Alfonso Enríquez (almirante de Castilla)

Almirante de Castilla y señor de Medina de Rioseco

Alfonso Enríquez, conocido también como Alonso Enríquez (Guadalcanal, 1354 - Monasterio de Guadalupe, 1429). Fue hijo natural de Fadrique Alfonso de Castilla, maestre de la Orden de Santiago, señor de Haro y adelantado mayor de la frontera de Andalucía[1][2]​; la identidad de su madre es desconocida. Fue nieto del rey Alfonso XI de Castilla.

Alfonso Enríquez
Almirante de Castilla
Información personal
Otros títulos Señor de Medina de Rioseco
Nacimiento 1354
Guadalcanal
Fallecimiento 1429
Guadalupe, Cáceres
Sepultura Monasterio de Santa Clara de Palencia
Familia
Casa real Casa de Borgoña (España)
Padre Fadrique Alfonso de Castilla
Madre desconocida
Consorte Juana de Mendoza
Heredero Fadrique Enríquez
Hijos Véase Descendencia

Fue almirante de Castilla (1405-1426) y señor de Medina de Rioseco y de otras muchas villas, y también el progenitor del linaje de los Enríquez, que desempeñaron hereditariamente durante varios siglos el almirantazgo de Castilla y ostentaron el título de duques de Medina de Rioseco.

La identidad de su madre

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Aunque los cronistas coetáneos castellanos envolvieron la figura de su madre en misterio y genealogistas posteriores no la mencionaron, otros autores, por ejemplo, el portugués Fernão Lopes escribió en relación con eventos ocurridos en 1384, que el almirante fue hijo de una judía. El Memorial de cosas antiguas atribuido al deán de Toledo, Diego de Castilla, dice que Fadrique tuvo Alonso en una judía de Guadalcanal llamada Paloma, hecho también mencionado en el Tizón de la nobleza de España de Francisco de Mendoza y Bobadilla. Cuenta una anécdota donde el rey Fernando el Católico estaba de caza y fue un halcón con una garza y, tanto se alejó, que el rey la dejó de seguir, y Martín de Rojas fue siempre con el halcón hasta que vio desamparar la garza y tirar tras una paloma. Preguntando el rey por su halcón, Martín le respondió, «Señor, allá va tras nuestra abuela», siendo Martín también descendiente de Paloma.[3]

En 1550 se editó en Zaragoza una colección de romances[4]​ donde se insinúa que Alonso Enríquez era hijo ilegítimo de la reina Blanca de Borbón y del infante Fadrique de Castilla, Maestre de Santiago, y que mandó llamar a un secretario de la confianza de Fadrique, para engañarle diciendo que su hijo en realidad lo era de una de sus damas de compañía. Este secretario se hizo cargo del niño y lo llevó a una tal Paloma como ama de cría, «hija de un tornadizo y una linda judía».[4]​ El cronista y genealogista Esteban de Garibay se hace eco de esta tradición popular en su «Compendio Historial»[5]​ de 1571. Diego Ortiz de Zúñiga a mediados del siglo XVII no quita verosimilitud a estas fuentes orales precisamente por su antigüedad en sus Anales Eclesiásticos y Seculares de la Ciudad de Sevilla.[6]​ Ortiz de Zúñiga señala que la tal Paloma vivía en Llerena (Badajoz), señorío del maestre Fadrique, tal como se recoge en varios romances recopilados y editados en el siglo XVI. Ya en el XIX Agustín Durán concede bastante crédito a estas leyendas.[7]​ Pascual Martínez Sopena y Manuel de Castro, no obstante, consideran que en realidad el hijo de la judía pudo haber sido su otro hermano llamado Alfonso y que él fue el «caçador mór» o montero mayor del rey Juan I de Castilla a quien se alude en la Chronica de El-Rei D. João I.[8][9]

Biografía

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Nació en 1354,[2]​ y permaneció oculto mientras vivía su tío Pedro I de Castilla, quien ordenó asesinar a su padre en 1358 en el Alcázar de Sevilla. En 1389 recibió del rey Juan I de Castilla la villa de Aguilar de Campos, que constituye el primer paso en la construcción de un sólido patrimonio personal. Hacia 1402 desempeñó el cargo de adelantado mayor del reino de León y la alcaldía del castillo de Medina de Rioseco.

Hacia 1395 retomó junto a su mujer la construcción del Monasterio de Santa Clara de Palencia, que había sido comenzado por Enrique II de Castilla y su mujer la reina Juana Manuel, proyectando la iglesia como panteón de los almirantes de Castilla.[10]

En 1405 Alonso Enrique recibió de Enrique III el título de almirante mayor de Castilla. Se conjetura que debió haber sido a instancias de su mujer, la cual, al fallecer su hermano, Diego Hurtado de Mendoza, quien ostentó el cargo de almirante de Castilla, consiguió que el título pasase a su marido. El cargo, transmitido así a la rama femenina de los Mendoza, además de la acción militar en el mar, conllevaba jurisdicción civil y criminal sobre todos los puertos del reino de Granada, y que culminan a los tres años con la toma de Antequera.

En 1421, Juan II le otorgó el señorío de Medina de Rioseco «por los muchos e buenos e leales e notables e señalados servicios que fecisteis al Rey Don Juan mi abuelo e al Rey Don Henrique mi padre e mi señor, e abedes fecho e fazes a mi», lugar que eligió para establecerse y fundar mayorazgo a favor de sus hijos.

En 1426 el rey Juan II le concedió permiso para fundar dos mayorazgos a favor de sus herederos, y el día 19 de abril de ese mismo año, mientras se hallaba en la ciudad de Toro, Alonso Enríquez otorgó testamento y fundó dos mayorazgos a favor de sus hijos, y poco después renunció al cargo de almirante de Castilla,[11]​ que pasó a ocupar su hijo Fadrique por disposición real otorgada el día 12 de junio de 1426.[12]​ Ese mismo año el anciano almirante se retiró al monasterio de Guadalupe,[13]​ aunque conservó hasta el final de sus días la dignidad de almirante de Castilla gracias a lo estipulado en el privilegio real donde se consignó su renuncia.[14]

Falleció en 1429 en el monasterio de Guadalupe[14]​ a los 75 años de edad.[15]

Sepultura

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Fue sepultado junto a su esposa y varios de sus hijos en el monasterio de Santa Clara de Palencia que ambos habían fundado.[10]

Matrimonio y descendencia

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En 1387, Alonso Enríquez, haciéndose pasar por un criado suyo, preguntó a Juana de Mendoza viuda desde la batalla de Aljubarrota de agosto de 1385, si estaría dispuesta a casarse con su señor (él mismo). El simulador Alonso recibió de ella la contestación de que Alonso Enríquez era el hijo de una «marrana» (de familia judeoconversa), con lo que el supuesto criado la abofeteó. Aclarado el engaño, se dice que solicitó la presencia de un sacerdote, para que los casara «pues no se dijese que hombre alguno había puesto la mano en ella no siendo su marido».

Se dice también que en una ocasión llegando de noche avanzada, tuvo que dormir con todo su séquito en el campo para recibir la explicación al día siguiente, de la altiva Mendoza, de que «una castellana digna no abre las puertas de su castillo a nadie en la noche».

Fruto de su matrimonio con Juana de Mendoza nacieron los siguientes hijos:

Algunos autores, basándose en las afirmaciones de Balbina Martínez Caviró,[39][40]​ afirmaron que el almirante Alonso Enríquez y su esposa tuvieron una hija llamada Juana que fue abadesa en el convento de Santa Clara la Real de Toledo,[41]​ en cuyo coro estaría sepultada.[42][43]​ Los historiadores Margarita Cuartas Rivero y Jesús Antonio González Calle, sin embargo, han demostrado que dicha abadesa fue realmente Juana Enríquez, hija ilegítima del conde Alfonso Enríquez y de Inés de Soto de los Infantes y nieta del rey Enrique II de Castilla.[44][41]​ El heraldista Faustino Menéndez Pidal de Navascués señaló que el escudo colocado sobre la tumba de esta abadesa es idéntico al que utilizó su padre, el conde Alfonso Enríquez.[45]​ Además, ni el almirante ni su esposa Juana de Mendoza en sus testamentos otorgados en 1426 y en 1431, respectivamente, mencionan a una hija llamada Juana.[46]

Además, el almirante Alonso Enríquez tuvo los siguientes hijos ilegítimos:

  • Juan Enríquez, a quien su padre, antes de ir a Sevilla, dejó como capitán general de la flota ya que era un «esforzado y buen caballero».[47]​ Como poeta perteneció a la lírica cancioneril castellana y sus composiciones, la mayoría de temática amorosa, fueron recogidas en el Cancionero de Baena.
  • Alonso Enríquez, clérigo beneficiado de la catedral de Sevilla.[24]

Leyenda del Cristo de las Claras

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En la capilla del Santísimo Cristo de la iglesia del convento de Santa Clara de Palencia se venera un Cristo yacente introducido en una urna de cristal. Se dice que navegando las naves de Alonso en la guerra contra los moros entre los años 1407 a 1410, un vigía divisó algo que emitía un resplandor extraño. Al acercarse para abordarlo comprobaron que se trataba de una urna de cristal que albergaba la imagen de un Cristo yacente.[10]​ Sorprendido Alonso por el hallazgo en semejante lugar, decidió trasladarlo a Palenzuela. Siendo transportada a lomos de un animal, escoltada por soldados y caballeros, al llegar a Reinoso de Cerrato este decidió detenerse tozudamente frente al castillo donde habían residido las monjas Clarisas. Dejado el animal a su aire se dirigió hacia el monasterio de las Clarisas, decidiendo los presentes que era por decisión divina, por lo que dejaron la imagen allí para su veneración, actualmente conocido como el Cristo de las Claras.[10]

  1. Juana de Mendoza legó al deán Rodrigo Enríquez en su testamento, a quien mencionó como hijo suyo, «media docena de escudillas, e media de palteles de cado dos marcos que tien Alvar Gonzalez, platero; mas cuatro copas doradas con sus pies; mas dos jarros llenos de los que yo trayo; e un salero de mi mesa; e un bacín pequeño de hasta cinco marcos de las armas del Señor Almirante».[38]

Referencias

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  1. González Crespo, 1988, pp. 297-298.
  2. a b Martínez Sopena, 1977, p. 27.
  3. Salazar y Acha, Jaime de. «Consideraciones sobre algunos aspectos genealógicos y heráldicos del Almirantazgo de Castilla». pp. 90-91. Consultado el 11 de abril de 2010. 
  4. a b Esteban G. de Nájera, ed. (1550). Silva de Varios Romances (Silva de Zaragoza). p. 56. 
  5. Garibay y Zamayoa, Esteban (1571). Compendio Historial. Tomo II, libro XIV, cap. 29. Reedición de 1628. p. 300. 
  6. Ortiz de Zúñiga, Diego (Reeditado en 1795). Imprenta Real de Madrid, ed. Anales Eclesiásticos y Seculares de la Ciudad de Sevilla de 1246 a 1671. p. 305. 
  7. Durán, Agustín (1859). Colección de Romances Castellanos anteriores al siglo XVIII. Tomo II. Madrid. pp. 35-36, romances 965 y 966. 
  8. Martínez Sopena, 1977, pp. 27, 29 y 31-32.
  9. Castro y Castro, 1982, pp. 34, 36 y 38.
  10. a b c d El Cristo de las Claras. (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).
  11. Martínez Sopena, 1977, pp. 48-49.
  12. García de Castro, 2011, p. 196.
  13. Martínez Sopena, 1977, p. 48.
  14. a b García de Castro, 2011, p. 195.
  15. Martínez Sopena, 1977, pp. 27-49.
  16. a b c d e f g Ortega Gato, 1950, p. 31.
  17. Falcó y Osorio Berwick, María del Rosario (16.º Duquesa de Alba) (1898). Catálogo de las colecciones expuestas en las vitrinas del Palacio de Liria. p. 49. 
  18. Franco Siva, Alfonso. «Pedro Álvarez Osorio». Real Academia de la Historia. Madrid. Consultado el 18 de septiembre de 2019. 
  19. a b Rojo Alique, 2006, p. 425.
  20. González Sánchez, 2007, p. 199.
  21. VV.AA. y Díaz Ibáñez, 2006, p. 206.
  22. Díaz Ibáñez, 2005, p. 567.
  23. Cendón Fernández, 1997, pp. 304-305.
  24. a b c Perea Rodríguez, 2007, p. 167.
  25. Arco y Garay, 1954, p. 285.
  26. Ortega Gato, 1950, pp. 82-83.
  27. Rojo Alique, 2006, pp. 440-441.
  28. Salazar y Acha, 2000, p. 473.
  29. Cendón Fernández, 1997, p. 303.
  30. Díaz Ibáñez, 2005, p. 594.
  31. San Martín Payo, 1956, p. 303.
  32. Menéndez Pidal de Navascués, 1982, p. 149.
  33. Rojo Alique, 2007, p. 481.
  34. Castro y Castro, 1982, pp. 44-45.
  35. Castro y Castro, 1999, p. 27.
  36. Ara Gil, 1987, p. 218.
  37. Palacios Casademunt y Alonso Ramírez, 1992, pp. 182 y 213.
  38. Castro y Castro, 1983, p. 26.
  39. Martínez Caviró, 1980, pp. 316-317 y 334.
  40. Martínez Caviró, 1973, pp. 376 y 386.
  41. a b González Calle, 2011, pp. 143-144.
  42. Castro, 1977, p. 498.
  43. Pérez de Tudela y Bueso, 2002, p. 448.
  44. Cuartas Rivero, 1983, p. 25.
  45. Menéndez Pidal de Navascués, 1983, p. 313.
  46. Castro y Castro, 1983, pp. 13-30.
  47. Perea Rodríguez, 2007, pp. 167-170.

Bibliografía

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