionados por el ayuntamiento en 1638). Se cambió y amplió la reglamentación del teatro en los corrales, especificando las tareas del "protector de comedias" (procedente del Consejo de Castilla), los alguaciles (uno o dos por corral) y comisarios (dos por cada cofradía, además del "comisario de libro"), para vigilar el orden durante las representaciones.

Desde el primer reglamento -de 1608, al que siguieron los promulgados en 1615 y 1641- se marcaban los cometidos de los censores sobre el texto y la escenificación, y los bailes complementarios a las representaciones.

Interesa mencionar la complicada contaduría del corral de comedias. Todo espectador que quiera reservar asiento en bancos o gradas debía pagar una triple entrada (para la compañía de actores, para el arrendador del corral y para la reserva de asiento). Por su parte, los arrendadores facilitaban a los autores o directores una cantidad a cuenta, a fin de que pudieran cubrir parte del montaje del espectáculo y la compra de textos.[10]

Todas estas disposiciones cambiaban con el tiempo y podían no corresponderse con las adoptadas en corrales de comedias de otras ciudades españolas, como los de Barcelona, Málaga, Segovia, Sevilla, Valencia, Valladolid, Zaragoza o, al otro lado del océano Atlántico, los de México.

Felipe IV

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La gran apoteosis teatral fue uno de los mayores logros quizá del reinado de Felipe IV; hasta tal punto fue identificado este monarca con la farándula que se le atribuyó la posibilidad de que fuese seudónimo suyo Un ingenio de esta corte,[11]​ fórmula que usaban los dramaturgos para firmar carteles sin que su nombre fuera expuesto a las iras de mosqueteros u otros sicarios de la competencia.[12]

Ya en 1620, un año antes de que el Rey Planeta subiera al trono, la Plaza Mayor de Madrid se habilitó como espacio escénico para representaciones muy diversas, incluidas mascaradas y danzas. En cuanto al gremio de autores y compañías teatrales, la situación casi se "profesionalizó" en la primavera de 1631 con la fundación, el 2 de abril, de la Cofradía de autores y representantes, bajo el patronazago de Nuestra Señora de la Novena.[nota 5]​ En sus estatutos se especificaba que solo podían pertenecer a ella los actores y sus familiares más directos, como esposas o hijos sin emancipar, pero no otros parentescos cercanos, incluidos los padres.[13]

 
En el Madrid de los primeros Austrias el espectáculo teatral fue trasladándose de las iglesias y las plazas a los corrales de comedias. En la imagen, una representación del auto de Calderón de la Barca, La Divina Filotea, ante la Casa Consistorial de Madrid en 1681. Obra de Joaquín Muñoz Morillejo.

Con la protección del nuevo gremio, la mejora de las salas estables, y la habilidad de dramaturgos como Lope de Vega (que redujo la duración de sus obras a tres únicos actos) y el notable aumento de calidad en la producción, los corrales madrileños vivieron sus mejores días. En sus 'carteleras' figuraban los nombres de Pedro Calderón de la Barca, Antonio Hurtado de Mendoza, Agustín Moreto, Juan Pérez de Montalbán, Francisco de Quevedo, Francisco de Rojas Zorrilla, Juan Ruiz de Alarcón, Tirso de Molina, Lope de Vega, Luis Vélez de Guevara, entre los más distinguidos.[nota 6]

Los Borbones: últimos corrales

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La afición del primer borbón, Felipe V, por la ópera italiana, sirvió de pretexto para la construcción del último gran corral de comedias madrileño: el coliseo de los Caños del Peral, así llamado por levantarse en un solar cercano a los lavaderos con ese nombre conocidos. Con el rumor de sus 57 pilas, el escenario de los Caños sirvió de albergue a las compañías italianas en los primeros años del siglo XVIII, hasta la construcción en 1713 del primero de los teatros levantados en la plaza de Oriente (sustituido en 1737 por otro mayor que se mantuvo en pie hasta 1817). Así, a lo largo del siglo de las Luces, la transición de corral a teatro de estilo italiano alcanzó finalmente a todos los corrales madrileños que habían podido subsistir.[14]

Distribución de localidades

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Corral del Príncipe en 1730. Dibujo esquemático de José Antonio de Armona.

En 1730, cinco años antes de que el corral del Príncipe fuera convertido en teatro a la italiana por Sachetti, José Antonio de Armona dibujó un interesante esquema de la distribución del público en los espacios habilitados como localidades en el edificio del corral.[15]

En la parte más alta, dibujada como un coliseo semicircular, puede verse la "tertulia",[nota 7]​ galería cerrada con celosías que protegían de miradas a los religiosos y otros personajes asistentes a las representaciones. Bajo la "tertulia", bien centrado, puede verse el "aposento de Madrid", espacio de los Corregidores o Alcaldes, flanqueado por los aposentos de la galería alta reservados a personajes notables de la ciudad o del Consejo de Castilla. Debajo de la curia municipal, se sitúa la "cazuela" de mujeres del primer piso y bajo ella, los dos palcos alojeros, instalados en la galería baja, en la zona inmediata al zaguán de entrada al corral, en el porche situado al fondo del patio.

A los lados, dibujadas muy esquemáticamente bajo desvanes y aposentos laterales, las gradas que descendían sobre la entrada al patio del corral y a sus pies, el suelo del patio frente al tablado del escenario. Con mayor detalle indica Armona espacios concretos: «Puñonrrostro», «Rinconada de la casa», «Rexa (reja) grande», «Rexa chica», «Campanero de la casa», «Carpio de la casa», «Amirante de la casa», o el palco de la «Señora protectora», presidiendo un lateral del patio. No queda muy claro si algunos de ellos podrían traducirse como las dependencias del "guardarropa" y la "contaduría", contiguas a las alojerías, en la zona de la vivienda que separa el corral de la calle.

En el plano tampoco están marcadas las ocho puertas de acceso al corral de comedias del Príncipe (una menos que las que tenía el corral de la Cruz), y que se distribuían así: la primera, entrada privada para los aposentos; la segunda y tercera dando acceso a las casas contiguas (una especie de primitiva salida de incendios); y el resto, entradas generales a los diversos servicios: alojería de refrescos y libaciones, "cazuela" de señoras, escenario y patio.[16]

Pasadizos

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Se ha documentado que tanto el corral de la Cruz como el del Príncipe disponían de pasadizos que comunicaban las casas contiguas con dependencias privadas con 'vistas' a la función. Ello era factible pues los costados del corral de comedias estaban formados por las paredes de los edificios inmediatos, paredes en las que los dueños de los inmuebles podían (y de hecho lo hicieron) abrir huecos en clave de ventana o balconcillo, desde los que pudieran presenciarse las representaciones.[nota 8]

Estas localidades de acceso privado solían recibir el nombre de «rexas» (pues efectivamente estaban cerradas con gruesa reja de protección para impedir que el público tuviese acceso a ellas o sus domicilios desde el corral). Aunque la ausencia de dibujo en perspectiva del esquema de Armona no permite deducirlo, información complementaria a él sitúa debajo de esas «rexas», el equivalente de los palcos del teatro a la italiana: los "aposentos", construcciones integradas en el conjunto escénico del corral de comedias. Solían ser alquilados por familias o pequeñas sociedades al precio de 17 reales. La nobleza los solía tener reservados durante toda la temporada, aunque es proverbial el hecho de que muy pocos abonaban el alquiler. Todos estos "aposentos" estaban cerrados por espesas celosías, detalle recogido por el poeta Antonio Hurtado de Mendoza con estos versos:

"Celosías recoletas
fueron campaña y vergel
de la más cuerda matrona
y el más rígido juez".

Conocido —y comentado con generosa morbosidad— es el dato de los "aposentos" privados que Felipe IV y su primera esposa tenían en los corrales del Príncipe y especialmente en el de la Cruz, preferido del monarca.[17]

El aparato publicitario

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José Deleito, erudito y divertido historiador y pedagogo español, reunió curiosa información en torno a los recursos publicitarios de los corrales para anunciar las funciones que se representaban.[18]

El medio publicitario más corriente eran los carteles, cuya invención y uso en España le atribuyó Agustín de Rojas Villandrando a un director de compañías granadino. Estaban escritos a mano con gruesos caracteres góticos y almagre. Se pegaban con engrudo en las paredes de lugares concurridos, como lo era en esa época la Puerta de Guadalajara (al final de la calle Mayor), y la tarea les correspondía a los faranduleros subalternos. De los epigramas y letrillas de la época se deduce que los autores más aficionados al cartelismo fueron Ruíz de Alarcón y Tirso de Molina.[19]

En esa época también se puso de moda entre algunos autores, más vanidosos que prudentes, colocarse a la puerta del corral para, si la obra era un éxito, recibir felicitaciones y plácemes. Esta ceremonia sería el precedente del gesto de salir a escena (el autor de la mano de los primeros actores) a recibir el aplauso del público, práctica que no se introdujo en el teatro español hasta 1836, con motivo del estreno de El Trovador de García Gutiérrez.[12]

El corral de comedias de la Pacheca

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Ubicación aproximada del lugar que ocupó el antiguo corral de comedias de la Pacheca en la calle del Príncipe, esquina a la calle Visitación, sobre el plano de Pedro Texeira (1656).

Es probable que la primera representación en el corral de la Pacheca fuese la que aconteció el 5 de marzo de 1568, organizada por la Cofradía de la Pasión.[4][nota 9]

También se ha documentado el alquiler del corral de la Pacheca por un empresario y actor italiano de la commedia dell'arte, el inquieto Alberto Naseli, más conocido como Zan Ganassa. Así lo relata Casiano Pellicer, en su Tratado histórico sobre el origen y progreso de la comedia y del histrionismo en España con las censuras teológicas, reales resoluciones y providencias del Consejo supremo sobre comedias.:

"El mismo año de 1574 había en Madrid una compañía de comediantes italianos, cuya cabeza y autor era Alberto Ganassa. Representaba comedias italianas, mímicas y bufonescas, de asuntos triviales y populares. Hacían también los volatines, los títeres, juegos de manos, y tal vez volteaban un mono."[20]

Entre 1574 y 1577, el cómico italiano actuó con cierta periodicidad (casi como compañía estable) en dicho corral de la Pacheca, llegando a un acuerdo con los diputados de las cofradías para restaurarlo y mejorar sus estructuras, añadiéndole tejados al escenario y toldos para el público.[21]

La decadencia del corral de la Pacheca puede atribuirse a la instalación del nuevo corral del Príncipe, casi contiguo y abierto al público al final del verano de 1583.

Corral del Lobo

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Situación aproximada del antiguo corral del Lobo o de Puente, sobre el plano de Pedro Texeira (1656).

Corral del Lobo o Corral de Puente por ser propiedad de Cristóbal de la Puente, y situado en la calle del Lobo (más tarde calle de Echegaray), esquina a la carrera de San Jerónimo, comenzó a funcionar hacia 1560, cuando las cofradías de la Pasión y de la Soledad habían alquilado sendos corrales, este de la calle del Lobo y otro en la calle del Príncipe (esquina a Visitación). Ambos dejaron de funcionar en 1579 al trasladarse todos sus pertrechos al nuevo local de la calle de la Cruz. A Ganassa, cómico italiano establecido en España, se le menciona en 1579 representando "en la calle del Lobo, en el corral propiedad de Cristóbal de la Puente".[21]

El corral de la Cruz

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Ubicación aproximada del antiguo corral de comedias de la Cruz, en la esquina de esta calle con la Plazuela del Ángel, en el plano de Pedro Texeira, hacia 1656.

Vendidos los locales de las calles del Lobo y de la Visitación, las cofradías de la Pasión y de la Soledad pudieron comprar en 1579 uno, más grande, situado en la calle de la Cruz, junto a la plazuela del Ángel. El que llegaría a ser Teatro de la Cruz, fue inaugurado el 16 de septiembre de 1584, casi al mismo tiempo que el nuevo corral del Príncipe.[22]

En el siglo xviii, al pasar a manos del ayuntamiento de la Villa, este procedió a reformarlo, transformándolo en un teatro moderno con capacidad para 1500 espectadores. Las obras, iniciadas hacia 1743, fueron encomendadas al arquitecto Pedro de Ribera.

El Teatro de la Cruz fue derribado en 1856, tras haber sido declarado oficialmente “oprobio del arte” mediante una Real Orden, dejando paso a la prolongación de la calle Espoz y Mina y el ensanche de la Plaza del Ángel. Como recuerdo suyo existe una pequeña placa conmemorativa situada en el cruce de las calles Espoz y Mina y Cruz.

Entre su abundante anecdotario cabe mencionar la detención en 1587 del dramaturgo Lope de Vega, que fue encarcelado, acusado de difamación.

El corral del Príncipe

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Ubicación aproximada del corral de comedias del Príncipe, en la calle de su nombre y contiguo al viejo corral de la Pacheca, sobre el plano de Pedro Texeira (1656).

En 1582, la Cofradía de la Pasión adquirió el espacio en el que actualmente se sitúa el teatro Español, en la calle del Príncipe, y el 21 de septiembre del año siguiente, aun sin terminar la obra, quedó inaugurado el corral de comedias poniendo en escena unos entremeses de Lope de Rueda, presentados por la compañía un tal Vázquez y el cómico Juan de Ávila. La estructura original cambió en 1735, año en que el arquitecto Juan Bautista Sachetti en colaboración con un jovencísimo Ventura Rodríguez, iniciaron las obras de un nuevo edificio que terminaron diez años después para convertirse en el nuevo Teatro del Príncipe, recinto cubierto en su totalidad, en el que además de teatro al uso, se ofrecían espectáculos de magia, animales y sombras chinescas.

A lo largo del xviii, el Teatro del Príncipe contó con su propio grupo de seguidores, los Chorizos, en pugna constante con los Polacos, que preferían los escenarios del rival Teatro de la Cruz.[23]​ En 1783, la Cofradía lo vendió al Ayuntamiento.[24]​ En 1792, Leandro Fernández de Moratín estrenó en él La comedia nueva.

El 11 de julio de 1802 el Teatro del Príncipe se incendió,[25]​ por lo que no pudo utilizarse hasta concluirse las obras dirigidas por el arquitecto Juan de Villanueva, pasando en 1849 a denominarse Teatro Español.[26]

Telón

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La decadencia física de los corrales de comedias madrileños, en gran medida fruto de sus primitivas condiciones como espacio teatral y como edificio arquitectónico, se hizo crítica al final del xvii y descarriló en el primer cuarto del xviii. Los corrales, que habían pasado por la "etapa dura de los austrias",[9][nota 10]​ de nuevo tan populares y concurridos gracias a Felipe III y, en especial, a Felipe IV, se caían a trozos o se quemaban por partes. Solución: convertirlos en edificios arquitectónicos ilustrados. Y se llamó a los arquitectos.[nota 11]​ El resto de los viejos corrales, joyas del teatro del Siglo de Oro Español, si no había caído ya o se había quemado, se perdió en el olvido y su recuerdo se hizo ceniza.[27][3][28]

Véase también

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Referencias

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  1. Deleito y Piñuela, José (1988). También se divierte el pueblo (prólogo de Julián San Valero Aparisi). Alianza Editorial. pp. 165-172. ISBN 84-206-0351-1. 
  2. Gómez García, Manuel (1997). Diccionario del teatro. Madrid, Ediciones Akal. pp. 216 y 217. ISBN 8446008270. 
  3. a b Fernández de los Ríos, Ángel (1876). Guía de Madrid. Madrid, edición facsímil de Ediciones La Librería. pp. 165-172. ISBN 8495889315. 
  4. a b Montoliu Camps, Pedro, "Enciclopedia de Madrid", p. 150
  5. RTVE, ed. (17 de septiembre de 2012). «El Teatro Español nos muestra sus secretos y su alma». 
  6. Ángel Fernández de los Ríos—, "Guía de Madrid", p. 546
  7. VV.AA. (catálogo exposición: El teatro en Madrid 1583-1925. Del corral del Príncipe al Teatro de Arte. Museo Municipal -febrero/marzo 1983), Navarro de Zuvillaga, Javier (1983). "Del corral al coliseo". Ayuntamiento de Madrid, Delegación de Cultura. ISBN 8400052889. 
  8. Ángel Fernández de los Ríos, "Guía de Madrid", p. 546
  9. a b Montoliu Camps, Pedro, "Enciclopedia de Madrid", p. 151
  10. Arellano, Ignacio (1995). Historia del teatro español del siglo XVII. Madrid, Cátedra. p. 68. ISBN 843761368X. 
  11. Ángel Fernández de los Ríos, "Guía de Madrid", p. 547
  12. a b Deleito, José, "También se divierte el pueblo", p. 215
  13. "Cláusulas, condiciones, estatutos, etc, para crear una congregación de Autores y representantes..." A.C.N (Archivo de la Cofradía de la Novena) Légajo 1. Carpeta 12.
  14. Montoliu Camps, Pedro, "Enciclopedia de Madrid", p. 152
  15. Fernández Muñoz, Ángel Luis (1989). Arquitectura teatral en Madrid. Ayuntamiento de Madrid, El Avapiés. pp. 26 - 27. ISBN 8486280362. 
  16. Deleito, José, "También se divierte el pueblo", p. 169-170
  17. Deleito, José, "También se divierte el pueblo", p. 168-169
  18. Deleito, José, "También se divierte el pueblo", pp. 214-215
  19. Deleito, José, "También se divierte el pueblo", p. 214
  20. Casiano Pellicer: Tratado histórico sobre el origen y progreso de la comedia y del histrionismo en España con las censuras teológicas, reales resoluciones y providencias del Consejo supremo sobre comedias. Madrid, 1804. Barcelona: Labor, 1975.
  21. a b Historia del teatro en España (dirigida por José María Díez Borque); Madrid, 1983; Taurus Ediciones; tomo I, pp. 400-401; ISBN 8430621520
  22. Montoliu Camps, Pedro, "Enciclopedia de Madrid", p. 150-153
  23. Emilio Casares (ed.). «Francisco Asenjo Barbieri». 
  24. Pedro Montoliú y Pedro Montoliú Camps, ed. (2002). «Madrid, Villa y Corte: Calles y Plazas». 
  25. Luis Balaguer (ed.). «Las Cenizas Del Príncipe». 
  26. "El Teatro Español. Un digno heredero de los corrales de comedias de la Villa y Corte de Madrid" en la revista online De rebus matritensis (Publicado el 5 de enero de 2015). Archivado el 3 de febrero de 2015 en Wayback Machine. Consultado en febrero de 2015
  27. Deleito, José, "También se divierte el pueblo", pp. 163-165
  28. Castillejo, David (1983). El corral de comedias. IV Centenario del Teatro Español, Ayuntamiento de Madrid. ISBN 8450097770. 
  1. En cuyos estatutos se obliga a "vestir a doce pobres y a una niña, y dar comida dos veces al año a los pobres de la cárcel", solicitando del Consejo de Castilla, a cambio, el monopolio de las actividades teatrales, que se le concedió a condición de que la cofradía construyese un hospital. Precisamente en el patio de ese edificio se llevó a cabo la primera representación en un local cerrado, de la que ha quedado noticia documentada el 5 de mayo de 1568.
  2. No ha sido confirmada la exacta ubicación de la mencionada "calle del Sol". Según Peñasco y Cambronero, así se llamó a un tramo de la calle del Casino, entre la calle de Embajadores y la del Ventorrillo, tramo que aparece sin nombre en el plano de Texeira, pero que en el dibujado más tarde por Espinosa, queda nombrado como parte de la calle del Tribulete. Así lo informa María Isabel Gea en su Diccionario Enciclopédico de Madrid.
  3. Quizá uno de ellos fuese el Corral de Puente, por ser propiedad de Cristóbal de la Puente, situado en la calle del Lobo (más tarde calle Echegaray), esquina a la carrera de San Jerónimo, desaparecido antes de finalizar el siglo XVI. Se especula que el otro fuese el de Valdivieso, asimismo por ser ese el apellido de su propietario.
  4. En 1600, Felipe III consintió en la reapertura de los corrales, pero con importantes restricciones y prohibiciones: además de seguir vetadas las representaciones en Cuaresma y Semana Santa y limitados ciertos bailes en los corrales, se prohibió actuar a las mujeres, se obligó a ensayar a puerta cerrada y se separaron a hombres y mujeres en los bancos del público, como durante siglos ha sido preceptivo en las funciones eclesiásticas.
  5. Ángel Fernández de los Ríos —en su Guía de Madrid de 1876— sitúa la fundación de la cofradía de Nuestra Señora de la Novena, el 24 de julio de 1624, por los comediantes y comediantas de la villa, en la parroquia de San Sebastián (donde consta que se depositaron los restos mortales del "Fénix de los Ingenios", Lope de Vega).
  6. La mayoría de estos autores gozaron del apoyo incondicional de Felipe IV, cuya afición teatral le llevó a construir un coliseo junto al Real Alcázar de Madrid, en las llamadas Casas del Tesoro, que sirvió de teatro de la Corte hasta la conclusión del Buen Retiro, en cuyo complejo se inauguró un teatro italiano en 1640, con el estreno de Los bandos de Verona, de Rojas Zorrilla.
  7. Curiosa denominación que Deleito, citando a Pellicer, comentaba en similares términos: ...debían su nombre -aunque la explicación es algo extraña- al hecho de ser el espacio preferido por la intelectualidad de la época, es decir, religiosos y gentes graves, eruditas y versadas en letras, y por la costumbre entre ellos de citar los comentarios de Tertuliano, prolífico padre de la iglesia del siglo segundo a caballo del tercero. El fallo crítico de aquellos doctos frailes se tenía en gran consideración por dramaturgos y faranduleros.
  8. Un documento municipal fechado el 19 de agosto de 1635 recoge la licencia otorgada al vecino Juan de Herrera para abrir en su casa una ventana con vistas al corral del príncipe, abonando 30 ducados a sus arrendadores. En otro documento de 1662, doña Juana González Carpio comienza a percibir el canon anual de 50 ducados por facilitar la entrada a la "cazuela" de las mujeres, gracias al pasadizo instalado en la casa de su propiedad, contigua al corral del Príncipe. Según recoge Joaquín Muñoz Morillejo, en su estudio de Escenografía española (tomo I, p.54), citado por José Deleito en También de divierte el pueblo, p.167-168
  9. No se ha podido esclarecer si esa histórica representación, por ser la primera documentada en un corral de comedias madrileño, tuvo lugar en el patio del Hospital General -espacio común de todas las cofradías-, o en alguno de los tres corrales que la hermandad de la Pasión tenía alquilados en la capital del Reino, el de la calle del Sol y los dos de la calle del Príncipe, de los que uno de ellos era propiedad de Isabel Pacheco, y de ahí su denominación popular.
  10. Entre octubre de 1580 y noviembre de 1581, fue interrumpida la actividad teatral debido a la muerte de la reina Ana. Y en 1597, con motivo del fallecimiento de la princesa Catalina, Felipe II cerró las puertas de los teatros y el duelo que todos creían provisional, se prolongó al promulgarse en mayo de 1598 una Real Pragmática prohibiendo las comedias y los bailes.
  11. El italiano Juan Bautista Sachetti para el corral del Príncipe (1735), y Pedro de Ribera para el viejo corral de la Cruz (1743).

Bibliografía

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  • VV.AA. (catálogo exposición: El teatro en Madrid 1583-1925. Del corral del Príncipe al Teatro de Arte. Museo Municipal -febrero/marzo 1983), Navarro de Zuvillaga, Javier (1983). "Del corral al coliseo". Ayuntamiento de Madrid, Delegación de Cultura. ISBN 8400052889. 
  • Fernández de los Ríos, Ángel (1876). Guía de Madrid. Madrid, edición facsímil de Ediciones La Librería. pp. 165-172. ISBN 8495889315. 
  • Gómez García, Manuel (1997). Diccionario del teatro. Madrid, Ediciones Akal. pp. 216 y 217. ISBN 8446008270. 
  • Díez Borque, José María (1991 1983). Teatro del Siglo de Oro: corrales y coliseos en la Península Ibérica. Cuadernos de teatro clásico, núm. 6. 
  • VV.AA. (dirigida por José María Díez Borque) (1983). Historia del teatro en España. Madrid, Taurus Ediciones. pp. tomo I, 398 y ss., y 674 y ss. ISBN 8430621520. 
  • Montoliu Camps, Pedro (2002). Enciclopedia de Madrid. Barcelona, Ed. Planeta. pp. 150-153. ISBN 9788408043386. 
  • Fernández Valbuena, Ana Isabel (2006). La Comedia del Arte. Madrid, Ediciones Fundamentos. p. LXXIV. ISBN 8424510739. 
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  • Arellano, Ignacio (1995). Historia del teatro español del siglo XVII. Madrid, Cátedra. pp. 64 - 83. ISBN 843761368X. 
  • Fernández Muñoz, Ángel Luis (1989). Arquitectura teatral en Madrid. Ayuntamiento de Madrid, El Avapiés. pp. 21 - 31. ISBN 8486280362. 

Enlaces externos

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