Agatángelo

diácono español
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San Agatángelo (Elche o Ancyra, c. 253-Ancyra, 5 de noviembre entre el 303 y el 310)[2]​ fue un diácono y discípulo de san Clemente de Ancyra, martirizado con su maestro en tiempos del emperador romano Diocleciano.

Agatángelo

Capilla de san Agatángelo en la basílica Santa María, en Elche
Información personal
Nacimiento c. 253
Elche o Ancyra (actual Ankara),
colonia romana de Galacia (actual Turquía),
Asia menor,
Imperio romano[1]
Fallecimiento 5 de noviembre (entre el 303 y el 310)
Ankara (Imperio otomano) Ver y modificar los datos en Wikidata
Causa de muerte Decapitación Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Diácono Ver y modificar los datos en Wikidata
Información religiosa
Festividad 23 de enero (santoral oficial), 3 de febrero (en Elche)
Venerado en Iglesia católica
Patronazgo Elche

Biografía

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Agatángelo nació en la colonia romana de Ilici (en Elche).[3]

Sirvió como legionario en una época muy convulsa para el Imperio romano; comenzaban las invasiones bárbaras, la grave crisis económica y la inestabilidad política que desembocaría en la caída del Imperio. Tras pasar como soldado por varias provincias, Agatángelo llegó finalmente a Roma.[2]

En la capital del Imperio romano se puso en contacto con la comunidad cristiana. Fue encarcelado debido a sus creencias. De esta manera conoció a Clemente ―obispo de Ancira (actual Ankara, capital de Turquía) que había sido desterrado de su episcopado y enviado a Roma―. Allí fue bautizado por Clemente, quien lo nombró diácono.[3]

Clemente fue enviado a Nicomedia en un barco lleno de soldados para ver si el gobernador Maximiano podía conseguir su apostasía y Agatángelo subió secretamente a la nave para acompañarlo en su suerte, lo que le hizo dar gracias a Dios:

Doyte gracias, Señor mío Jesucristo, que eres mi única consolación y ayuda, pues ni en la tierra ni en el mar me has desamparado, y me has defendido toda la vida, y recreación mí alma fatigada con los Trabajos, y Hecho consolador mío, por la manera que tú sabes. Porque ahora en el mar me has consolado con este mi hermano Agatángelo, el cual con el nombre que tiene me promete tu favor, porque Agatángelo quiere decir ‘mensajero de buenas noticias’.
(pág. 12)[2]

El penoso viaje de los dos cristianos se prolongó durante más de veinte años, de ciudad en ciudad: Rodas, Nicomedia, Ancira, Amis y Tarso, de tribunal en tribunal y de tormento en tormento, sin que ninguno de los dos renunciase a sus creencias. Esto hacía que muchos infieles ―al ver su ejemplo y al escuchar sus palabras de fe en Cristo― se convirtieran.[2]

Finalmente llegaron por segunda vez a su ciudad natal,[3]​ mientras las tierras romanas eran gobernadas por el emperador Maximino.[2]

Leyenda apócrifa

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Según el jesuita Delehaye, en Las leyendas hagiográficas, en el Medioevo se conocía un mito que hablaba de las torturas sufridas por Clemente y Agatángelo:

Los verdugos colgaron a Clemente, desgarraron su carne con dientes de hierro, le golpearon con piedras sus labios y mejillas; lo ataron a una rueda, lo golpearon con palos y lo cortaron horriblemente con cuchillos; le arrojaron picas a la cara, le rompieron las mandíbulas, le arrancaron los dientes y le aplastaron los pies con cadenas de hierro. Luego azotaron a ambos mártires y los suspendieron de una viga; chamuscaron sus cuerpos con antorchas y los arrojaron a las bestias salvajes. Les metieron hierros al rojo vivo bajo las uñas, los enterraron en cal viva y los dejaron así durante dos días. Después les arrancaron fragmentos de piel y los volvieron a azotar. Los pusieron sobre grillas de hierro calentadas al blanco vivo; los arrojaron a un terrible horno donde quedaron por un día y una noche. Una vez más les arrancaron la piel con ganchos de metal; luego armaron una especie de trilla y la arrojaron contra sus dientes. A Agatángelo le arrojaron plomo fundido sobre la cabeza; lo arrastraron por el pueblo con una piedra atada al cuello y lo apedrearon. Sólo a Clemente le perforaron las orejas con agujas al rojo vivo, lo quemaron otra vez con antorchas y le golpearon la cabeza con un palo.
Hippolyte Delehaye (1905)[4]

Martirio

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En los últimos interrogatorios, Agatángelo contestó al juez que se admiraba de su resistencia:[2]

Arrestados nuevamente, fueron devueltos a Ancira, donde sufrieron torturas (lapidación). Posteriormente fueron enviados a la ciudad de Amasea, donde el procónsul Domecius era conocido por su crueldad. Cuando Clemente partió de nuevo hacia Ankara, Agatángelo lo acompañó de nuevo. Allí ambos sufrieron martirio, por orden del presidente Lucio.

Esta constancia que vas en mí no nace de las facilidades o de la simplicidad como tú dices; porque si yo esas tuviera, cómo podría resistir a tantos jueces y al propio emperador, ya tantas invenciones de tormentos con que nos pretendías vencer, ya tantos artificios de promesas y palabras con que nos querías engañar? Así que no debes llamar esto Facilidades, sino verdadera sabiduría, la que tiene más en cuenta los bienes eternos, que nunca mudan, que con los temporales, que cada día van y vienen; y esta nos hace despreciar vuestros falsos dioses y adorar al verdadero Dios.
(pág. 22)[2]

El juez hizo intensificar los tormentos con pinchos ardiendo, antorchas, azotes, etc, y, finalmente, visto que no conseguía ningún cambio, mandó que le cortaran la cabeza el día 5 de noviembre, sin que se pueda precisar el año (entre el 303 y el 310).[2]

Unas semanas después, el 2 de enero, fue decapitado también Clemente.[2]

Sofía, la segunda madre de Agatángelo, hizo enterrar a Clemente junto al cadáver de Agatángelo:[2]

Yo, hijos míos, hueso sepulté en este lugar secreto, mas Christo publicará y dará descanso, miedo cuyo amor tantos trabajos padecisteis.
(pág. 24)[2]

Origen de la leyenda

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Los datos hagiográficos de estos dos santos figuran en antiguos repertorios hispánicos de santos ―como Historia verdadera y exemplar de los más estraños y esforzados mártires de Jesucristo, de Hilario Santos Alonso―[5]​ y parecen haber sido extraídos originalmente del capítulo incluido en el libro Introducción del símbolo de la fe (segunda parte), de fray Luis de Granada (Salamanca, 1583).

Agatángelo convertido en ilicitano

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Según fuentes más o menos canónicas, queda clara la procedencia, vida y muerte de estos mártires orientales y, de hecho, no hay constancia de ningún tipo de que San Agatángelo tuviera relación con Elche ni con el Illici romana que fue su predecesora, ni, incluso tono, ninguna relación con Hispania, al menos, hasta el siglo XVII. En cuanto a Elche, ninguno de los noticiero, crónicas o historias locales de las escritas con anterioridad al último tercio del siglo XVII, como la Recopilación en que se da cuente de las cosas anciano antiguas como modernas de la ínclita villa de Elche, redactada por Cristóbal Sanz en 1621 o la copia del Consueta de la Fiesta de Elche que hizo Gaspar Soler Chacón para la Inquisición en 1625, donde incluye un capítulo sobre la historia antigua de la ciudad, presentan ninguna referencia a este santo al hablar del origen del cristianismo en Elche.[2]

Desde el 6 de junio de 1683 el Concejo de Elche nombró a san Agatángelo el patrono de la villa. Su festividad se celebra el 3 de febrero.[3]

Referencias

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  1. Según otra tradición, nació en la colonia romana de Iulia Ilici Augusta (actual Elche).
  2. a b c d e f g h i j k l Castaño i Garcia, Joan: «Sant Agatàngel, sant il•licità?» Archivado el 12 de marzo de 2012 en Wayback Machine., artículo en catalán en la revista La Rella, 14, págs. 57-74; 2001.
  3. a b c d McEvoy, Rafael: «Antonio de Villanueva: “San Agatángelo” (hacia 1747)», artículo del 25 de septiembre de 2013 en el sitio web Elche. Afirma que nació «hacia 253».
  4. Delehaye, Hippolyte (estudioso jesuita): Las leyendas de los santos. 1905.
  5. Santos Alonso, Hilario: Historia verdadera y exemplar de los más estraños y esforzados mártires de Jesu-christo que vencieron y cansaron los tiranos más inhumanos y crueles del universo: san Clemente obispo y san Agatángelo, sacada de las obras del venerable padre Fray Luis de Granada y otros. Valencia (España), en la imprenta de Agustín Laborda.