Club político

(Redirigido desde «Clubes políticos»)

Club político es un tipo de club que implica la organización política de sus miembros y su lealtad.[1]

Francia revolucionaria

editar

Inglaterra victoriana

editar
 
El salón italianizante del Reform Club.

En la era victoriana la denominación political club era paralela a la de political party. Los parlamentarios debían declarar públicamente su pertenencia tanto a un club como a un partido político (el whig -liberal- o el tory -conservador-). Para una fuente actual, los clubes políticos más notables que existían eran el Brooks's y el Reform Club,[2]​ ambos caracterizados por su tendencia liberal; mientras que una fuente de la época (Joseph Hatton, en 1890) apreciaba una mayor capacidad de los conservadores para fundar clubes: el Carlton Club, el Conservative Club, el City Carlton Club, el Constitutional Club, el Junior Carlton Club, el National Club, el City Conservative Club, el St. Stephen's Club o el Beaconsfield Club; mientras que lista entre los liberales, además del Reform y el Brooks's, únicamente cuatro más: el Devonshire Club, el City Liberal Club, el Cobden Club y el National Liberal Club. Atribuye esa fuente la diferencia a la mayor riqueza (basada en la propiedad territorial y a la herencia de familias con mayor tradición en la gestión patrimonial) y a la menor conflictividad faccional que atribuye a los conservadores frente a los liberales.[3]​ Concretamente, el Carlton se convirtió virtualmente en el cuartel general del partido para tratar cuestiones electorales en 1832, porque la casa de Joseph Planta (que hasta entonces se venía utilizando a esos efectos) se había quedado demasiado pequeña. A finales de marzo de ese año, quinientos miembros pagaban una cuota anual de diez libras. Un año más tarde llegaron a ser ochocientos. En cada una de las circunscripciones se crearon sedes locales, manteniendo en el Carlton Club las listas de candidatos que se les enviaban cuando esas asociaciones lo solicitaban.[4]

Además de estos, existían en la época unos doscientos clubes londinenes con distintos enfoques (científicos, literarios, artísticos, literarios, de viajeros, de militares, etc.), la mayor parte de ellos localizados en la zona llamada Clubland entre St. James's Street y el Pall Mall.[5]​ A comienzos del siglo XX (en el periodo entre la guerra de los boers y la primera guerra mundial) comenzó a minarse el protagonismo de los clubes en la vida política, junto a otros cambios que en parte eran generacionales.[6]

Es significativo que Julio Verne eligiera en una de sus novelas uno de estos clubes ("Phileas Fogg era miembro del Reform-Club, y nada más") para ambientar la apuesta extravagante (pero muy adecuada a lo tecnificado e imperialista de la época) que lleva a dar La vuelta al mundo en ochenta días (1872); y en otra se inventara un club ficticio (el Gun-Club de Baltimore) para ambientar paródicamente la mucho más violenta actividad de los ingenieros estadounidenses en De la Tierra a la Luna (1865).[a]

España del siglo XIX

editar

En la España del siglo XIX existió la institución similar de las sociedades patrióticas, formadas durante el Trienio Liberal (1820-1823) y disueltas en la Década Ominosa (1823-1833).

Desde el reinado de Isabel II la vida social, política y cultural de la élite madrileña se centró en dos "espacios de sociabilidad" rivales: el Ateneo (fundado en 1835, con una orientación más cercana a los progresistas) y el Casino (fundado en 1836, con una orientación más cercana a los moderados); otra también importante inicialmente, el Liceo, tuvo una vida más breve (1837-1851).[8]

Son muy significativas las descripciones literarias que de tertulias y reuniones políticas (en cafés, teatros, salones, logias masónicas, etc., "enclaves cronotípicos" que en en varias ocasiones explícitamente denomina como "club") hizo Benito Pérez Galdós en muchas de sus obras, especialmente en los Episodios nacionales (1872-1912).[b]​ La vida política y social de provincias es reflejada por Leopoldo Alas "Clarín" en La Regenta (1884-1885), donde queda evidente la permeabilidad entre los partidos "dinásticos" de la Restauración (el liberal de Sagasta y el conservador de Cánovas), el predominio de las relaciones sociales y el clientelismo político (lo que Joaquín Costa denominó "caciquismo").[c]

Italia del siglo XIX

editar

Tras la revolución de 1830, el gobierno del Ducado de Parma cerró el "club de lectura" de Piacenza (1831) para controlar la deriva política de los elementos más dinámicos de las élites locales, que no se limitaban al estudio de ideas económicas y técnicas agrícolas (objeto inicial de tal institución). En el reino del Piamonte Cavour fundó la Società del Whist (1841) en un café de Turín, club que sirvió como espacio de encuentro político en el contexto del Risorgimento.[11]​ La significación política alcanzaba a otras instituciones de la época, por mucho que fuera otra su función principal: así el Club Alpino Italiano (creado en 1868 como "turinés" y rebautizado en 1867), respuesta nacionalista al predominio británico en esa actividad (el Alpine Club se había fundado en Londres en 1857), implicó al mundo político y cultural piamontés.[12]

Política urbana en Estados Unidos

editar
 
Thomas Nast representó el Tammany Hall como un tigre que devoraba la democracia.

La denominación political club se utiliza en la política urbana de Estados Unidos (urban politics) para denominar a la agrupación política en un barrio (neighborhood) de un partido político concreto (al Primer Sistema de Partidos entre 1792 y 1824 -Federalist vs Democratic-Republican- siguió el Segundo Sistema de Partidos entre 1828 y 1854 -Democratic vs Whig- y los siguientes -Democratic vs Republican-). Tuvieron una presencia destacada a finales del siglo XIX y comienzos del XX, destacadamente en el Tammany Hall de Nueva York, que los adoptó en la edad dorada del fraternalismo (golden age of fraternalism, de las organizaciones llamadas fraternal society o fraternity -organización fraternal o "fraternidad"-) en reacción al fuerte desafío que representaba el United Labor Party en 1886.[13]​ La actividad de los clubes políticos se identificaba con la cultura de maquinaria política y caudillaje (political machine y political boss), representando también la diferencia entre facciones políticas "regulares" y "reformistas" (regular y reform). Inicialmente se reunían en un tipo de edificio denominado meeting house ("casa de reuniones" -las de cultos religiosos del protestantismo no-conformista, que también se utilizaban para otras-), pero esa costumbre fue declinando a medida que se fue desactivando la actividad política basada en los barrios.[14][15][16]

Véase también

editar
  1. El primero que inventó un nuevo cañón se asoció con el primero que lo fundió y el primero que lo taladró. Así se formó el núcleo del Gun-Club. A todo el que quería entrar en la sociedad se le imponía la condición de haber ideado o por lo menos perfeccionado un nuevo cañón, o, a falta de cañón, un arma de fuego cualquiera. Sin embargo, en todas las circunstancias los artilleros tenían preferencia. —La predilección que se les concede —dijo un día uno de los oradores del Gun-Club— es proporcional a las dimensiones y a la distancia que alcanzan sus proyectiles. Una vez fundado el Gun-Club, no es de extrañar que las máquinas de guerra que allí se presentaron fueran cada vez más grandes y peligrosas. La única preocupación de aquella sociedad científica era la destrucción de la Humanidad con un objeto filantrópico, y el perfeccionamiento de las armas consideradas como instrumentos de civilización. El Gun-Club venía a ser una reunión de ángeles exterminadores. Aquellos intrépidos artilleros se llenaban de orgullo cuando el parte de una batalla arrojaba un número de víctimas diez veces mayor que el de proyectiles utilizados. Sin embargo, un día triste y lamentable para los socios del Gun-Club, llegó la paz, y el club quedó sumido en la ociosidad. Algunos apasionados continuaron con sus cálculos de balística y pensaron en construir bombas gigantescas. Pero sin la práctica, ¿de qué servían las teorías? Los salones del club estaban desiertos y sus miembros, tan bulliciosos en otro tiempo, se adormecían en los sillones.[7]
  2. «En la novelística de Galdós desempeñan una función fundamental los lugares de encuentro, faros convocantes de la vida burguesa y pasarelas públicas para la clase más pródiga de figuración, poderosa y segura de sí misma. El trasiego y acumulación de la renta predispone a un cierto tiempo ocioso, el cual estimula el diálogo sobre temas nacionales o privados y la exposición continuada en sitios donde anudar negocios o mantenerlos, abrirse al cotilleo menudo o simplemente dejarse ver y participar. Una economía sin sobresaltos, balanceada apenas bajo una política compleja y crítica, alarga en sus favorecidos la rutina del café, el salón y los teatros, enclaves cronotópicos que se hacen así también rutinarios en la producción galdosiana. ... La Fontana de Oro, redactada durante las vísperas de la Revolución Setembrina y publicada poco después, sucede en los años 20, en una etapa de fermentación política similar, según declara el propio narrador, a la que precedió al derrocamiento de Isabel II. Galdós se propone desde su primera novela los paralelismos temporales, en la certidumbre de que la lectura del pasado entraña un fin aleccionador para el presente cuando aquél y éste se homologan en su coyuntura. "Aquel público iba a los clubs, a las reuniones patrióticas, a La Fontana de Oro, al Grande Oriente, a Lorencini, a La Cruz de Malta. En los grupos sobresalían algunas personas que, por su ademán solemne y su mirada protectora, parecían ser tenidas en grande estima por los demás [...] todo esto hecho con una oficiosa gravedad que indicaba influjo muy grande o presunción muy pequeña" (1: 11). Hasta La Fontana de Oro debió el irónico observador remontarse para encontrar en ella el germen de un país remiso a los artilugios de las palabras y seducido por las promesas encendidas que en 1820 son programáticas y en los 70 pasaban a ser sólo piezas oratorias y electoralistas, efecto del statu quo: "Los clubs, que comenzaron siendo cátedras elocuentes y palestra de la discusión científica, salieron del círculo de sus funciones propias, aspirando a dirigir los negocios públicos, a amonestar a los gobiernos e imponerse a la nación. En este terreno fue fácil que las personalidades sucedieran a los principios [...] y, lo que es peor, que la venalidad, cáncer de la política, corrompiera los caracteres" (1: 15). ... Pero es en la disposición física del café-club donde se sintetiza la época: "En La Fontana es preciso demarcar dos recintos, dos hemisferios: el correspondiente al café y el correspondiente a la política. En el primer recinto había unas cuantas mesas destinadas al servicio. Más al fondo, y formando un ángulo, estaba el local en que se celebraban las sesiones. Al principio, el orador se ponía de pie sobre una mesa, y hablaba; después, el dueño del café se vio en la necesidad de construir una tribuna" (1: 18; véase Johnson). El café proporcionaba sede y refugio a los primeros liberales españoles. La conversación política, recluida en los cafés, se transfirió de las mesas a un reservado, rápidamente aclimatado a la intensidad del mitin. El café de los años 70 no estará menos comprometido con los avatares del parlamentarismo, pero ya no existe el debate irreconciliable entre "moderados" y "exaltados" o "realistas" y "democráticos", ni hay ocultamientos o sesiones discretas ("Por último se determinó que las sesiones fueran secretas, y entonces se trasladó el club al piso principal" [1: 18]). A la polémica de dogmas y pulpito sucede la amenidad del último cuarto de siglo, la política como un tema más dentro del discurso de cada conversador.»[9]
  3. El marqués de Vegallana era en Vetusta el jefe del partido más reaccionario entre los dinásticos; pero no tenía afición a la política y más servía de adorno que de otra cosa. Tenía siempre un favorito que era el jefe verdadero. El favorito actual era (¡oh escándalo del juego natural de las instituciones y del turno pacífico!) ni más ni menos, don Álvaro Mesía, el jefe del partido liberal dinástico. El reaccionario creía resolver sus propios asuntos y en realidad obedecía a las inspiraciones de Mesía. Pero este no abusaba de su poder secreto. Como un jugador de ajedrez que juega solo y lo mismo se interesa por los blancos que por los negros, don Álvaro cuidaba de los negocios conservadores lo mismo que de los liberales. Eran panes prestados. Si mandaban los del Marqués, don Álvaro repartía estanquillos, comisiones y licencias de caza, y a menudo algo más suculento, como si fueran gobierno los suyos; pero cuando venían los liberales, el marqués de Vegallana seguía siendo árbitro en las elecciones, gracias a Mesía, y daba estanquillos, empleos y hasta prebendas. Así era el turno pacífico en Vetusta, a pesar de las apariencias de encarnizada discordia. Los soldados de fila, como se llamaban ellos, se apaleaban allá en las aldeas, y los jefes se entendían, eran uña y carne. Los más listos algo sospechaban, pero no se protestaba, se procuraba sacar tajada doble, aprovechando el secreto.[10]

Referencias

editar
  1. Seth Alexander Thevoz (2018). Club Government: How the Early Victorian World was Ruled from London Clubs. I.B.Tauris. ISBN 9781786723727. 
  2. Seth Alexander Thevoz (2018). Club Government: How the Early Victorian World was Ruled from London Clubs. I.B.Tauris. ISBN 9781786723727. 
  3. Joseph Hatton, Club-Land London and Provincial, London: J. S. Vertie, 1890. Fuente citada en The Victorian Web.
  4. Marjie Bloy, The Carlton Club en The Victorian Web.
  5. Barbara Black, A Room of His Own: A Literary-Cultural Study of Victorian Clubland, Athens, Ohio: Ohio University Press, 2013. Fuente citada en The Victorian Web. Ver la reseña de esa obra por Dino Felluga en NAVSA.
  6. Amy Milne-Smith, Epilogue: Clubland after 1918, The Victorian Web.
  7. Julio Verne - Viaje a la Luna (edición actualizada, ilustrada y adaptada). Capítulo 1, Penguin Books.
  8. María Zozaya Montes, Presentando en familia. Los marqueses de San Felices en el Casino de Madrid, en Giovanni Levi y Raimundo A. Rodríguez Pérez (eds.), Familias, jerarquización y movilidad social, Universidad de Murcia, 2010, pgs. 415-416. Cita como fuente de esta información (además de otros tres estudios de la propia autora sobre el Casino de Madrid y de fuentes primarias) a Alberto Gil Novales, Diccionario biográfico del Trienio Liberal, Madrid, 1991.
  9. Gabriel Cabrejas, Espacio y sociedad en Galdós: El salón, el café, el teatro, Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2016. Edición digital a partir de Anales galdosianos, Año XXIV (1989), pp. 11-29
  10. Leopoldo Alas "Clarín", La Regenta, Tomo I, Capítulo VIII. Centro Virtual Cervantes. Edición digital basada en la edición de Madrid, Librería de Fernando Fé, 1900
  11. Derek Beales, Eugenio F. Biagini, The Risorgimento and the Unification of Italy, Taylor & Francis, 2014, pg. 46.
  12. Alessandro Frigerio, TUTTO Risorgimento e Unità d'Italia, De Agostini, 2011, pg. 122.
  13. Edwin G. Burrows; Mike Wallace (1999). Gotham: a history of New York City to 1898. Oxford University Press. p. 1108. ISBN 0195116348. OCLC 37903500. 
  14. Warren, Kenneth F. (4 de abril de 2008). Encyclopedia of U.S. Campaigns, Elections, and Electoral Behavior. SAGE Publications. ISBN 9781452265872. 
  15. McGerr, Michael E. (19 de mayo de 1988). The Decline of Popular Politics: The American North, 1865-1928. Oxford University Press. ISBN 9780195363760. 
  16. Kilgannon, Corey (15 de septiembre de 2017). «End of an Era for New York's Oldest Political Club». The New York Times. ISSN 0362-4331. Consultado el 23 de enero de 2020.